Raimundo Fitero
Entrevistas
Felipe González sigue siendo un animal de pantalla. Y la pantalla, cuando no solamente Quintero se vuelve loco, se convierte en algo que puede aportar algo más que un entretenimiento conformista y adormecedor. Aunque bien mirado, ¿no es un ansiolítico catódico el que estén simultáneamente el mencionado ex presidente y la actual vicepresidenta del Gobierno español entrevistados por dos fieles escuderos, como “El loco de la colina” e Iñaki Gabilondo? Yo me digo, si invitas a alguien a tu programa, ¿no le vas a maltratar? Bueno, si eres del mundo atrofiado mentalmente del corazón, sí, porque les pagas y les pegas. Va en el cheque el maltrato y el desafuero. Pero normalmente, se tiende a tener buen rollo con el invitado. Pero de ahí al servilismo hay mucho. O al despiste interesado.
Un detalle: Iñaki Gabilondo preguntó a María Teresa Fernández de la Vega sobre su armario, sobre su vestuario, por su gusto a vestirse con gusto. Fue un momento desgraciado, la decadencia de un periodista que ha enarbolado la bandera de la dignidad y la ética. Pero lo intentó arreglar. Le entró el sofoco y la lucidez. Pidió perdón inmediatamente por haber realizado una pregunta imbécil empujado por el ambiente absolutamente machista y fascistoide de todo el dispositivo mediático aznarista. Fue un desliz muy grande.
Lo de Jesús Quintero y Felipe González fue más de compadreo. La actitud de González respecto a Zapatero es bastante lamentable. Despectivo, como si no pudiera asumir que está labrándose un lugar en la historia, algo como si no le sentase bien que el que le ha sucedido en los destinos del socialismo español no sea felipista, ni guerrista, sino que está formado de otros mimbres. No fue capaz de decir nada serio sobre lo que está haciendo, simplemente dejó caer una puñalada fétida. Para Felipe, ZP tiene suerte. ¿Nada más? Pero se le ve muy relajado. Tiene sueldo, escolta y atribuciones de por vida por parte del Estado, se dedica a dar conferencias bien pagadas, a escribir artículos que no entiende ni él, y a hacer joyas para sus amistades a precio de artista. ¿Qué más quiere el señor equis? Además, muerto el perro, se acabó la rabia. -
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