La dinamita amarilla les llaman ya. Y no es para menos. Al igual que el equipo nórdico, las de Barañain fueron las últimas invitadas de la Copa, debido al polémico final de temporada protagonizado por el Estudiantes. Por una vez, los despachos hicieron justicia a los méritos acumulados por la escuadra navarra durante toda la segunda vuelta liguera. Picadas en su amor propio ante la polémica suscitada y no buscada por las de Josu Domínguez, éstas han volcado toda su energía en franquear eliminatorias ante conjuntos teóricamente superiores hasta plantarse en la final.
Un logro que para las más veteranas de la plantilla navarra no es nuevo. En sus dieciséis años de andadura esta es la tercera vez que Lagunak consigue llegar hasta el último partido copero. Sólo falta ponerle la guinda a un pastel que se ha resistido en las otras dos ocasiones anteriores.
«Tenemos que rematar la faena, aunque estar ahí siendo un equipo humilde es como si ya la hubiéramos ganado», comenta la capitana Marta Ozkoidi, que lleva vistiendo de amarillo desde los inicios del conjunto de Barañain.
No en vano, en el seno del equipo se ha vivido toda una semana de euforia, tras el 3-5 cosechado ante el Rayo Vallecano, «una situación de boom mediático a la que no estamos acostumbrados», señala desbordado Josu Domínguez en su primer año como técnico y uno de los principales responsables de este nuevo éxito.
Un hito que cada vez va a ser más difícil de alcanzar, dada la evolución del fútbol femenino, en el que clubes importantes de la Primera División masculina han visto un nuevo filón para mejorar su imagen. «Somos un equipo humilde y no esperábamos estar ahí, pero con esa modestia hemos ido superando eliminatorias hasta conseguir un sueño», relata Ozkoidi.
A comienzos de los noventa, Iñaki Artola, por entonces entrenador del Oiartzun, decidió dar un impulso al escuálido fútbol femenino de Nafarroa y aunar en una única escuadra a las mejores jugadoras del herrialde. Sólo un año le costó aupar al recién nacido equipo a la máxima categoría, dividida por aquella época en cuatro grupos estatales.
Con el tiempo, de la adaptación al nuevo estatus se pasó a ser uno de los gallitos, consiguiendo el título de campeonas y repitiendo por segunda vez en la 2002-2003, temporada en la que se ascendió a la Superliga femenina este nuevo formato comenzó su andadura apenas un año antes hasta hoy.
La savia nueva que albergaba un equipo en el que prima la cantera permitió alcanzar un brillante séptimo puesto en su primera campaña entre las grandes. Pero ello no pasó desapercibido y hubo varios equipos con mayor potencial que echaron sus redes en la plantilla de Barañain. El parcial desmantelamiento del bloque con la marcha de algunas jugadoras básicas restó potencial amarillo en la siguiente campaña, caracterizada por los mayores apuros para mantener la categoría, debido a las importantes bajas.
Una gran parte de la presente temporada también ha estado marcada por ese talante dubitativo. No ayudó el que hubiera nada menos que ocho nuevas incorporaciones y que el cuerpo técnico fuera prácticamente inédito. Pero el transcurso de los partidos fue consolidando el ensamblaje del equipo y la acomodación al nuevo sistema de juego.
«Hemos pasado por un periodo de adaptación y tuvimos una mala racha que nos hizo ver las orejas al lobo, pero después creímos en nuestro estilo de juego y los resultados nos fueron acompañando. La verdad es que nos ha costado conjuntarnos tácticamente porque yo venía del fútbol masculino y no te vale todo lo de éste para el femenino», relata Domínguez.
Sin embargo, de estar prácticamente en puestos de descenso casi al final de la primera vuelta, en la segunda protagonizó una remontada muy meritoria. El técnico subraya que «con los datos de ese tramo liguero seríamos cuartas, por eso es una sorpresa entre comillas que estemos en la final de la Copa».
Sueño sin cumplir
Sólo tres conjuntos de los que ahora disputan la Superliga femenina han jugado alguna vez una final copera, lo que da una idea del logro alcanzado por las de Barañain.
Pero su sueño no está cumplido del todo porque, como insiste Ozkoidi, «queremos ser campeonas». El reto no va a ser nada sencillo, enfrente estará el campeón de Liga, el Espanyol, quizás el conjunto femenino con mayor apoyo social.
Pese a ello, el míster amarillo no pierde la esperanza, dado que considera que el estilo de juego de las periquitas «nos viene mejor que si hubiera llegado a la final el Levante, por ejemplo. Además, juega a nuestro favor que no seamos favoritas, ni tenemos la presión de ganar, como les ocurrirá a ellas, que querrán hacer doblete».
Al éxito de Lagunak hay que sumar su reconocimiento por parte de las instituciones, que han suscrito un convenio de patrocinio económico a medio plazo que permitirá una mayor estabilidad en el equipo, que no estará solo en Valencia, ya que se han organizado sendos viajes para sus seguidores de cara a vivir la final en directo.
Ellos rememorarán otro éxodo un 11 de junio el de
hace un año fue con Osasuna, «aunque esperemos que variando el marcador de
entonces», comenta sonriente Domínguez. «Puede que seamos nosotras quienes nos
saquemos esa espina», apunta Ozkoidi. Que así sea. -