Por fin ha llegado la noticia: un alto el fuego permanente de ETA que abre las puertas a la esperanza y a la solución pacífica y democrática del contencioso vasco. Una noticia positiva, si bien para la inmensa mayoría de la sociedad llega irremisiblemente tarde, y que abre la espe- ranzadora oportunidad de lograr la pacificación definitiva y la normalización política de nuestro país. El Gobierno español tiene ahora la responsabilidad de dar cumplimiento a la decisión hecha pública y aprobada en el Congreso de los Diputados de negociar los aspectos relativos a la desaparición de ETA. Y somos los agentes políticos, en un ejercicio de alta responsabilidad, los que tenemos la obligación de avanzar hacia un nuevo escenario en el que abordemos la cuestión política de fondo, anterior a la propia existencia de ETA, cuya deriva violenta ha dado origen a tanto sufrimiento personal y colectivo y vulneración de derechos humanos y fundamentales.
Es tiempo de esperanza y de soluciones. Es tiempo de dialogar sin que la violencia de ETA interfiera en el necesario debate político y sirva de torticero argumento a aquellos que, más que alegrarse por la noticia, han aparecido públicamente preocupados, cuanto más cercana se vislumbra la posibilidad de que las vías políticas se impongan definitivamente. Es hora de hablar de todo lo necesario y de que la ciudadanía pueda decidir lo que desea y a lo que aspira. Libre y democráticamente.
Debemos propiciar el encuentro y el acuerdo, y asumir que es la voluntad democrática, la decisión de cada uno de los ciudadanos, la que ha de tener la primera y la última palabra.
Es la hora de ir avanzando hacia la desaparición de toda expresión de violencia. Y el Estado debe reconducir todas aquellas políticas que vulneran derechos humanos fundamentales. Empezando por la política penitenciaria. Y también los civiles y políticos.
Es el momento de la responsabilidad. De obviar todo partidismo que, en la búsqueda del protagonismo mediático, se lanza al vacío para plantear propuestas sin la debida reflexión, sosiego y diálogo, introduciendo auténticas dificultades para reconducir estos afanes hacia consensos básicos multipartitos, desde el respeto a la discrepancia y la libertad, pero sobre todo, desde el respeto a la voluntad mayoritaria de la ciudadanía.
Tenemos que llegar a acuerdos en aspectos democráticos esenciales. Y podemos encontrarlos también con el señor Sanz. ¿Estamos de acuerdo en que Navarra ha de ser lo que los navarros y las navarras queramos, lo que en cada momento libremente decidamos, sin cortapisas ni imposiciones de ningún tipo? Es un principio inequívocamente democrático que todos los proyectos políticos tienen que tener las mismas oportunidades para desarrollarse en una democracia.
Como en el caso del conjunto de Euskal Herria, también para Navarra es lo que en Eusko Alkartasuna hemos defendido históricamente, un principio que en este momento de envergadura adquiere especial relevancia para avanzar democráticamente en la vertebración y el desarrollo de Navarra y del conjunto del país.
Seguimos comprometidos en este empeño. Esta es nuestra prioridad. Porque estamos convencidos de que sin el lastre de la violencia, y desde la colaboración, todos los territorios de nuestro pueblo pueden encarar el futuro en unas condiciones que nos han de permitir las mayores cuotas de bienestar y desarrollo.
Desde EA hacemos un llamamiento a todos los partidos y agentes políticos para abrir la interlocución y el diálogo con responsabilidad y decisión, para alimentar un proceso de paz que suponga uno de los puntos y aparte más importantes de nuestra historia. Desde la importante e indispensable labor que todos debemos hacer para facilitar la reconciliación social, el respeto mutuo y, en definitiva, la convivencia deseable.
La sociedad nos exige soluciones, y nos hablará explícitamente en la manifestación del próximo sábado 1 de abril en Bilbao. Está en nuestra mano. -