Por iniciativa de las organizaciones feministas, las calles de Euskal Herria no sólo reflejarán hoy la reclamación de la igualdad laboral entre hombres y mujeres. Por muchos y sobrados motivos, una ocupación las más de las veces no remunerada tendrá un lugar propio en las movilizaciones de este 8 de Marzo.
El cuidado se conjuga en nuestra sociedad en femenino. Desde los hospitales a las residencias de la tercera edad, desde los comedores a los centros de día y, por descontado, en miles de hogares de Euskal Herria, son mujeres las que asumen la tarea de cuidar a quienes lo necesitan. Las más afortunadas lo hacen con contratos, en su mayoría temporales, y cobrando siempre salarios que rozan la miseria. Otras muchas mujeres asumen esa tarea sin que desde los poderes públicos se arbitren mecanismos de compensación alguna.
El modelo social y económico que impera en nuestra sociedad no es ajeno al menosprecio de las labores que requieren no sólo un esfuerzo físico sino también una importante implicación emocional, como no es ajeno al fenómeno de expulsión del circuito social de cuantas personas no cumplen los baremos de utilidad al uso. En un cinturón invisible se sitúan los ciudadanos y ciudadanas que no cuentan para el sistema productivo; allí se encuentran, entre otras, las personas que no pueden valerse por sí mismas y, por descontado, también las que se ocupan de ellas, casi siempre mujeres y, cada vez más, de origen inmigrante.
Los poderes públicos consienten con lo que ocurre en ese espacio en el que no cuenta como debiera la reglamentación laboral, como consienten que en ese terreno impere la precariedad y hasta la explotación más descarnada. Con la visualización del cuidado y de las cuidadoras, este 8 de Marzo cruza otra vez la frontera entre lo público y lo privado, tan proclive a albergar fenómenos de marginación. Porque es preciso poner el candil sobre cada esfera: mostrar lo que ocurre con las cuidadoras, con las mujeres sin empleo y las precarizadas, con aquellas que asumen en exclusiva las tareas domésticas, con las que son maltratadas... Hay que alumbrar esos y otros limbos para mostrar a los gobernantes que venden planes de conciliación, leyes de igualdad y juzgados contra la violencia de género que hay que ir a la raíz de los problemas para abordar el reto pendiente de reconstruir la sociedad en parámetros de igualdad. -