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Gara > Idatzia > Mundua 2006-06-06
El secuestro de 50 iraquíes pone sobre la mesa la realidad de la guerra sucia
50 trabajadores del sector de transportes fueron sacados a punta de pistola por hombres vestidos con uniformes del Ministerio de Interior. Hasta ahí todo «normal» en el Irak ocupado. Pero tras la filtración, una fuente ministerial confirmó la participación de sus tropas pero matizó que habían sido detenidos. Este extremo fue negado luego por el general iraquí de estos comandos especiales. Mucha confusión y una certeza: la guerra sucia reina en Irak.

BAGDAD

Un grupo de hombres armados, vestidos con uniformes de las tropas del MInisterio de Interior, se llevó a punta de pistola a medio centenar de trabajadores de oficinas de transporte terrestre en el barrio Al Sahiya.

La operación tuvo lugar en pleno día en una calle donde se hayan las oficinas de las compañías de autocares que cubren trayecto a Siria y Jordania.

Horas después de que responsables oficiales confirmaran el secuestro, una fuente del Ministerio de Interior rectificó y aseguró que se trató de una operación policial contra «sospechosos de transportar armas para los rebeldes», y añadió que estaban detenidos y siendo interrogados.

No obstante, el general de Policía y jefe de los comandos y la brigada de mantenimiento del Orden Público, Rachid Flayah, desmintió a última hora en declaraciones a la agencia AFP relación alguna de sus tropas del Ministerio de Interior con la captura de esas personas.

El arresto-secuestro masivo coincidió con el hallazgo de once cadáveres, siete en Bagdad y cuatro en las aguas del Tigris, río abajo y con señales de haber sido torturados.

Coincidió también con la muerte a tiros de once estudiantes en una emboscada protagonizada por hombres armados al sur de Bagdad.

La Asociación de Ulemas Musulmanes (AUM), máxima autoridad religiosa sunita, acusó al Ministerio de Interior de llevar a cabo una campaña de limpieza étnica contra su comunidad, minoritaria en Irak.

La AUM realizó esta imputación en el marco de la denuncia del ataque policial del domingo contra la mezquita Al Arab, en la ciudad de Basora, y que se saldó con la muerte de una decena de fieles sunitas. Otros dos seguían desaparecidos.



Fantasmas argelinos sobre Bagdad
Dabid LAZKANOITURBURU

Hay una tendencia, seguramente excesiva, a establecer paralelismos y comparaciones entre distintos escenarios de crisis en el mundo. Comparaciones que las más de las veces conllevan a generalizaciones y lecturas de trazo grueso que no tienen suficientemente en cuenta los parámetros locales.

Antes de la invasión de Irak, no faltaron analistas que compararon la inminente batalla por Bagdad con la trampa en la que los rusos cayeron en la capital chechena, Grozni, a mediados de la década de los noventa. Hubo incautos ­sin duda embebidos por la auto-propaganda del Baath de Saddam Hussein­ que evocaron la épica resistencia de los soviéticos contra los nazis en Stalingrado (hoy Volgogrado).

La irrupción relámpago de la resistencia ­tan veloz como el avance de los carros de combate estadounidenses hacia Bagdad­ disparó las comparaciones con la guerra de liberación de Vietnam. Una equiparación que nunca tiene en cuenta la abismal diferencia entre el mundo bipolar de la segunda mitad del siglo pasado, con la URSS de contrapeso a las veleidades estadounidenses, con el actual escenario unipolar, con Washington de gran y, de momento, incontestado gendarme mundial.

Sin obviar que muchos análisis comparativos son no sólo válidos ­la masacre de Haditha evoca la matanza en la aldea de My Lai, cuarenta años antes­ sino clarificadores a la hora de analizar otros escenarios ­­la iraquización del escenario afgano es un hecho incontestable­, resulta sorprendente, o sospechoso, el escaso eco de otro escenario, el de la guerra en Argelia, a la hora de tratar de buscar luz sobre la complicada situación actual en Irak.

A comienzos de los noventa, y ante la inminente llegada al poder, por métodos democráticos, de los islamistas del FIS, el Ejército argelino dio un golpe de estado al que los «barbudos» respondieron con la resistencia armada.

A los indudables y execrables excesos de sectores de la guerrilla, el Ejército respondió con su propia guerra sucia. Una guerra que incluyó, como se ha sabido años después, la campaña militar de exterminio de la población islamista y la realización de infinidad de matanzas por parte de escuadrones de la muerte formados por militares, matanzas que Argel se apresuraba a imputar a la guerrilla islamista.

Es un hecho público que el Pentágono tiene entre sus films de cabecera «La Batalla de Argel». No es descabellado intuir que hubiera dado un paso más en su instrucción para aprender de la experiencia posterior del Ejército del FLN argelino. Ello podría explicar la actual «argelización» del escenario iraquí.


 
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