La derecha española está nerviosa porque teme que los movimientos que se están produciendo en el escenario político concluyan en una democratización de las estructuras del Estado y de su cuerpo doctrinal que permita a las ciudadanías de las distintas naciones que todavía agrupa pronunciarse libremente sobre su futuro. Los herederos de la dictadura franquista que llenó de sangre Nafarroa y el resto de la Euskal Herria peninsular son poco partidarios de la democracia si ésta no está previamente atada y bien atada hasta el punto de desnaturalizar el propio concepto, como ocurrió en los años inmediatamente posteriores a la muerte de Francisco Franco. Por eso, por ejemplo, el denominado Amejoramiento foral nunca ha sido sometido a consulta de las navarras y navarros.
Este nerviosismo está llevando a los líderes de la derecha española a dar espectáculos ciertamente patéticos, como los que ayer ofrecieron el presidente del PP, Mariano Rajoy, y el presidente del Gobierno de Nafarroa, Miguel Sanz. Mientras el primero se deslizaba por el tobogán del absurdo con afirmaciones como «Navarra es Navarra desde hace siglos y Euskal Herria no existe», el segundo se oponía a cualquier consulta a sus conciudadanos sobre su estatus jurídico-político por considerarlo de antemano una concesión a ETA.
Pero en algo tienen razón tanto Rajoy como Sanz: el futuro de Nafarroa no debe decidirse en «un debate con ETA». De hecho, no se conoce que ni la organización armada ni ninguna otra proponga semejante cosa. El futuro de Nafarroa deben decidirlo las navarras y los navarros en absoluta libertad, teniendo ante sí todo el abanico de posibilidades. Es el actual marco político el que impide a la ciudadanía navarra decidir. Ahora se abre la posibilidad de iniciar en Euskal Herria un proceso que lleve a la ruptura de ese tipo de imposiciones y vetos. Las navarras y navarros tienen derecho a participar en ese proceso desde el inicio, tienen derecho a participar en el acuerdo que surja de él y tienen el derecho de decidir cómo quieren estar en ese acuerdo. Es la derecha española, la que sabe que su proyecto sólo se sostiene en base a la imposición y la coacción, la que se opone de forma más pertinaz a reconocer a su pueblo la mayoría de edad. Y es porque le tiene miedo. Lo ha demostrado a lo largo de la historia y lo vuelve a demostrar ahora con su histeria. -