Txente REKONDO
Tempestad en el techo del mundo
Mientras que por estos pagos se ha estrenado la película “Himalaya”, desde aquellas tierras nos llegan noticias de una situación mucho más cruda. Una realidad donde al fondo nevado de las montañas más altas del mundo les acompaña una lista de muertos, protestas, manifestaciones, y donde tras la tempestad que se ha desatado parece asomar cada vez con más fuerza la bandera roja que enarbolan algunas organizaciones en el sur de Asia y que busca su sitio entre las cumbres más altas de la tierra.
El pasado mes de febrero se cumplieron dos aniversarios relevantes en Nepal. Por un lado se cumplían diez años desde que el Partido Comunista de Nepal (Maoísta) PCN (M) lanzó su campaña de «guerra popular», y por otro lado se cumplía un año desde que el rey Gyanendra asumió todos los poderes del país, en lo que se ha venido a presentar como «un golpe de estado en toda regla». Es evidente que en estos momentos la centralidad nepalí gira en torno a estos dos protagonistas, aunque a la luz de los acontecimientos más recientes no podemos descartar la presencia de otros actores, como la alianza de los siete principales partidos políticos del país, las fuerzas de seguridad, el pueblo nepalí o países extranjeros como EEUU, China o India.
PROTAGONISTAS La maniobra real del pasado año se justificó desde el palacio como la única salida para «poner fin a la corrupción política y a la ofensiva maoísta». Sin embargo, transcurridos catorce meses desde aquella fecha, la situación de la monarquía absolutista en Nepal parece abocada a un callejón sin salida, donde la figura del rey es rechazada por la mayoría de la población, que difícilmente podrá aceptar una salida a la reciente crisis que no acabe con el régimen monárquico. A pesar de las presiones exteriores, el rey Gyanendra no ha utilizado medidas negociadoras para afrontar este reto, sino que ha sumido al país en una vorágine de represión y muerte que tendrá consecuencias para su supervivencia política futura.
El toque de queda, doblar el periodo de detención, detenciones masivas, prohibición de manifestarseŠ son medidas que, lejos de desanimar a la población, le han inyectado nuevas fuerzas para seguir, y decididamente apostar por una salida sin la monarquía, en unos momentos en los que la mayoría de analistas coinciden en señalar que Nepal se encuentra en una encrucijada.Por su parte el PCN (M) ha venido dando pasos en los últimos meses que le refuerzan de cara a condicionar el futuro del país de una u otra manera. El acuerdo de doce puntos alcanzado con los siete partidos políticos que conforman la «Alianza de los Siete Partidos» (ASP) supone un avance cualitativo en la estrategia maoísta que, como sus dirigentes han reconocido, han adaptado a la realidad básica que vive hoy Nepal. Así, reconociendo que sus metas máximas son «el socialismo y el comunismo», han llegado a un acuerdo con la ASP para aceptar unas bases mínimas, donde el logro de «una república democrática y la asamblea constituyente» serían los puntos centrales, coronado todo ello por «asumir por parte de todos que el veredicto del pueblo es el mejor proceso democrático». Mientras que los llamamientos de los dirigentes maoístas se sitúan estos días en el plano de animar a la población a participar en las protestas lanzadas por la ASP, y en ese sentido cabe entender «el alto el fuego unilateral» declarado en el valle de Katmandú, por otra parte, no han cesado su acoso militar al régimen monárquico. Con cerca del 40% del territorio nepalí bajo su control, con iniciativas políticas que le sitúan como uno de los protagonistas principales para solucionar la crisis, el PCN (M) ha lanzado estos días importantes ofensivas en otras partes de Nepal, fundamentalmente contra cuarteles, comisarías y edificios gubernamentales, así como contra prisiones, demostrando que las bravuconadas del rey y sus seguidores cuando anuncian el control de la situación no son más que «castillos en el aire».
OTRAS PIEZAS Además de la monarquía y los maoístas, en el puzzle nepalí también encajan otras fichas. Una de las piezas es la ASP, que ha puesto en marcha ese movimiento para que Nepal alcance la democracia. La imagen que buena parte de la elite política nepalí refleja entre su pueblo no tiene muy buena prensa. La mayoría han estado inmersos en disputas partidistas y en quién administra los flecos que permitía el régimen monárquico más que en la búsqueda de una solución global para Nepal. Si bien es cierto que han recuperado protagonismo con sus iniciativas de estos días, también hay quien señala que las protestas les han podido superar, o que al frente de ellas se han situado cuadros locales, más que las direcciones de los partidos políticos.
En esa misma línea hay quien apunta que los verdaderos motores de las protestas, tras superar incluso a la ASP, han sido organizaciones populares no vinculadas a ningún partido, asociaciones civiles y profesionales, así como estudiantes y comunidades locales. Este movimiento popular también puede incidir a la hora de afrontar una salida negociada al conflicto, pues a tenor de las manifestaciones y declaraciones, la ASP tendría difícil un acuerdo con el rey, cuya salida del poder exigen sin descanso los manifestantes.Al rey todavía le quedan dos pilares importantes que pueden permitir alargar su agonía política. El primero de ellos lo conforman las fuerzas de seguridad (la policía, las fuerzas armadas y el Ejercito Real de Nepal ERN), que no han dudado en aplicar la política de mano dura impulsada por el monarca. De todos ellos, el papel clave en estos momentos estaría en manos del ERN, que mantiene una lealtad a la corona que se remonta a siglos pasados. De momento los más de 150.000 miembros de estas fuerzas no han dado muestras de cambiar su política de apoyo al rey, aunque hay quien apunta que si la crisis se prolonga mucho tiempo, podrían darse movimientos en otra dirección.
TRIANGULO EXTRANJERO También asoman manos extranjeras en torno al conflicto. EEUU, China e India conformarían el triángulo de intereses que podrían condicionar también el futuro del país. Los apoyos de unos u otros dependen de los intereses de sus respectivos países, ajenos por norma general a los del pueblo nepalí. Si alguno de estos actores se decanta por una política determinada, apoyo o no de la monarquía, el otro actuaría en la otra dirección. En lo que coinciden todos es en buscar una salida en la que los maoístas no tengan protagonismo.
EEUU observa con preocupación para sus intereses que una revolución en Nepal podría servir de detonante para otros países, algo que comparte también el gobierno indio, que tiene que hacer frente a una importante rebelión maoísta en varios de sus estados. Beijing, por su parte, sigue manteniendo un pulso por hacerse con el protagonismo en Asia, aunque tampoco muestra entusiasmo por un triunfo del PCN (M).Nepal presenta una fotografía con el rey Gyanendra controlando la capital y el resto del país o en manos maoístas o con las calles llenas de manifestantes que piden el fin del régimen monárquico. La economía sufre un importante golpe con este ambiente tan crispado, el desempleo aumenta y la población sale a las calles con una clara consigna, «libertad, no a la monarquía», mostrando la incompatibilidad entre democracia y un régimen autoritario y represivo como la monarquía nepalí. El futuro de Nepal parece estar más cerca del que ha venido diseñando el PCN (M) que el que puede representar hoy en día el monarca y sus aliados. - (*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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