El líder del PSN, Roberto Jiménez, empezó la legislatura defendiendo la coalición de gobierno con UPN porque era buena para Nafarroa -y para su partido, se sobreentiende-. Luego se fue por la puerta de atrás mientras lanzaba a los cuatro vientos su «exigencia de conocer la verdad», saber a cuánto ascendía el déficit real de Nafarroa, cuál era el verdadero estado de las cuentas públicas. Ayer quedó retratado como un político que dice una cosa y hace la contraria. Sumó sus votos a los de la derecha para cerrar el paso a una comisión integral que arrojara luz sobre las turbias cuentas de Nafarroa. Condicionado por los intereses y sustentos de los suyos, por su gravísimas responsabilidades en la operación que vendió Caja de Ahorros de Navarra, decidió vetar toda investigación integral que abordara el mayor expolio perpetrado contra los navarros.

La venta de la CAN fue un paso más en el desmantelamiento de toda la autonomía y tradición bancaria de Nafarroa, un golpe de gracia para venderla atada de pies y manos. Jiménez fue parte del sanedrín navarrista que la vendió. Ahora tiene miedo a la verdad. Ayer no pudo ser, pero las responsabilidades serán depuradas.