Sin proponérselo, el 28 de abril, el periodista francés Roméo Langlois se convirtió en el centro de la noticia cuando fue retenido por las FARC mientras cubría una operación antidroga del Ejército. Tras su entrega el 30 de mayo denunció la invisibilización del conflicto y animó a los medios de comunicación a cubrirlo desde todos los ángulos. Aunque durante su cautiverio percibió los aires de paz que sobrevolaban por la selva, nunca se imaginó que casi cinco meses después estaría presenciando en Oslo la constitución formal de la mesa de diálogo entre las FARC y el Gobierno.

En sus declaraciones ha llamado la atención sobre la polarización de la sociedad colombiana. ¿Cómo se puede entonces poner a dialogar a sectores que amparan a las Fuerzas Armadas y a quienes apoyan la guerrilla?

Uno de los grandes retos de este incipiente proceso es que no se limite a un acuerdo técnico entre el Gobierno y las FARC, sino que sectores tan opuestos puedan reconciliarse, discutir y consensuar una vía para resolver de manera pacífica sus problemas y antagonismo. En lo personal, estoy más preocupado por la capacidad de la sociedad de reconciliarse y de aceptar sus traumas que por la sinceridad de las FARC y el Gobierno. Habrá que ser muy creativos e inventar soluciones, que, a mi juicio, pasan por un gran proceso de la verdad, en el que todo el mundo, desde las FARC hasta las fuerzas ligadas al Gobierno, tendrá que explicar lo que han hecho. Sin una verdad bastante amplia no se logrará una reconciliación. Habrá que crear muchísimos mecanismos para que las víctimas del Ejército y de la guerrilla se puedan encontrar y darse cuenta de que no pertenecen a bandos distintos sino a un mismo país y que tienen un problema en común. Pero, como digo, es complicado y Colombia tendrá que ser muy creativa.

¿Qué concesiones debería hacer la guerrilla y cuáles el Estado?

En mi análisis, la primera concesión que debería hacer el Estado -creo que lo hará- es facilitar un espacio político para que la guerrilla pueda hacer sus reivindicaciones por la vía legal y sin que los maten. Por parte de las FARC, está claro que deberán renunciar a la violencia y entregar las armas y rendir cuentas de sus crímenes, en especial sobre el paradero de los secuestrados que aún no han aparecido.

¿Por qué cree que ambas partes han decidido negociar?

El presidente Juan Manuel Santos es consciente del coste humanitario y político que supone para Colombia mantener una guerrilla que viene de la Guerra Fría porque el país no ha hecho las reformas necesarias para acabar con las causas del conflicto. Es consciente de que es muy difícil acabar con la guerrilla por la vía militar. A diferencia de Alvaro Uribe, Santos es un hombre urbano, estudiado, que habla idiomas y ha viajado por el mundo y se ha dado cuenta del carácter un tanto asimétrico de Colombia en el contexto latinoamericano actual. Sabe también que tiene cierto peso para discutir con las FARC porque fue ministro de Defensa y quien dio los mayores golpes a la guerrilla. Las FARC ya tienen 50 años de monte en las botas y están aburridas de la guerra. Saben que puede prolongarse durante mucho tiempo pero que nunca obtendrán el poder por las armas, por lo que no les queda otra opción que lograr una paz negociada. De hecho, las FARC siempre están dispuestas a ello y han dado señales en esa dirección, como el anuncio del fin de los secuestros. Ven que Santos también ha dado ciertas señales como la Ley de Tierras, aunque tenga sus limitaciones, la Ley de Víctimas etc... Piensan que con él tal vez se puede discutir, lo que no ocurría con Uribe.

¿Cuál cree que debería ser el papel de los medios?

Los medios colombianos juegan un rol fundamental en este proceso de paz. Por ello tienen que rebajar el tono, el escándalo, el show y dejar de emplear términos agresivos para calificar a los actores y ceñirse a los hechos. En vez de explicar y contar con precisión lo que está pasando, han optado por interferir con juzgamientos morales y políticos, convirtiéndose en una herramienta de propaganda del Ejército. Frases como «los narcoterroristas de las FARC pusieron una bomba en una base militar» no son muy éticas. Al menos deberían decir «los narcoterroristas de las FARC, según el Ejército, pusieron una bomba». Los editorialistas y analistas deben ir fomentando un lenguaje de paz y reconciliación.

¿Se imaginó en algún momento durante su cautiverio que, meses después, estaría en Oslo presenciando la constitución de la mesa de diálogo?

Estaba lejos de imaginar este momento, aunque sí sabía que había una negociación en ciernes. La paz se respiraba en el aire. Por eso estaba confiando en que las FARC no me iban a retener durante mucho tiempo. Más bien, estaban jugando conmigo para hacer su propia propaganda. Era consciente de que las FARC estaban en una lógica de paz con el Gobierno y que pronto iba a ver noticias positivas.