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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-04-16
Gaspar FRAGA | Director de la revista «Cañamo», que cumple 100 números
«La mejor solución es legalizar las drogas y regular dónde y cómo se compran»
La revista decana de la prensa cannábica estatal acaba de sacar a la calle su número 100, tras casi diez años de que viera la luz su primer ejemplar. Su entonces impulsor y actual director, el catalán Gaspar Fraga analiza en esta entrevista para GARA cómo el consumo de cannabis, hachís o marihuana, y su percepción social ha evolucionado en esta última década.

Para conmemorar su número 100, la revista ‘‘Cáñamo’’ ha tenido una curiosa iniciativa y es llevar a cabo lo que se considera como la mayor acción «cannábica» jamás emprendida. Con cada ejemplar ­al precio de seis euros­ los lectores obtienen dos semillas feminizadas de las variedades medicinales más productivas de cannabis. Celebra así casi una década «de cumplimiento del deber de informar sobre el cannabis y otros aspectos relacionados» con esta planta. Hablamos con su director.

­¿Qué regalo le gustaría recibir en este 100 cumpleaños?

El mejor sería que se legalizara el cultivo de cannabis en todo el mundo. Es decir, que se regresara a la situación anterior a la actual prohibición en que los «gringos» pusieron a esta planta tan útil como maravillosa.

­¿Qué sensaciones tenía cuando en 1997 salió el primer número y cuáles le han quedado después de este 100?

Cuando publicamos el primer número de ‘‘Cáñamo’’, además de ilusión, tuve una enorme alegría por ver en marcha la posibilidad de normalizar la situación del consumidor de cannabis. Ahora, con el número 100, tengo la satisfacción de haber contribuido a que la percepción social del cannabis y de sus consumidores se haya casi logrado. Por ejemplo, lo principal es que ya no se ve como «drogadicto» al fumador de cannabis.

­¿Cómo surge «Cáñamo»?

La revista surgió en Barcelona tras de una multitudinaria asamblea de la Asociación Ramón Santos de Estudios del Cannabis (ARSEC) en la cual yo propuse ante 500 socios abandonar de una vez la fase «panfletaria» de boletines fotocopiados para hacer una revista «normal» que llegase a los quioscos y que cualquier lector pudiera desplegar en el metro, el bus o incluso en su casa o en el trabajo.

­¿Y qué ha cambiado en la cultura del cannabis entre un número y otro?

La revista no sólo ha informado rigurosamente acerca de todos los aspectos referidos a esta planta y a sus derivados, información muy importante si contamos con que más del 80% de las noticias sobre drogas que aparece en los medios proviene de juzgados, comisarías, cuarteles, hospitales u otras instituciones del Estado; por tanto, es una información viciada en su origen, y que a diferencia de la proporcionada por ‘‘Cáñamo’’ es tendenciosa, cuando no claramente sesgada.

Además, nuestra revista ha enseñado a los jueces a que no pueden condenar a alguien porque le hayan confiscado 15 plantas que han sido pesadas con tierra, raíces, tallos y hojas arrojando un peso de muchos kilos, que dará lugar a un delito de «notoria importancia» contra la salud pública, cuando lo que realmente «causa» ese daño a la salud, lo que se fuma, son los cogollos desecados y ya curados, lo cual no es igual pues el peso se reduce hasta pocos centenares de gramos.

Más aún, recuerdo que al principio de la publicación me comunicaron que en el cuartel de la Guardia Civil de Grandas de Salime, en Asturias, tenían expuestas páginas de nuestra revista, con fotos de plantas de marihuana, para que aprendieran los «pikolos» y dejaran de confiscar matas de ortigas y picarse las manosŠ Total, que al poco, en todos los cuarteles de Asturias se leía ‘‘Cáñamo’’.

­Imagino que habrá habido buenos y malos momentos

Sí, como en toda situación. Pero, sobre todo, los peores momentos fueron a finales de 2003, cuando el entonces ministro de Interior, Angel Acebes, amenazó con clausurar las revistas, las tiendas e ilegalizar las semillas, todo de un plumazo y mediante un decreto ley por la vía administrativa, pues por la penal no podía meternos mano. Pero ya antes, en 2002, el fiscal general, aquél con cara de crápula, Cardenal, ordenó un seguimiento policial de ‘‘Cáñamo’’ y tuvimos los teléfonos pinchados una temporaditaŠ Peor aún, tras la detención del presidente de una asociación cannábica de Araba, que creo aún sigue en el penal de Soto, al que en la revista denominábamos activista vasco o algo así, recibí una llamada anónima con sonido de fondo de caracola marina en la que un tipo me amenazó por «llamar activista a un asesino...», me dijo con duro acento autoritario.

­«Cáñamo» decidió «salir del armario» con aquel número uno. ¿Quedan muchas cosas y muchos dentro de ese armario?

Pues sí, muchos. Según datos oficiales, en el Estado español hay más de tres millones de fumadores de cannabis más o menos habituales. Un colectivo importante que, sin embargo, no lo parece pues en la manifestación anual que se hace en Madrid, tirando largo, nunca se supera los 10.000 asistentes. ¿Por qué? Creo que la tolerancia social es muy alta y por esto ningún fumeta se molesta en protestar, aunque debería hacerlo, pues hay razones para ello, ya que mientras pueda seguir fumando, tranquilo con su rollito, en cualquier bar, esquina o parque, consiguiendo costo o hierba fácilmente, no se mete en líos. Pero adopta otra actitud cuando es multado con 300 euros y se entera entonces de que está siendo perseguido, marginado...

­¿Han pensado en portadas de apoyo tipo «Zero»?

Hemos sacado a políticos, magistrados, intelectuales, artistasŠ, pero en páginas interiores, no en portada. No creo que a algunos personajes les importara salir en la portada, pero no lo hemos intentado. Gracias por la idea...

­Los políticos del PP la habrán leído también, puesto que, como antes recordaba, la quisieron cerrar cuando gobernaban...

Sí, el Plan Nacional de Drogas y la Federación de Ayuda a la Drogadicción son suscriptores de ‘‘Cáñamo’’ desde los inicios de la revista. Lo que más me chocó en cierta ocasión es que me dijera un político del PP, técnico en drogodependencias, a quien quise entrevistar y se me escabulló, que nuestra revista era «necesaria». La verdad es que entonces me mosqueó, porque además no me lo aclaró. Después comprendí que así era, que tenía razón en decirlo aunque su razón no coincidiera con la mía.

­No sé si lo dice porque le he leído decir en una entrevista que el Estado sólo tiene dos justificaciones de control social hoy, ETA y las drogas. ¿Qué quería decir?

Pues está bien claro ¿no? Fíjese en qué modo, tras del «once ese», se ha asociado narco con terrorismo. Y tome nota de un dato: la autonomía que menos multa con la sanción administrativa de la L.O. 1/92 de Protección de la Seguridad Ciudadana, la malhadada Ley Corcuera, es el País Vasco. Es incoherente, pero en la Memoria del Plan Nacional de Drogas referida a 2003, las multas por consumo o tenencia en la vía pública por cada 10.000 habitantes, se dice que en el País Vasco fueron 0,21 ante 56,64 en Canarias, 56,58 en Ceuta o 35,93 en Cantabria.

No se entiende a menos que sepamos que la Erzaintza no ha facilitado sus datos, lo que resulta una explicación plausible, aunque me inclino a creer que es porque están más por la labor de controlar a la «kale borroka» y a la ETA que no a los infractores de esa Ley Corcuera.

Una Ley que, sin embargo, es un excelente medio de control de la población juvenil pues bien sea por la hora, la indumentaria, las pintas, o por el lugar en que se encuentre, por lo que sea, cualquiera, joven sobre todo, es interceptado en las vías públicas para el cacheo o el registro de su vehículo. Eso conculca el derecho a la libre circulación de la persona, atenta a su dignidad. Encima, la multa de marras le crea al joven o adolescente multado un problema familiar, escolar o laboral. Además de servir de control, la Ley Corcuera, con un récord histórico de 173.000 personas multadas en 2004, a razón de 300 euros cada sanción, resulta una rica fuente de ingresos anuales.

­¿La despenalización de las drogas ilegales es una batalla perdida o algo a muy largo plazo?

De hecho la despenalización de las drogas ilegales ya existe para sus consumidores mientras éstos no las consuman o las lleven encima en lugares o transportes públicos, donde serán sancionados con la multa de 300 euros de la Ley Corcuera antes mencionada y la incautación de la droga. Pero el consumidor no es penalizado, no incurre en delito mientras no haya indicios de que las drogas que lleva encima no se destinan al tráfico. Esta ley, creada por el PSOE, que sanciona administrativamente al consumidor, es el caballo de batalla de nuestra revista desde su fundación y desde entonces ‘‘Cáñamo’’ continúa exigiendo que algunos de sus artículos, porque violan derechos constitucionales, sean derogados.

­¿Legalizaría usted todas las drogas ilegales?

Pues sí, estoy de acuerdo en ello. Tras casi 50 años de prohibición, de ilegalidad, no sólo han fracasado todas las políticas internacionales represivas, sino que han sembrado una cosecha perversa en todos los sentidos: enfermedades, aumento de población penal y de prisiones, individuos y familias destrozados, corrupción generalizada en todos los niveles de la sociedad, sea en la escala administrativa, judicial, policialŠ o en el plano económico y financiero, sin mencionar el incremento de bandas armadas y la influencia que el narcotráfico viene teniendo en muchas guerras y guerrillas.

En cuatro palabras: «Droga prohibida, Mafia agradecida». Por todo ello la mejor solución es legalizar todas las drogas y regular el dónde y el cómo de su adquisición, pues no es igual obtener cocaína o heroína en la farmacia que en la calle; como no es lo mismo fumar marihuana de cultivo libre que comprarla en el mercado negro, aunque sí podría hacerse en el estancoŠ

­¿Complicado encaje legal?

Para esta legalización ni siquiera haría falta reformar el Código Penal, pues si estudiamos la actual Ley del Medicamento vemos que ésta serviría. Así lo propugnaron en el Manifiesto de Málaga, en 1991, más de cien expertos de la jurisprudencia y, aunque ahora parecen haberlo olvidado, entre ellos estaban el actual fiscal general Conde-Pumpido y el ya ex-ministro de Interior José Antonio Alonso.

­¿Debe haber límites entre lo permitido y lo prohibido?

Sin duda que sí ha de haber limitaciones. Del mismo modo que no es conveniente que fume un porro una persona con problemas síquicos o discapacidad mental, también es cierto que yo, informado y responsablemente, puedo adquirir una droga para mi consumo. O sea, mientras yo no perjudique a nadie ni a nada bajo los efectos de una droga, no veo por qué razón el Estado debe intervenir en mi decisión y controlarme más adentro de los límites de mi piel, pues, como es ahora, está privándome de la libertad de elección, de la libertad de expresiónŠ De mi derecho a ejercer mi libre albedrío. -



«He probado muchas drogas y lo más dañino ha sido sentirme acosado»
­¿Cómo convencería a una madre de que fumar porros no es malo? ¿o sí?

Je, je... Convencí a mi madre demostrándola que era buen trabajador y padre de familia, que saludaba amablemente a todos los vecinos, en definitiva, que fumar «maría» no me hacía ser un Drácula o un Frankestein, y además, con un porrito yo disfrutaba de mejor calidad de vida y cumplía con todos mis deberes sociales de manera cívica. Es más, si el cannabis es bueno para algunos enfermos, por qué rayos va a ser malo para mí que estoy sano a mis 62 abriles.

­¿Y qué les dice a su hijos?

A mis hijos siempre les advertí de que no fumaran tabaco ni cannabis, ni bebieran alcohol hasta hallarse orgánica, mental, caracterial y completamente formados. Es decir, si no pueden conducir un coche o votar hasta los 18 años... pues lo mismo. Yo hice caso a mis padres y hasta los 19 años no empecé a fumar tabaco, aunque una vez, a los 17 años, probé la grifa (marihuana), un «cigarrito de la risa», je, je... pero fumarla no me condujo a más drogas que al tabaco.

­¿Cuántas drogas ha probado usted? ¿Y qué es lo peor que le ha pasado por ello?

Pues bastantes, la mayoría por curiosidad experimental, tanto naturales, digamos cannabis, coca, ayahuasca, opio, cactus, hongos, como artificiales, léase LSD, MDMA, 2-CB, speed, también legales, como alcohol, cafeína, tabaco, ansiolíticosŠ La cuestión no está en cuáles ni en qué cantidad, pues cada sustancia requiere su dosis, una preparación y un entorno para su consumo, además, claro, de un conocimiento, una información real, no leyendas y mitos alarmistas. La verdadera cuestión está en la moderación con que se hace el consumo de cualquier droga. En cuanto a lo peor que me ha pasado, ha sido el temor a no poder ser libre, sentirme acosado por la prohibición, por sus leyes. Esto es lo que hace malas a las sustancias prohibidas.

­Cuando lee mil y un estudios sobre los efectos, la mayoría siempre incidiendo en lo perjudicial, de la marihuana, del hachís, ¿cómo se los toma?

Bueno, lo cierto es que desde hace ya tres decenios o cuatro, en los que se ha venido estudiando y experimentando científicamente con el cannabis, se ha demostrado que éste no es lo dañino que nos dicen. Tampoco es inocuo. No hay nada inocuo, ni la aspirina. Pero, cada vez con argumentos más falaces, quienes siguen empeñados en decir que «no existe el porro terapéutico» o que el cannabis (hachís o marihuana) es «primer paso en la escalada» hacia otras drogas, que «provoca impotencia» o «pérdida de memoria» y cosas así, en realidad, ya sean siquiatras, biólogos o farmacólogos, están sirviendo, y cobran por ello, a unas políticas injustas e ineficaces con las que se desea mantener una situación con muchos intereses creados detrás. Y no digo que sean malos profesionales o científicos ineptos, sino que, simplemente, han vendido su alma al diablo, se llame éste PND, FAD o Proyecto Hombre. Por eso, con tantos estudios y datos leídos por mí, me los tomo como cosa de charlatanes. -


 
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