Maite Soroa
La hora de los basiliscos
No hacía falta la bola de cristal para adivinar que, a la vista de la proclama de ETA, los elementos más cavernarios del nacionalismo español se pondrían como basiliscos. Alguna y alguno ve cómo se le empieza a desmontar el chiringuito, y no les importa hacer el ridículo. Hoy me quedo con dos ejemplos.Eduardo Jordá, en “Diario de Mallorca” destilaba bilis: «si no fuera porque sus terroristas o activistas, como los llaman los bobos han matado a más de ochocientas personas en treinta años, ETA sería una de esas organizaciones que nos inspiran una mezcla de risa y estupor, como la secta de los Raelianos, el Club de Imitadores de Peter Sellers o la Asociación para la Prevención de la Masturbación entre los Menores de Edad (¿y por qué no entre los adultos?)». Dice el amargado escribiente que «muchos de sus presos se suicidaban o morían de un ataque al corazón, y cuando los aguerridos batasunos organizaban una protesta callejera contra lo que ellos llamaban un crimen de Estado, acudía tan poca gente que en un cuarto de hora todos se habían dado el pésame y habían comentado ya la última derrota del Athlétic y habían gritado ‘Gora Euskal Herria askatuta’ con ese tono chillón de falso entusiasmo con que los cuñados gritan ‘Vivan los novios’ cuando llega la hora de repartir los puros en un convite de boda’. Lo preocupante no es su estado de debilidad intelectual extrema, sino que haya quien le lea y le crea. Pero su capacidad de decir tonterías es ilimitada: «Hay que fijarse bien en las fotos de los etarras que conocemos: qué caras de simpleza bovina, qué expresiones de bruto que se rasca los huevos mientras juega al mus, qué miradas de machote apoyado en la barra de una taberna donde sólo pueden entrar los hombres y donde sólo se pueden emborrachar los hombres. No hay un solo etarra guapo o con pinta de inteligente o atractivo, ni uno solo. (...) Estoy convencido de que muchos etarras sólo fueron capaces de perder la virginidad (y con una etarra) después de haberle pegado un tiro en la nuca a un viejo que leía el periódico en un parque». Y a Ildefonso Ussia sólo le dejo unas líneas para su
memez antológica: «No trago. Esto no es una ‘tregua’ sino una imposición de
objetivos inaceptables. Como persona de la calle, como español, orgulloso de la
totalidad de su patria, prefiero que me vuelen la nuca a que unos irresponsables
unidos a unos desalmados me troceen mi Nación, con mayúscula, la única. Mejor el
tiro que la traición». Antológica, ¿verdad? - msoroa@gara.net
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