Recuerdo aún uno de aquellos cuentos de Calleja que en clase de Religión, asignatura obligatoria, y por supuesto obligatoriamente católica, nos contaban como verdad revelada y compilada en la Biblia. Era algo así como que los israelitas trataban de conquistar la ciudad amurallada de Jericó sin conseguirlo, pese al sitio a que la sometían, porque sus habitantes habían llenado las puertas de cerrojos y de allí no salía nadie. Estaban las cosas así de tiesas cuando Yavé, ya ve usted, va y le dice al jefe de la cosa, el mismísimo Josué que le entregaría la ciudad, su Rey y todos sus guerreros, pero para ello tendrían que dar una vuelta a la ciudad cada día, durante seis días. Siete sacerdotes deberían ir delante del Arca de la Alianza, tocando las siete trompetas del jubileo. Por fin, el séptimo día darían siete vueltas y al sonar las trompetas todo el pueblo debía subir al ataque dando gritos de guerra y simultáneamente se derrumbarían los muros de la ciudad y podrían entrar y pasarse por la piedra a todo bicho viviente, lo que de hecho hicieron cuando cumplidas las condiciones, todas ellas en clave de siete, que era el truco, cayeron los muros y se cepillaron no sólo a todos los humanos, sino incluso a los bueyes, ovejas y burros. Solo se salvó una prostituta que había dado cobijo a los israelitas previamente infiltrados, que ya se sabe que ese tipo de gentes tiene gran apego a las casas de putas.

Eso fue, si es que realmente fue, en la noche de los tiempos. Los judíos de ahora no pierden el tiempo dando vueltas y tocando la corneta, aunque siguen actuando en clave de siete: cogen sus siete mil excavadoras reforzadas y hacen un montón de sietes en los muros de la cárcel de Jericó, que caen como si llevaran oyendo trompetazos desde hace siete meses. Allí entran, ponen en pelotas a la población reclusa y se los llevan esposados a la espalda. No les gustaba que estuvieran en aquella prisión, ni que fuesen juzgados por tribunales que, a no dudar, serían excesivamente blandos, así que decidieron llevárselos para ser juzgados y custodiados durante sus condenas por su gente de confianza. Un robo de presos a plena luz del día y por la puta cara. Es la grandeza del Estado de Derecho.

Que en la Unión Europea pase algo así es estéticamente poco presentable, pero también funciona el Estado de Derecho en todo su esplendor y en vez de excavadoras se utilizan otros sistemas para llegar al mismo resultado: que los disidentes paguen caro el precio de enfrentarse al sistema. ¿Que por aplicación de las leyes vigentes los presos deben quedar en libertad ? No problem. Un nutrido grupo de sesudos funcionarios creará la doctrina ad hoc para obsequiarles con una propinilla de quince años de aislamiento. Así, de paso, si alguien tiene extrañas ve-leidades y se le ocurre intentar dar una salida política a la «Guerra del Norte», tienen un ejército de rehenes y una interpretación legal que complica sobremanera la solución de uno de los nudos gordianos del asunto: la liberación de los presos. Palos en las ruedas del carro. No serán los únicos. Nos queda mucho por ver.

El anuncio de ETA es el principio de algo que puede ser importante, pero que a muchos, pese a lo que dicen, no les interesa. Hoy he oído que el anuncio de alto el fuego llena de felicidad a las tres mil personas que llevaban escolta, pero en cambio ha creado gran preocupación entre los encargados de prestarla que son varios miles y en diferentes autonomías, por lo que el previsible expediente de regulación de empleo deberá ser resuelto por la Dirección General de Trabajo. ¿Les darán veinte días de salario por año de antigüedad, como a cualquier currito? También están preocupados los propietarios de las empresas de seguridad, que ven cómo se acaba el negocio. Yo no sé nada, pero en algún sitio he leído que la banca y algún ex-alto cargo del PP en Euskadi, tenían puestos muchos huevos en esa cesta.

Serenidad, prudencia, cautela, son las palabras que más se han repetido desde el anuncio de ETA, pero pienso que el personal se ha olvidado de hablar del esperpento y creo que vamos a ver muchos en el inmediato futuro. Desde luego el expediente de regulación de empleo que autorice la rescisión de los contratos de trabajo de los guardaespaldas, fundada en causas técnicas, organizativas o de producción, al amparo del art. 51 del Estatuto de los Trabajadores, si no es un esperpento no anda lejos, aunque jurídicamente resulta irreprochable.

Pero, ¿qué decir ahora del Macrosumario 18/98? Que el proceso en cuestión era un bodrio, lo han dicho muchísimas personas, incluido el suscribiente, pero como citarse a si mismo es una imperdonable pedantería, citaré otras fuentes. El propietario de la discoteca Bordatxo de Doneztebe, que fue destruida en atentado reivindicado por ETA, hizo unas declaraciones criticando a ésta. Es de suponer que estaba muy indignado con los autores, ya que hablaba a pie de ruina. Pues bien, José Beola acusó a ETA de utilizar con él el mismo sistema con que se está acusando a los procesados del 18/98: se parte de una afirmación totalmente falsa de la que resulta imposible defenderse. Es la prueba diabólica, dijo. Ahora la cosa es no sólo diabólica sino jocosa, porque si no estoy equivocado, lo que el gobierno español pretende con el respaldo parlamentario, es que ETA abandone las armas y defienda sus ideas de independencia y socialismo por vías políticas. Bien, pues de hacer eso precisamente se acusa a los que se sientan en el banquillo y les piden 1102 años de cárcel. ¿Les condenarán o tendrán que darles la cruz del mérito civil? -