No me gustan las encuestas. La facilidad para manipularlas es tal y tamaña es la habilidad de algunos para retorcer las fotografías de la realidad hasta conseguir que se parezcan a sus inconfesables deseos que normalmente me planto ante ellas como quien se planta ante un televisor desenchufado: no me dicen nada.
No obsta lo anterior para que, también yo, haga mis particulares sondeos, mis propias prospecciones sociológicas a fin de conocer lo que la sociedad piensa, para empaparme de sus inquietudes, bucear en las corrientes profundas de la opinión pública y trabajar así en coherencia a la sociedad.
Mi método, por heterodoxo, será rechazado de plano por todos los sociólogos o por cualquier adicto a las encuestas, pero a mí me sirve y, si falla, tampoco intoxico a nadie. Lo peor que puede pasar es que me equivoque de parte a parte y a nadie le interese lo que escribo, dejen de leer mis papeles y me tenga que ir con la música a otra parte. Y eso, la verdad, no es trascendental para la sociedad.
En los días que han transcurrido desde el 22-M, miro, escucho, pregunto, compro pan, tomo café, me corto el pelo, felicito el cumpleaños a algún amigo... y así me he hecho una perfecta composición de lugar sobre el estado de ánimo de la sociedad vasca. Me sobran las encuestas manipuladas. Me basta ver a la panadera sonreír (eso sí que es noticia); escuchar la cháchara del peluquero, que ya no quiere ni oír hablar de fútbol pero está entusiasmado con la política; recibir una felicitación cuando el que cumple años es el que te felicita; cambiar impresiones con un camarero que es de habitual hosco... basta eso y poco más para comprobar la ilusión que se ha abierto paso en la sociedad vasca. Los que lo niegan terminarán chocando de frente con la realidad. No lo duden.
Es, pues, el momento de la esperanza y el trabajo. Esperanza como motor y trabajo como disciplina para que puedan desatarse los nudos que han sujetado hasta ahora las claves del conflicto. Mucha esperanza pero también mucho trabajo.
Y es el momento también de tomar papel y lápiz para ir identificando a los que se empeñarán en poner palos en las ruedas al proceso. Que no se nos olviden experiencias anteriores. Los celos, la búsqueda de protagonismo, la necesidad de rentabilizarlo todo, el ansia por seguir en el machito, la acción de los intoxicadores... todo debidamente anotado. -