Raimundo Fitero
Mercado único
Desde que los seleccionados por Luis Aragonés, con el propio seleccionador como el más agitador de los vociferantes al frente de la canción protesta, o canción berrido, o canción coz, que intenta crear una sensación de unión, piña y conjunción frente a todas las adversidades y contingencias, el mundo de la publicidad televisiva está acaparado por el mundial de fútbol. Es una sesión continua y constante. De todo tipo de productos, desde los globalizadotes y globalizantes, desde las marcas universales, hasta los más cercanos, los más locales. Desde asuntos de alimentación o engorde, hasta los más futuristas electrodomésticos; desde una ilusión a un perfume, todo se relaciona con ese lugar en donde alrededor de un balón se mueven las arcas, los arcos y los arqueros.
Estamos ante un mercado único y unificado. Sustraerse al impacto económico que genera un Mundial de Fútbol es una tarea de anacoretas o de ricos aristócratas. El vulgo, las clases medias, quienes pasamos cerca de cuatro horas diarias al cobijo o bajo la dictadura de la televisión, no podemos escaparnos. Ni nos dejan posibilidad de establecer una estrategia defensiva, una línea de fuga, un reducto en donde al menos emocionalmente nos podamos dar un reposo. Ni siquiera las barbaridades de los apocalípticos aznaristas nos sustraen. Ni siquiera Irujo nos da una tregua. Es un paréntesis, un descanso. Las motos llevan de fondo anuncios del mundial de fútbol, los coches sacan por el tubo de escape volutas anunciadoras del mundial de fútbol. Yo mismo me siento un anuncio del mundial de fútbol. Lo malo es que soy gratuito, altruista, gilipollas.
Hasta las putas tienen un lugar preponderante en el asunto mundialista. De nuevo la prostitución (de todos los géneros) se presenta como una realidad que se quiere establecer en rangos socio-económicos dejando aparcada la moral. ¿He escrito moral? ¿Tiene algo que ver aquí la moral? ¿Tiene la moral un cuerpo donde establecerse, o se sitúa en un lugar indefinido que no cotiza? Estamos en algo que llaman insultantemente mercado único, que significa que la mano de obra, los cerebros y los sexos se trasladan de un lugar a otro, allá donde hay demanda.-
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