Los hay que se pasan la vida diciendo a los demás lo que deben hacer y nunca encuentran un momento para mirarse en el espejo. Pedro J. Ramírez editorializaba ayer sobre la reunión de Otegi, Petrikorena y Barrena con Ibarretxe y se mostraba así de solemne: «Batasuna debe repudiar la violencia y ETA debe entregar las armas». Algún día alguien contará las cosas que contaba el general Sáenz de Santamaría sobre las cosas que le pedía Pedro J.
Le indignaba la reunión y que José Blanco dijera la memez de que a Otegi se le recibía a título personal. Un poquito de razón no le faltaba, pero aprovechaba para sentenciar: «las palabras de Blanco son una hipérbole o más bien una perogrullada que subraya la contradicción de que Ibarretxe dedicara tres horas a entrevistarse con el portavoz de un partido que está fuera de la ley y, por tanto, no debería tener protagonismo político alguno». El protagonismo que le otorgan decenas de miles de votos.
A Ramírez tampoco le gusta que Otegi pidiera que les dejaran en paz: «Habría que recordar a Otegi que Batasuna es un partido ilegalizado por el Tribunal Supremo. Cuando la Ertzaintza ha disuelto una manifestación o ha detenido a un militante de Batasuna, lo ha hecho por orden judicial. ¿Acaso pretende Otegi que el Gobierno vasco no cumpla las decisiones de los jueces y la legalidad vigente?». ¿Y si le contestan que sí? Lo mejor es cuando se enredan en su propia maraña: «si Batasuna quiere volver a ser un partido legal y tener los mismos derechos que cualquier formación democrática, Otegi lo tiene muy fácil: debe renunciar de forma expresa e inequívoca a la violencia, condenar los asesinatos de ETA y pedir perdón a las víctimas. Ello sería suficiente para que el Supremo pudiera revocar la prohibición». Vamos por orden. Batasuna no puede renunciar a la violencia porque no la ejerce; condenar o no la actividad de otro grupo debiera ser tan libre como callarse o hablar y pedir perdón a las víctimas que han causado otros es insólito. ¿Pediría perdón Pedro J. a los familiares de Brouard, Muguruza, Lasa, Zabala, Arregi...?
Y al final, guiado por los nervios, la melonada: «lo
mismo que el Estado no puede renunciar a perseguir los delitos cometidos por los
etarras, tampoco debe aceptar que una organización mantenga un arsenal en su
poder, sean cuales sean sus propósitos, pues esa nueva circunstancia la
tenencia ilícita de armas ya sería en sí misma delictiva». ¿Adónde van los
españoles con gente así? -msoroa@gara.net