En esta tierra de campos cada vez más cubiertos de hormigón y asfalto, el mundial de fútbol es un tiempo de esperanza. Hace ya ocho años que el campeonato del mundo balompédico de la república tricolor francesa nos regaló un primer tiempo verdaderamente ilusionante, a los futboleros y a los no tan futboleros, que cuando pica el bicho de la ilusión ya se sabe, todo pichichi acaba por ganar en ingenuidad y perder en perspectiva.

¡Ah, qué hermoso verano el del mundial del 98! Mientras jugadores de nombres impronunciables llegados desde todos los rincones del Planeta se partían el pecho en un rectángulo de juego corriendo detrás de un balón, algunos nombres vascos poco pronunciados se partían discretamente las posaderas alrededor del rectángulo con patas que más comúnmente se llama mesa, mueble tan utilizado en este país para las cosas del yantar que sus usos alternativos se han ido perdiendo. Es el caso, por poner un ejemplo aleatorio, de la política, cuestión considerada quizá más prosaica en este país de tan enraizada conciencia gastronómica.

¡Ah, el mundial del 98, qué de ilusionesdesvanecidas! A aquella mesa estival de Lizarra-Garazi le robaron las patas durante el intermedio, y desde entonces hemos vivido un segundo tiempo desastroso, sin capacidad de reacción, sin ingenio abusando de la táctica del patadón, conscientes de que ésta no era la solución, pero convencidos de que otra vía no era practicable, bien por el estado del terreno, bien por el juego poco ortodoxo del rival, rayano en lo ilegal, con la complicidad del árbitro, en fin, un desastre, porque ni el propio equipo se ponía de acuerdo.

Ahora que nos viene otra oportunidad mundial habrá que aprovecharla. Y mientras medio Planeta se tira de los pelos por un balón que no ha entrado, en esta parcela del terreno de juego aquéllos que tienen responsabilidad política en este país tendrán que darlo absolutamente todo para lograr un buen resultado, un acuerdo de garantías para establecer unas reglas de juego en las que podamos participar todos.

Pero la responsabilidad no incumbe solamente a los partidos políticos. Todos estamos llamados a apoyar, alentar, animar este proceso desde el aforo, desde la calle, desde la movilización. Hagámonos todos con nuestras entradas para que esta vez sí todo salga redondo como el balón del mundial. Y que viva el fútbol. -