El Gobierno interino israelí, reunido ayer en Jerusalén, designó por unanimidad a Ehud Olmert como primer ministro después de que fuera declarada oficialmente la incapacidad permanente de su mentor, Ariel Sharon.
Probablemente el llamado Carnicero de Sabra y Shatila estaría muy orgulloso de su sucesor. A Olmert no le ha temblado la mano a la hora de manejar el «problema palestino» y las circunstancias han querido que la sucesión se produzca en medio de una agresión israelí, otra más, el consiguiente baño de sangre palestino y una crisis humanitaria en la franja de Gaza sin precedentes. Todo ello aderezado con el boicot occidental y la suspensión de ayudas al pueblo palestino porque Hamas ganó las elecciones.
Sin duda Sharon estaría orgulloso de Olmert. En la interminable violencia israelí las matanzas se suceden a ritmo endiablado queda ya tan lejos el asalto a la cárcel de Jericó, pero en apenas unos meses el delfín del Carnicero de Sabra y Shatila se ha ganado el odio de los palestinos y ha llenado de nuevos mártires los cementerios con el beneplácito de EEUU y la UE.
Las cifras son elocuentes. Desde el pasado viernes, la llamada «Operación flecha del sur» contra el norte de la franja de Gaza se ha cobrado la vida de 17 palestinos y ha dejado decenas de heridos. La artillería israelí lleva desde el pasado jueves machacando la «zona tapón» y en los últimos cuatro días ha bombardeado el norte de la franja de Gaza con más de 1.400 proyectiles de artillería, y la fuerza aérea y la Marina han atacado «bases de entrenamiento» según la terminología israelí, en respuesta al lanzamiento de cohetes artesanales. Para el presidente palestino. Mahmud Abbas, esa masiva operación no está justificada por «unos pocos cohetes disparados por algunos activistas».
Hasta el momento, la niña Hadil Raden, de ocho años, es la última víctimas de los bombardeos israelíes. La niña se encontraba en su casa de Bet Lagye junto a su madre, embarazada de ocho meses, y otros doce miembros de su familia. La casa era alcanzada el lunes por un proyectil de artillería, matando a la pequeña e hiriendo al resto de los familiares. Mohamed Raden, padre de la niña, declaró a la radio pública israelí que nadie disparó desde su casa.
La niña Hadil fue enterrada ayer. Nadie condenó su muerte, ni la del otros niño muerto por los proyectiles israelíes en los últimos días, ni tampoco nadie advirtió preocupado de que estas muertes ponían en peligro el «proceso de paz».
El ministro de Defensa israelí, Shaul Mofaz se presentó en la zona de operaciones para anunciar más mano dura y pedir a sus tropas «paciencia y nervios de acero», y que «obren con cuidado» para no afectar a los civiles, añadió sin ruborizarse. Otro militar, el general Halutz, no le fue a la zaga y culpó a los palestinos de las muertes.
Sin duda Sharon estaría orgulloso de Olmert, pero lo estaría aún más de su odiada Unión Europea. La UE calla ante las tropelías israelíes, un silencio que viene a avalar la brutal política del Estado israelí.
Incluso Naciones Unidas se ha plegado a las exigencias del guión israelí. La ONU nunca ha tomado ninguna iniciativa contra Israel por la continua violación de las resoluciones adoptadas por su Consejo de Seguridad, pero ahora se dispone a castigar al nuevo Gobierno con una política restrictiva. Según el portavoz Stéphane Dujarric, «los contactos de trabajo con el nuevo Gobierno palestinos van a continuar pero los contactos políticos serán tratadados uno por uno».
Dujarric no quiso valorar el momento de las relaciones entre la Autoridad Palestina y Naciones Unidas, pero dijo que la «posición de la ONU había evolucionado tras la llegada al poder de Hamas». Sharon también estaría orgulloso de una ONU que toma partido. -
DONOSTIA