Rosa ANDREU | Socióloga
«La discriminación sexista existe también en el arte y la cultura»
¿Cuántos genios de la pintura somos capaces de citar? y ¿cuántas genios? Probablemente, muchas menos. Nadie se atreve a poner en duda en voz alta que hombres y mujeres tenemos las mismas capacidades para la creación, sin embargo, seguimos sin ser valorados de igual manera. Para Rosa Andreu queda aún mucho camino que recorrer en el terreno de la cultura para conseguir la igualdad.
Los estudios sobre hábitos y prácticas culturales indican que las mujeres presentan un índice de participación mayor en este ámbito que los hombres.Sin embargo, siguen siendo ellos, mayoritariamente, los que sobresalen como artistas. Otro dato: en la actualidad más de un 60% del alumnado de la facultad de Bellas Artes, en Leioa, son mujeres y, sin embargo, más del 70% de los autores que consiguen un éxito profesional en este terreno son hombres. «Es una realidad. En todas las prácticas culturales, desde el bertsolarismo hasta el arte cibernético, ocurre lo mismo: hay una descompensación a la hora del reconocimiento social de las mujeres que producen esas prácticas culturales, sus propuestas y sus planteamientos». Así lo cree RosaAndreu. Profesora en la facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, Rosa Andreu es socióloga especializada en Antropología Social. Sostiene y argumenta que, en la actualidad, sigue existiendo discriminación sexual en el arte y la cultura, una afirmación que algunos consideran trasnochada. Andreu observa con verdadera preocupación «que la mujer no sepa reconocer su situación de discriminación».«Muchas mujeres explica no creen que se les valore menos. Podemos decir que existe una falsa conciencia de igualdad entre hombres y mujeres pero, cuando aterrizamos en el terreno de la cultura y el arte, parece que el hecho de ser mujer no te va a condicionar con respecto al reconocimiento que vas a tener, sea económico, social, de prestigio o de cualquier otro tipo». Desde su punto de vista esta «apariencia de igualdad» es consecuencia del «discurso patriarcal actual». La docente hace hincapié en la diversidad de hábitos y prácticas culturales. «Todavía hoy en día aparece una contradicción clarísima entre el campo artístico lo que se entiende como el arte de élite y lo que se considera arte popular. Me refiero al eterno debate entre arte y artesanía. El contexto define como artesanía o arte una u otra práctica, dependiendo de quiénes las producen, para quiénes las producen, quiénes las consumen. A veces, no nos damos cuenta de que es el campo artístico el que crea las diferencias entre la auténtica obra maestra, las obras de arte menor, la artesanía... Frente a la aparente democratización, todavía existen prácticas culturales que reflejan las diferencias sociales». De esta forma, comenta, el «arte elitista» se presenta como un valor universal mientras que las prácticas culturales específicas de un determinado lugar «se asocian a la tradición, la artesanía». Así, cita la socióloga, «las mujeres de Euskal Herria implicadas en una práctica cultural artística y, además, sustentada en los valores culturales vascos van a tener esa doble discriminación: la de ser mujer y, además, reproductora de los esquemas tradicionales». Según su punto de vista, esta situación se repite en todos los terrenos de la cultura. «Las mujeres han sido sistemáticamente excluidas de ciertas opciones, como la escultura con forja, adjudicándoseles ciertos materiales, temáticas o estilos».
Protagonistas activas
Rosa Andreu opina que la mujer debe cuestionar el campo artístico. «Debemos poner en evidencia cómo el sexismo aparece implicado en todos los procesos de valoración de la obra». Lamenta que aún escuchemos «que las mujeres se han ido incorporando a la cultura; eso que solemos llamar la participación de las mujeres». Un mito, para Andreu, «que tenemos que desbancar, porque las mujeres hemos estado, no sólo participando del arte y de la cultura, sino haciendo arte y cultura». En este sentido, denuncia que, en ocasiones, la creatividad de la mujer se asocie con el ámbito doméstico sin otorgarle el reconocimiento de un objeto artístico. Esos productos culturales «son usurpados por otros agentes que especulan con ellos, son los que les sacan el beneficio comercial». Por ello una de las prioridades, a su entender, es acabar
con la invisibilidad de las mujeres artistas y de sus creaciones. «No solamente
sacarlas a la luz, sino valorarlas.Valorar a las mujeres implica poner en
cuestión ese campo artístico y cultural, los criterios de valoración que se
utilizan». También es preciso, dice, poner altavoz a sus pensamientos y
reivindicaciones, ya que, de igual forma, se han desoído «las reflexiones
teóricas que las mujeres han elaborado acerca de sus prácticas culturales y
artísticas». -
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