Si hubiera un campeonato de memos, pienso, habría que poner no menos de doce peldaños en el podio. Y eso sólo para premiar a los columnistas que más destacan por acreditar una memez sin lagunas. Alguno de ellos ejerce en las páginas de “La Razón”, allí donde la ignorancia sobre todo lo referente a Euskal Herria parece mérito.
En su edición de ayer nos regalaban un artículo de Tomás Cuesta que apuntaba maneras desde el primer párrafo:«La mujer, en Euskadi, aparece sin buscarla en su doble vertiente de nodriza y de dueña absoluta de la casa. A la madre, en euskera, se la denomina ‘ama’, porque ama lo es en todos los sentidos: tanto al amamantar a su progenie como al cuidarse del patrimonio y de las llaves. Curioso asunto para que el viejo Freud le hubiese echado una pensada: ¿hacia dónde deriva una cultura en la que los símbolos más netos de la sexualidad la cerradura y la llave se dan cita en el mismo personaje?». Y al tipo este hasta le habrán pagado por escribir tamaña melonada.
Pero de lo que se trataba era de denigrar a la iniciativa Ahotsak, y decía Cuesta que «este fin de semana, un grupete de féminas vascongadas y navarras ha protagonizado en San Sebastián un akelarre a cuyo lado los de Zugarramurdi eran una reunión de congregantes. Faltaba Otegi para asumir el papel de Gran Cabrón y completar la estampa». Lo que le escocía al Cuesta es que las firmantes «eran representantes de todos los partidos y organizaciones sindicales que demandan ‘garantías democráticas para que se establezca un nuevo marco jurídico-político’ si a los vascos (y vascas) les sale de ahí mismo, digamos de las napias. Palabra de mujer, que, en las campas norteñas, es la que de verdad vale. Ese matiz con ribetes de parto no ha sido colocado en su lugar: en el ‘puzzle’ castrador del matriarcado». Este va para nota en el antedicho campeonato, ¿verdad?
Y se apretaba Cuesta el granito para mostrar el pus:«¿Qué
demonios pintaba una parlamentaria socialista Gemma Zabaleta es su
gracia haciéndoles el caldo gordo a las Nekanes? ¿Quién le dio vela en ese
entierro sin que se hayan celebrado aún los funerales? ¿No habíamos quedado en
que la paz ‘sin condiciones’ era democrática y éticamente inaceptable?». Es
reconfortante comprobar cuán despistados andan los propagandistas de la
carcundia. Ladran, luego cabalgamos. Y seguro que sobre mejor caballo que el
percherón de ‘‘La Razón’’. - msoroa@gara.net