Los fines de semana toca limpieza general. Por lo tanto reviso mis notas atrabiliarias garabateadas por todos lo papeles posibles y rescato un seudo discurso aplazado por los acontecimientos. Voy p’allá. No me gusta nada la deriva que está tomando el personaje de “El Neng de Castefa”. No me gusta nada la elección de una “churri” para el Neng. No me gusta nada, pero es que nada. Me parece absolutamente fuera de tono, machista, tosco, sin gracia y que no ayuda para nada al personaje. Vi el supuesto casting, con uno de La Trinca de jurado, y escuché a una de las candidatas que le decía, “te metería en mi frigorífico porque eres la leche. Te metería en mi tanga porque eres la polla”. ¿Eh? ¡Qué nivelazo! Si se van deslizando por este tobogán acabarán haciendo una serie de suecas con el Neng a modo de Alfredo Landa. Además el actor ha perdido tensión, no se encuentra cómodo, su tembleque continuo, su rapidez en las contestaciones ha desaparecido. Yo lo veo y me parece que es el imitador y no el original. Forma parte de un espectáculo que se ha escapado por todos los lados. Y recorrer algunas capitales estatales buscando una chica para emparejarlo es una idea idiota, aunque genere audiencias locales. ¡Qué pasa neng! les grito a los del equipo de Andreu Buenafuente.

Por cierto en este programa apareció la ministra Carmen Calvo y estuvo durante casi toda una noche, hora y pico, juntándose con todos los personajes del programa. Hasta salió Corbacho con un vestido similar a la mamarrachada que llevó la susodicha a la Gala de los Goya. Fue lo mejor. O lo peor. O lo regular. Se convirtió en una muestra más de que algo sucede en el Ministerio de Cultura para que su titular deba mostrarse tanto, dar una imagen de persona moderna y populista. No la entiendo, porque algunas de las cosas que dice las suscribiría, pero en su boca me parecen anuncios, frases publicitarias, discursos huecos. En comparación con la Consejera de aquí, al menos habla algo de Cultura o sus aledaños, porque la señora de cara amargada solamente narra cosas dictadas por los escribas interior o presidencia y nunca de asuntos culturales, que parecen no importarle nada. A la otra, posiblemente, tampoco, pero disimula con gracejo andaluz. -