Siempre he sentido una gran atracción por la trastienda de nuestra sociedad. La marginación te invita a que te lances sin red por un túnel oscuro y muy escabroso, pero, no exento de cierta belleza».Resulta muy difícil encontrar un término medio que defina la obra del zarauztarra Eloy de la Iglesia. Por un lado, se le ha tildado de rupturista, radical, comprometido y coherente; y por otro, de artificioso, dependiente del trazo grueso y simplista.
El propio equilibrio inconstante de Eloy de la Iglesia invitaba a todo tipo de calificativos. A lo largo de su trayecto vital y profesional, el autor de “El Pico” siempre ha querido ser visto como un autor muy preocupado por la época que le tocó vivir. En su metodología de trabajo imperaba siempre el contenido a las formas porque siempre intentó que su obra fuera accesible a todos los públicos.
Quizás sea en ese punto donde radique su gran acierto: utilizar un discurso cinematográfico muy sencillo para tratar temas manifiestamente rupturistas.
Su acercamiento al cine vino motivado por sus experiencias en grupos de teatro amateur y por sus trabajos como guionista televisivo. Precisamente, de aquella experiencia catódica en el programa “Nuestro amigo, el libro” nacieron las bases de su debut cinematográfico, “FantasíaŠ3” (1966). Al contrario de muchos de sus compañeros de profesión, nunca pisó las aulas de la Escuela Oficial de Cine, lo que no le impidió acceder a la Industria ejerciendo labores de artesano en producciones que, como en el caso de “Cuadrilátero” (1970), “La semana del asesino” (1972) o “Nadie oyó gritar” (1973), le permitieron experimentar en distintos géneros. Tras incontables juegos del gato y el ratón con la censura, Eloy de la Iglesia inaugura en el año 1976 y junto al guionista Rafael Sánchez Campoy, un periodo creativo en el cual pretende mostrar abiertamente sus inquietudes ideológicas y adentrarse en los tabúes del sexo, haciendo especial hincapié en las demonizadas relaciones homosexuales, con dos de sus películas más aplaudidas, “La otra alcoba” (1976) y “Los placeres ocultos” (1976).
Crecido y muy seguro de sus fuerzas, no dudará en arremeter contra los políticos de derecha, tildándolos de impotentes en obras como “La criatura” (1977) y “La mujer del ministro” (1981).
En los 80 se adentra en la cara silenciada de la sociedad, iniciando un frenético descenso al infierno de las drogas. Películas como “Navajeros/Dulces navajas” (1980), “Colegas” (1982), el díptico “El Pico 1” (1983), “El Pico 2” (1984) y “La estanquera de Vallecas” (1986) nos hablan de una época repleta de penumbras en la cual Eloy de la Iglesia se adentra en laberintos sin salida que precipitarán su silencio creativo. Al igual que Pasolini, De la Iglesia se deja devorar por el lumpen y la marginación.
Su esperado regresó llegó, primero en la televisión, con la puesta en escena de “Calígula”, (2001) de Albert Camus, y posteriormente en el cine con la que sería su última película, “Los novios búlgaros” (2002). -