Acabo de leer el artículo sobre el sida firmado por Jokin de Irala, doctor en Medicina y doctor en Salud Pública de la Universidad de Navarra. Me presento como un ignorante en medicina tal vez, y como uno de esos millones de afectados pertenecientes a algún grupo que cita una y otra vez. Su artículo puede guardarse en la hemeroteca para los anales de la historia, máxime cuando después de un comienzo de solidaridad y dolor por lo ajeno aparecen sus fobias y miedos más que la razón y la compresión hacia los que vivimos con el VIH/SIDA.
Comienza su sermón sabedor de sus propias buenas prácticas, me imagino, y con la consabida lástima para los millones de afectados y fallecidos, para llevarnos indudablemente a su objetivo: la lección a lo que clasifica como grupos de riesgo y a unas prácticas de promiscuidad supuesta por los pertenecientes a dichos grupos. Prác- ticas promiscuas, eso sí, sin citarlas y no especificadas, todo un arte. Ob-viamente estos términos son muy recurrentes por las personas que una y otra vez nos han fustiga- do por comportamientos que citan como perversos y erróneos.
La utilización del término grupo ligado al sida, en lugar de prácticas de riesgo, persigue, cómo no, criminalizar a los pertenecientes a dichos grupos como seres perversos y obsesionados con el sexo y, a la vez, es una forma velada de descubrirnos sus propias fobias y temores, dando por hecho semejantes comportamientos «inmorales». Omite y sabe que tales grupos no sólo no son mayoritarios como afectados, sino que incluso hoy en día la mayoría de los portadores del VIH pertenecemos al grupo de «los sin recursos», pero que le quede claro que todos los seres humanos somos respetables y pertenecemos al mismo grupo que usted, salvo que diferenciándose como espécimen más adelantado quiera hacernos ver que por las prácticas supues-tas promiscuas que nos presupone seamos culpables de toda la pandemia y sus efectos.
Evidentemente nosotros no buscamos culpables dentro de nuestras realidades; en cambio, sí han aparecido como tales y son fácilmente reconocibles aquéllos que, aun conociendo que el uso del preservativo de manera adecuada o de las medidas de prevención en cuanto al consumo de unas sustancias o a situaciones de embarazo, siguen primando sus fobias y sus intereses, por lo tanto facilitando la progresión del sida. ¿Se reconoce en tal grupo «promiscuo»? Por cierto, es curioso que toda propagación de esta enfermedad se una siempre a la obsesión de vernos promiscuos en el sexo y no en otras prácticas que no cita.
Le pediría al señor Irala que hable más claro y que diga sus supuestos grupos de riesgo y les ponga nombre. Por supuesto que todo ello sólo puede defenderlo desde una visión de su círculo o entorno más cercano o periférico, puesto que nuestra realidad, harto conocida, es otra.
Habla de la abstinencia y la fidelidad como una de las soluciones. Por supuesto que se las recomiendo, y se las recomiendo de corazón, dése cuenta del riesgo que sufrimos el resto del grupo si ustedes procrean promiscuamente y cada vez que lo hacen fertilizan la flor. Pero no nos imagine tan fogosos, por favor, no es necesario, ni tampoco lo somos en la medida de nuestros deseos, pero sí le quiero dejar claro que los actos sexuales y afectivos nos son necesarios y los acordamos tener en la medida de lo posible, no por ello vamos al infierno ni nos infectamos, ni infectamos a los seres queridos. Sabemos hacerlo con prevención: aunque les duela, utilizamos el condón.
Lo perverso de su artículo está en recurrir a términos que pensaba superados y olvidados, puesto que por imponerlos culturalmente ha pasado lo que ahora usted tan hábilmente valora como mal unido a grupos. No, señor Irala, déjese de monsergas y de dar lecciones incluso a los jóvenes, a los que recomienda no tener relaciones tan tempranas, déjese de miedos y acepte de una vez lo que usted y gente como usted omiten, que si hubiéramos rechazado las teorías que ahora esgrime e intenta impulsar, hoy en día los supuestos «promiscuos» seríamos tan sanos como usted parece ser; no en comportamientos, allá usted con su problema, sino en salud. También le pediría que salga un poco de ese entorno que aprieta y ahoga, verá que no estamos muy equivocados en cuanto a nuestras opiniones sobre el uso de una u otra medida preventiva, puesto que aunque no lo acepte la gente se rela- ciona y no por ello se escandaliza.
También verá que quienes siguieron sus moralinas, bien por aceptarlas o por no tener a mano las medidas preventivas, engrosan las cifras por la desinformación. Yo mismo pude hacerlo y creí en lo que usted veladamente pregona. ¿Se atreve a mirarme y repetirme poco a poco lo que ha escrito?
Creo que no es el día ni el momento para que usted se burle de nuestra inteligencia, me quedo sólo con la primera parte de su artículo; el resto, promiscuidad, grupos, infidelidad... se lo dejo a las mentes calenturientas y perversas que siempre han identificado una situación de nuestra salud con males y sus miedos eternos. Pero tranquilo, para usted el cielo y las creencias absurdas como las que llevaron a pensar que el universo gira en torno a la Tierra y quemaron a quien se opuso. -