Milo Djukanovic es un animal político en toda regla. En su juventud fue un cuadro del sindicato de estudiantes y de las juventudes comunistas de Yugoslavia. Fue el miembro más joven del Comité Central de la antigua Yugoslavia. La desintegración de Yugoslavia llegó cuando era ya primer ministro de Montenegro, el dirigente más joven de Europa.Aliado de Milosevic en su proyecto de mantener unida a la antigua Yugoslavia, en el referéndum celebrado en 1992, defendió la postura contraria a la independencia. En aquella ocasión la opción unionista ganó por mayoría. Posteriormente su relación con Milosevic se enfrió, hasta enfrentarlos públicamente a partir de 1997. Aquel enfrentamiento acercó a Djukanovic por primera vez al bloque independentista montenegrino.
Ha sobrevivido a una escisión en su partido de la que salió reforzado como líder. Posteriormente, en el año 2001, tras más de una década defendiendo la unidad de la federación yugoslava, Djukanovic decidió apostar por la opción independentista. Abandonado el esquema regionalista y consciente del peso que la alternativa independentista estaba tomando en Montenegro, Djukanovic forzó un giro estratégico en el proyecto de su partido, el DPS. Aquella decisión generó una nueva dinámica política en Montenegro.
La vision de Solana
Cuando en 2002 Djukanovic negoció con la Unión Europea y Serbia los acuerdos de Belgrado, pocos pensaban que en mayo del 2006 Montenegro llevaría a cabo un referéndum de autodeterminación. Los serbios consideraron el acuerdo una victoria política. Los independentistas montenegrinos consideraron una traición el acuerdo y acusaron a Djukanovic de ceder a las presiones de la Unión Europea y de no tener una voluntad real de convocar un referéndum de autodeterminación. Javier Solana pensó que había encontrado una solución «estable y duradera» para la región, siempre mirando a la situación en Kosovo. Pensó que de este modo ganaba el tiempo necesario para convencer a los montenegrinos de que su futuro en la UE estaba supeditado a mantener la recién bautizada Unión de Estados de Serbia y Montenegro.
Los contenidos del acuerdo eran claros: unión de estados, monitoreo e implementación de los acuerdos por parte de la UE, implementación de la autonomía obtenida diez años antes por Montenegro con Milosevic, y derecho de autodeterminación constitucionalmente aceptado, pero limitado por una moratoria de tres años. Tres años después, Djukanovic ha demostrado que prefirió perder aquella batalla en Belgrado para ganar hoy la guerra en Podgorica. Los independentistas desconfían de él pero, a su vez, aceptan que sin su participación el proyecto de un Montenegro libre hubiese sido imposible.
La transición ha estado marcada por el desarrollo de Montenegro y el estancamiento de Serbia. La presión internacional sobre Serbia (persecución de criminales de guerra, ocupación por parte de la ONU de Kosovo y negociaciones sobre su estatus final) se ha acentuado en estos últimos años. Esta presión buscaba una reacción positiva por parte del Gobierno serbio, pero la realidad es que éste parece más bloqueado que nunca. Sin lugar a dudas, Djukanovic ha sabido rentabilizar a su favor este elemento, alimentando su fama de político realista y, a su vez, su capacidad de liderazgo. La parcialidad de Europa no ha sido suficiente para desestabilizar esta balanza.
Exigencia popular
El desarrollo del proceso en estos últimos años de transición demuestra que un verdadero líder debe defender un proyecto de futuro para su pueblo. La obligación de demostrar que un proyecto multinacional bajo un único estado es políticamente viable no corresponde a las naciones en inferioridad de condiciones. No era responsabilidad de Djukanovic garantizar, ni ante la comunidad internacional ni ante su propio pueblo, que el Estado serbio era viable. Su obligación es garantizar la supervivencia y el desarrollo de su pueblo, del pueblo que lo ha elegido. No podemos olvidar que esta exigencia popular es la que trajo el cambio en la estrategia del DPS y del propio Djukanovic. Según sus propias palabras, ese cambio de posición política «ha sido para mejor». En Euskal Herria, algunos ven con cierta envidia esta postura. -
Iñaki SOTO