BAGDAD
El primer ministro saliente y candidato a la reelección, Ibrahim al-Jaafari, mostró su disposición a renunciar, tras semanas de presiones de EEUU, con las que han hecho causa común no sólo los principales partidos kurdos sino las formaciones sunitas que accedieron a presentarse a los comicios del 15 de diciembre.
El anuncio fue realizado por su lugarteniente en la formación chiíta Al-Dawa, Jawad al-Maliki, cuyo nombre suena con fuerza para suceder a al-Jaafari como primer ministro. «El doctor al-Jaafari fue designado por la Lista Unida Iraquí (AUI) y él ha pedido que sea este bloque el que decida sobre su candidatura», señaló al-Maliki, quien añadió que su jefe de filas «ya no insiste en mantener el puesto (...) en un intento de preservar la unida de la alianza», que logró 128 de los 275 escaños de la Cámara.
Lo cierto es que la Lista Unida Iraquí le eligió a principios de este año para el cargo en una ajustada votación en la que resultó decisivo el apoyo a al-Jaafari de la cuarentena de diputados del joven líder chiíta Moqtada al-Sadr.
Esta elección, que respondió a criterios absolutamente democráticos en el seno de la formación más votada y encargada de formar gobierno, fue duramente criticada por EEUU, en uno de sus ya habituales y peligrosos giros tácticos en el Irak ocupado.
El presidente de la Administración colaboradora, el kurdo Jalal Talabani, se convirtió en el abanderado de la exigencia de renuncia de al-Jaafari, a la que se sumaron las formaciones sunitas.
Estas últimas responsabilizan al Gobierno de al-Jaafari de liderar los «escuadrones de la muerte» que, desde el Ministerio de Interior, siembran el terror entre la población sunita, a veces en represalia a los ataques de la resistencia y otras muchas en una deriva autónoma que amenaza con anegar el país en una guerra civil los sucesos tras la destrucción de la Mezquita Dorada de Samarra, en febrero, fueron la muestra.
Tras la marcha atrás de al-Jaafari, el resto de grupos accedieron a suspender la reunión prevista ayer en la Cámara, para dar tiempo a la lista unida chiíta a que celebre una nueva asamblea el sábado.
Lo que se da por seguro es que el puesto de primer ministro será ocupado por un miembro de Al-Dawa casi con total seguridad Maliki, lo que acaba con las expectativas del candidato de la también chiíta Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (ASRII), derrotado en enero pasado, Adel Abdel Mehdi, quien presumiblemente será nombrado primer vicepresidente. Todo apunta a que el kurdo Talabani repetirá como presidente.
En el peculiar reparto de cargos según criterios étnicos o confesionales impuesto por los ocupantes, el tercer cargo en importancia, el de presidente del Parlamento, está reservado a un sunita.
Pero, a cambio de la prácticamente segura renuncia de al-Jaafari, los chiítas han forzado la renuncia a este puesto por parte de Tarek al-Hachemi, del Partido Islámico (44 escaños), quien cederá el cargo al sunita Adhane al-Dulami, de una formación menor de la coalición sunita Frente de la Concordia.
