SANTURTZI-PORTUGALETE
Si hay imágenes que pasan a la historia de un pueblo, la tarde de ayer deparó un puñado de ellas para ser guardadas en la memoria de Euskal Herria. El tiempo transcurrido entre la hora en que debía haber dado inicio el acto en recuerdo de Igor Angulo, en Santurtzi, y la llegada del féretro con los restos de Roberto Sáiz al tanatorio de Portugalete serán imposibles de olvidar para las miles de personas que estuvieron allí.Ezkerraldea, como el resto del país, ha vivido una semana marcada por el dolor y la rabia ocasionada por la muerte de estos dos presos políticos vascos, y estos sentimientos se desbordaron ayer en más de una ocasión, al comprobar cómo la Ertzaintza intentaba evitar con todos los medios que una enorme multitud rindiera homenaje a los dos militantes.
No lo consiguió, a pesar de ocupar con decenas de policías ambas localidades, a pesar de cargar brutalmente contra los miles de congregados, a pesar de haber prácticamente secuestrado el cuerpo del preso portugalujo, permitiendo que sólo unas pocas personas pudieran acompañarlo hasta el tanatorio.
Eran las 20.00 cuando, procedente de Aranjuez, y tras realizar una primera parada en Altube, el féretro llegó a Portuga- lete. Sólo dos coches de la decena que componía el séquito que le acompañaba pudo subir al tanatorio.
Agradecimiento de la familia
Allí, Sáiz fue saludado con un aurresku y los sones del ‘‘Eusko Gudariak’’ , rodeado por sus familiares y allegados, y por dirigentes de la izquierda abertzale como Arnaldo Otegi, Pernando Barrena, Rafa Díez, Juan Mari Olano, Jone Goirizelaia, Arantza Zulueta o Periko Solabarria.Antes, sin embargo, el coche que transportaba su cuerpo pudo acercarse hasta la entrada principal del cementerio de la localidad jarrillera, donde tras aguardar su llegada por espacio de una hora, las miles de personas que habían partido de Santurtzi le despidieron también entonando un ‘‘Eusko Gudariak’’ que sonó más fuerte que nunca.
Antes, los gritos en recuerdo de Angulo y de Sáiz, en contra del PNV y de la Ertzaintza Javier Balza se llevó la mayor parte y en favor de los presos políticos vascos, arreciaron, junto con otros muchos, en aquel lugar.
A toda esa gente, la familia de Sáiz quiso agradecerle, por boca de Juan Mari Olano, el esfuerzo realizado para llegar hasta allí a despedirle.
Porque el trayecto recorrido por esa marea humana fue una auténtica odisea que dejó en el camino numerosos heridos. Muchas de estas personas recordaron, viendo lo que estaba pasando, lo sucedido el 14 de setiembre de 2002 en Bilbo.
Al igual que entonces, sólo la respuesta serena de los manifestantes impidió que las consecuencias fueran incluso más graves de lo que ya fueron. El mahaikide Joseba Permach, en una primera valoración, también hizo mención a aquellos sucesos, y situó la responsabilidad política de lo acontecido en el lehendakari, Juan José Ibarretxe, el titular de Interior, Javier Balza, y en el PNV, cuya actuación criticó duramente.
Desde los balcones
Fue donde se unen las calles San Juan Bautista y Libertador Bolivar cuando varias furgonetas de la Ertzaintza cerraron el paso a la manifestación, que había partido minutos antes.Poco después, un mando que recibía órdenes por radio ordenó «fuego» y durante media hora un terrible estruendo llenó el ambiente. Fueron incontables las pelotas lanzadas contra los manifestantes, varios de los cuales se llevaron a casa marcas de pelotazos y de porrazos, y algunos debieron ser atendidos en el hospital de Cruces.
La carga fue tan dura que, incluso desde los balcones, vecinos ajenos a la marcha increparon a los policías.
Los manifestantes, sin embargo, no se echaron atrás en ningún momento, y a cada arremetida respondieron con gritos y aplausos. Estos últimos se convirtieron en una ovación cuando, detrás de una ikurriña con crespón negro, la primera fila se enlazó los brazos y decidió avanzar hasta el cementerio de Portugalete. Los ertzainas habían retrocedido, y no volvieron a hacer acto de presencia hasta alcanzar la entrada del camposanto, que custodió un centenar de agentes. Hasta llegar a ese punto, la marcha se fue engrosando con personas que se sumaban desde diferentes calles, algunas tras llegar a pie desde otras localidades.
Prácticamente el mismo número de policías se había encargado de precintar la plaza de Santurtzi, a fin de impedir que se desarrollara en acto de homenaje a Igor Angulo. Hubo un intento de acordar una salida con los mandos de la Policía autonómica, pero resultó imposible.
«Ni sus votantes lo entienden»
En declaraciones realizadas a los medios tras el infructuoso intento por negociar, Juan Mari Olano pidió al lehendakari que cese al consejero de Interior, Javier Balza, porque «no está en buenas condiciones mentales para desempeñar ese cargo». «Este es un pueblo tomado por las fuerzas policiales. En absoluto entendemos lo que está ocurriendo. Los votantes del PNV tampoco lo entienden. Estamos ante una tremenda represión política que carece de cualquier explicación», resaltó Olano. En respuesta a las últimas declaraciones de la portavoz de Lakua, Miren Azkarate, el portavoz del movimiento pro amnistía dejó claro que «las palabras ya no llaman la atención, lo que nos importa son los hechos y los hechos nos dicen que el Gobierno de Ibarretxe no ha tomado ninguna iniciativa seria para acabar con esta política penitenciaria».
A.L.
SANTURTZI
Indignación, rabia, enfado. Esas eran las palabras más repetidas ayer en las calles de Santurtzi y Portugalete. El sonido de las pelotas de goma se entremezclaba con el del helicóptero, que no cesó de dar vueltas durante toda la tarde, y con los gritos y silbidos de los manifestantes.
«¡Con toda la gente que hay!», decía una mujer ante el panorama que tenía ante sí. «Eso no les importa», respondía su acompañante. Un grupo de amigas aguardaba en una calle adyacente a que bajara la intensidad de la carga. «Esto es increíble, no poder darles el último adiós», señalaba a GARA una de ellas.
La de ayer era la segunda carga que vivía en 24 horas. El viernes le tocó algo similar en Bilbo. «Teníamos permiso para concentrarnos ante la sede del PSE. Cuando nos disponíamos a salir, la Ertzaintza nos bloqueó. ‘Vamos a parlamentar’, dijo uno de los agentes. Nos comunicaron que si quitábamos la pancarta y no había gritos nos dejarían hacerla. Y así lo hicimos. La quitamos, y entonces empezaron a cargar. ¡A eso le llaman ‘parlamentar’! Mi amiga y yo tuvimos que salir a gatas y sentarnos en un banco. Y era una movilización permitida», insistía. «Hubo un montón de heridos y ahora habrá 80, porque tal y como están...», remarcaba otra persona. No era difícil recabar testimonios.
«Ni con Franco pasaba esto. Y fíjate que he conocido la represión. Mi hermano estuvo preso, y mi hijo también, durante siete años. He visto pegar a los grises pero esto es horroroso», subrayaba una vecina de Santutxu.
«Tiran a dar y, además, con mucha puntería. Nada de lanzar la pelota al aire. A mí me han rozado dos», protestaba otro manifestante.
A una vecina de Donostia decir «ya vale» le costó un porrazo en la parte trasera de la pierna; y a su acompañante una herida, con su correspondiente hinchazón, en el codo. Los móviles echaban humo para saber dónde estaban amigos y familiares.
Y, pese a todo, los manifestantes lograron contener la rabia, tomar aire... y llegar a Portugalete.