El secretario general de la ONU, Kofi Annan, ha hecho llegar al Consejo de Seguridad un informe en el que llama la atención sobre el deterioro de la situación en Sahara. El secretario general apunta a Marruecos como el principal responsable de la escalada de tensión y censura, entre otras actuaciones del régimen de Rabat, la represión de manifestaciones pacíficas o la falta de garantías en los juicios a saharauis. En este sentido, el secretario general de la ONU alerta sobre las vulneraciones de derechos humanos que se dan en un territorio al que Naciones Unidas ha otorgado sucesivos planes, tendentes a completar la descolonización que abortó la desordenada retirada militar española en los estertores del franquismo. Sin embargo, la falta de voluntad de Marruecos para aplicar las resoluciones de Naciones Unidas han hecho posible que, tres décadas después, los ciudadanos de Sahara sigan acampados en el desierto argelino mientras su país sigue ocupado por el reino alauita.

El informe presentado al Consejo de Seguridad deja traslucir una buena dosis de impotencia, al constatarse en él la imposibilidad de que la ONU gestione eternamente el incumplimiento por Marruecos del pilar de todos y cada uno de los planes planteados para Sahara: la celebración de un referéndum en el que los saharauis puedan decidir sobre su futuro. Sin embargo, la forma en que Annan resuelve esa falta de eficacia de la institución a la que representa no alienta a pensar en que la situación que padece el pueblo saharaui vaya a encauzarse en el sentido que preconiza el secretario general, esto es, mediante el ejercicio del derecho de autodeterminación. De hecho, Kofi Annan no reclama medios para hacer cumplir sus obligaciones a Marruecos, sino que preconiza unas «negociaciones directas» entre ocupante y ocupado, aunque siempre al abrigo de las Naciones Unidas.

Cuando el monarca Mohamed VI desarrolla una intensa campaña, dentro y fuera de Marruecos, en favor de un estatus de autonomía para Sahara, la invitación de la ONU puede llevar a Marruecos a interpretar que puede seguir por la senda de negar la independencia de Sahara. ¿Si se cree que la solución pasa por la autodeterminación, para qué plantear un «arreglo» bilateral? Quizás después de todo sólo se trate de diluir el fracaso de la ONU a la hora de articular las presiones necesarias para hacer prevalecer el derecho internacional sobre los intereses que amparan al ocupante de Sahara.-