La despedida que se quedo en el aire
A Pilar Castro, una niña de Azagra, la despedida de su padre le llegópor carta. «Me matan por un ideal, y por él muero gustoso», decía.Casi 70 años más tarde, y justo tres cuartos de siglo después de laproclamación de esa República que defendía Francisco Castro, Pilarvolvió al paredón de la Ciudadela de Iruñea, donde las balas le dejaronhuérfana aquel amanecer del 1 de febrero de 1937. Esta vez no estabasola. Su abrazo humedeció muchos ojos, hizo revivir muchos calvarios.
La carta del alcalde de Azagra, Francisco Castro, ha quedado como una pequeña joya de la intrahistoria de los dramas diarios de la guerra del 36 en Euskal Herria. Anteayer, en el 75 aniversario de la proclamación de la República, cientos de personas contuvieron la emoción en la Ciudadela de Iruñea cuando los organizadores del homenaje a los fusilados se dispusieron a darle lectura, con música de violín como acompañamiento. Pero una de ellas no lo hizo. Con los ojos llenos de lágrimas, se acercó al micrófono y se fundió en un abrazo con Asun Larreta, la secretaria de la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra, en cuyas manos estaba la carta. «¡Es su hija!», explicó a todos los presentes la persona que la acompañaba. Efectivamente, era Pilar Castro, la hija de Francisco Castro, que se resistió durante unos segundos muy emotivos a cerrar ese abrazo.Aquel era el abrazo pendiente, 70 años después. El abrazo que Francisco Castro tuvo que mandar a sus hijos en esa carta, terminada apenas dos horas y cinco minutos antes de ser llevado al paredón de la Ciudadela. El abrazo que a Pilar le llegó tarde, pero que devolvió con fuerza en este sentido homenaje a los fusilados. El abrazo que era «la despedida que se quedó en el aire», en palabras de Joseba Ezeolaza, que intervino al final del acto. «Adiós, hijos míos, tened presente que vuestro padre no muere ni por robar ni por matar, esto es lo último;lo quieren matar por un ideal, por el cual muero gustoso». Más de un millar de personas, muchas supervivientes de aquella guerra, escucharon de nuevo el viernes estas palabras, las últimas escritas por el alcalde de Azagra. Varias llevaban banderas republicanas. Los colores rojo, amarillo y morado envolvían también las flores que se deposita- ron junto al paredón en el que se ejecutaban aquellos fusilamientos. Fueron casi 300 en Iruñea, más de 3.000 en toda Nafarroa; en tapias de cementerios o en cunetas, a escondidas o como un espectáculo público. Quienes combatieron aquel ideal de Francisco Castro, claro está, no acudieron a la cita:UPNy CDNya habían rechazado la invitación de la Asociación de Familiares. Sí hubo presencia del resto del arco político: concejales como Jorge Mori (PSN)o Iñaki Cabasés (EA), parlamentarios electos como Pernando Barrena (Batasuna), la diputada Uxue Barkos (Nafarroa Bai), electos de IU... «No os avergoncéis ni ocultéis la muerte de vuestro padre a nadie». Mirentxu Agirre, la hija del alcalde de Lizarra abatido tras el golpe de Estado, ha seguido este consejo de la última carta de Francisco Castro y hoy preside la Asociación de Familiares de Fusilados de Navarra. Al inicio del acto, se encargó de aclarar que «no queremos abrir heridas; al contrario, queremos cerrarlas. En ninguna de nuestras declaraciones o aparición públicas hemos actuado con sed de venganza. Pero no es bueno que la ciudadanía continúe agachando la cabeza. Puede y debe saldar aquella tragedia consigo misma», afirmó Agirre, también con la voz entrecortada. «En las dos horas y cinco minutos que me quedan, no os olvidaré hasta que caiga sin vida en el suelo de la Vuelta del Castillo;tened mucha resignación en la vida, hijos míos, como la tiene vuestro padre para escribir estas cartas en sus últimas horas». Castro murió adivinando ya el calvario que iban a padecer los familiares. Un calvario del que Ezeolaza dio detalles: «No valen ya las excusas ante las viudas ultrajadas y paseadas, el aceite de ricino, el corte de pelo y el robo de tierras», afirmó. Las lágrimas asomaron entonces en muchos rostros que revivían años y dolor de humillación y que anteayer encontraron por fin un pequeño bálsamo. Pronto podrán ver hecho realidad el Parque de la Memoria que se proyecta en Sartaguda, «el pueblo de las viudas». Juan Carlos Espinosa se encargó cómo ese sueño va tomando cuerpo con el apoyo ya de 60 ayuntamientos: «Será un lugar para el encuentro y para la reflexión. La herida debe cerrarse de una vez y para siempre». Pilar Castro, esa niña huérfano, escuchó todo esto con
la emoción pintada en el rostro. Han tenido que pasar 70 años para que se
reconozca su dolor. Su padre escribió aquella carta el 1 de febrero de 1937,
desde la prisión de Iruñea. Su intento de huir hacia la vida había acabado en
Uztarroze, muy cerca de la muga. Luego vino el Consejo de Guerra, la trágica
carta de despedida a sus hijos («quered mucho a vuestra madre, no le queda otro
cariño que el vuestro») y el frío paredón de la Ciudadela. Eran las 7.30 de la
mañana, según consta en el libro ‘‘Navarra 1936, de la esperanza al terror’’,
elaborado por la editorial Altaffaylla venciendo a la ignorancia impuesta
oficialmente durante tantos años, y todavía hoy día. En el listado queda claro,
como resaltó Joseba Ezeolaza, que «en Navarra las balas sólo tuvieron una
dirección. Aquí no hubo un frente, hubo una masacre».
Caseda e Irun
El de Iruñea no fue el único. En otra localidad navarra, Cáseda, ayer también se multiplicaron las emociones al dar lectura a los nombres de nada menos que 42 fusilados, en honor a los que se bailó un aurresku ante el Ayuntamiento. A continuación, los participantes se desplazaron hasta el cementerio para realizar una ofrenda floral.En Irun, como en Iruñea, sonó también el Himno de Riego. Fue anteayer, en un acto organizado por la Asociación Republicana Irunesa Nicolás Guerendiain, que reunió a 300 per- sonas. Nicolás Gerendiain fue el nombre del primer alcalde republicano de Irun (1890-93), y era también el de su hijo, juez fusilado en la guerra del 36. -
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