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Gara > Idatzia > Mundua 2006-05-21
Iñaki SOTO | DIRECTOR DE GOGOETA XXI
La verdadera Serbia

Serbia es un pueblo que ha sido sistemáticamente humillado durante décadas. Tiene una historia terrorífica, llena de sufrimiento que se refleja en los rostros de sus habitantes.

No me gusta hablar en términos generales sobre los pueblos («los cubanos son así», «los finlandeses son asao»), pero la desconfianza hacia el extranjero es general en la población serbia. Las explicaciones que siguen a las presentaciones recuerdan a las que un vasco se ve obligado a repetir cada vez que profundiza en una relación. Los tópicos y los prejuicios como «todos los serbios llevan un criminal dentro», «la etnia serbia es violenta por naturaleza» o «el nacionalismo serbio añora la idea de la Gran Serbia», pervierten la mirada con la que los extranjeros nos acercamos a los serbios. Pero, lo que es peor, condiciona la posición inicial de los propios serbios hacia nosotros.

Por un lado, algunos utilizan esa fama de pendencieros como mecanismo de defensa. En la frontera entre Croacia y Serbia padecimos esa postura. Mientras en el resto de fronteras que hemos cruzado nuestros pasaportes europeos nos han dado vía libre, hasta puntos vergonzosos, la postura de los policías fronterizos serbios fue despectiva, desagradable, bastante cara y un punto violenta. También es cierto que en nuestra memoria colectiva ninguna frontera puede ser recordada con cariño. Del mismo modo, no puede olvidarse que la mentalidad policial es universal, no está ligada a ninguna nacionalidad concreta, y se basa en la conciencia de poder ejercer coacción arbitrariamente.

Por otro lado, las propias serbias y serbios con los que hemos tratado se han encargado de romper con esa imagen. Han sido amables con nosotros, se han interesado sinceramente por nuestro trabajo, han intentado ayudarnos en todo lo que les hemos pedido y nos han explicado sus puntos de vista sobre temas diversos, siempre intentando desmontar los prejuicios referidos a sus historia reciente.

Sin pretender ocultar ninguna de las barbaridades, de las violaciones de derechos humanos, del genocidio y del etnocidio perpetrados por las diferentes partes antes, durante y después de la guerra de los Balcanes, considero que es necesario no alimentar más prejuicios al respecto y actuar políticamente para solucionar los conflictos que están todavía latentes. El proceso montenegrino es un buen ejemplo de cómo poner en vías de resolución uno de estos conflictos. Evidentemente, esto no significa que todo en este proceso sea modélico. La petición por parte de la Unión Europea de una mayoría «cualificada» (55%) genera una fuerte preocupación entre los soberanistas montenegrinos, tal y como hemos podido confirmar personalmente.

Creo sinceramente que ambas partes ganarían mucho si, finalmente, la separación de ambas repúblicas se consumase. Sin embargo, no conviene entender esta opción como una nueva derrota de Serbia, ni conviene alimentar el sentimiento de humillación de la población serbia. Tal y como explicaba ayer en estas mismas páginas Damjan Mandelc, la población serbia es en general escéptica ante el desarrollo de los acontecimientos y, desgraciadamente, es más probable que busque la respuesta a sus preocupaciones en nuevos líderes populistas, antes que rebelarse contra los dirigentes que la han llevado hasta esta situación.

Hoy Serbia aceptará la voluntad de los montenegrinos, expresada en un referéndum que ellos mismos negociaron, bajo el auspicio de la Unión Europea. Tanto la pregunta como las condiciones para considerar el resultado «legítimo» son claras. El proceso ha sido, en general, limpio, y todo el mundo deberá aceptar el resultado del mismo. Los políticos españoles niegan esta realidad, pero no tenemos ninguna duda de que mañana todas sus antenas estarán dirigidas hacia esta pequeña república balcánica. La verdadera Serbia tiene una nueva oportunidad a partir de mañana. Todos los vascos esperamos que España se mire en ese espejo. Nosotros no somos los únicos que tenemos que aprender una lección aquí.


 
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