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Gara > Idatzia > Kultura 2006-06-07
XXXVI FERIA DEL LIBRO DE BILBO
La novela negra es de izquierdas
La novela negra es de izquierdas porque su esencia es la confrontación con el poder. Un libro puede cambiar el mundo y nunca nadie podrá imitar ni de lejos a Phillipe Marlowe. Fueron algunas de las cosas que se escucharon ayer en los I Encuentros de Novela Negra celebrados en la Biblioteca de Bidebarrieta con Paco Ignacio Taibo II, Raúl Argemí y Jon Arretxe.

Los primeros Encuentros de Novela Negra de Bilbo comenzaron ayer, como suele ser, intentando situar qué es novela negra y qué no lo es. Pero pronto se reveló que ese debate no interesaba a nadie. Paco Ignacio Taibo II, con novelas memorables como “Cuatro manos” o “La vida misma”, supo meterse al público en el bolsillo con su sentido del humor, sus sentencias y sus anécdotas. Dijo que, a los quince años, una vez demostrada su impericia para ser bombero, supo que su destino era la literatura. «Eramos una generación de transgresores, eclécticos, muy politizados y enrabietados contra el sistema. La literatura salió sola y el resultado fue una novela policiaca a la mexicana». Y explicó de qué se trata: «Una novela negra mexicana es ésa en la que los policías son unos hijos de puta y todos los demás son buena gente».

Escribir novela negra no es tan fácil como la gente cree. «Carlos Fuentes dijo un día que iba a escribir novela negra y después de un año salió con una novela bastante mediana y diciendo ‘no imaginaba que esto era tan difícil’», recordó Taibo. La dificultad, según este autor, estriba en que la novela negra está «llena de arquitectura». «Tienes que construir un enigma con lógica, cortar, reconstruir, correlacionar las historias... Y al narrar, vas trazando una especie de corte diagonal de la sociedad, desde los palacios hasta las miserias».

Cambiar el mundo

Pero no todas las novelas tienen la estructura «diabólica» de los libros de Paco Ignacio Taibo II. El argentino Raúl Argemí, autor de novelas como “Los muertos siempre pierden los zapatos” o “Penúltimo nombre de guerra”, opta por una literatura alejada del enigma. «No hago enigmas complejos porque no me salen. Cuando lo intenté, fracasé como un perro. Lo mío es poner a personajes que son como cualquiera de nosotros en una situación límite y ver qué les pasa». Tampoco Jon Arretxe, en las dos novelas negras que ha escrito, ha optado por una estructura complicada. «He preferido seguir un orden cronológico, sin irme por las ramas, porque como lector tampoco me gusta perderme en las novelas. Prefiero darles un toque de absurdo, de cómic».

Más adelante, Taibo aseguró que la novela negra es «una novela de izquierdas, porque la esencia de este género es la confrontación con el poder». Argemí, que fue periodista antes que escritor, añadió que para hacer novela negra no hace falta más que mirar en la basura. «Cuando uno mira lo que hay alrededor, encuentra un olor a podrido espantoso». Animado, Taibo añadió que «si para algo sirve la literatura, es para provocar desorden, para construir pensamiento crítico» y defendió ardorosamente que una novela puede cambiar el mundo. «Tengo un puñado de novelas que a mí me cambiaron la vida. ¿Qué hay más subversivo que un adolescente vasco convertido en una princesa persa mientras lee un libro? ¡Eso es cambiar el mundo!».

En este punto, Félix Linares, que ejerció de moderador, recordó que los autores que más venden hoy por estos lares son dos europeos, Henning Mankell y Donna Leon, «que no son precisamente transgresores». «Mankell sí ­terció rápidamente Taibo­. Mankell te pone delante lo que es la sociedad de bienestar: alcoholismo, soledad». Donna Leon, en cambio, hace una cultura «cómoda, digestiva», según Argemí, pero eso no es «significativo» de lo que es la novela negra.

De los autores europeos se hizo un salto a los clásicos americanos. Taibo defendió ardorosamente a Chandler. «Le importaban un bledo las anécdotas. Y construía constantemente una paradoja de la sociedad». Y hubo nostalgia de Philippe Marlowe. «Cualquiera que intente acercarse a él caerá en el ridículo más espantoso. Es inimitable, perpetuamente ingenioso». Y también confesiones. A Argemí, una vez que terminó en una comisaría se le ocurrió soltar una de las sentencias del genial detective. «Yo no sé por qué a Marlowe no le pegaban como a mí. Ahí de pronto comprendí la distancia entre la literatura y la realidad». «A mí me pasó peor. Yo intenté ligar con frases de Marlowe y fue un desastre», dijo Taibo.

En otro momento, Félix Linares interrogó a Arretxe sobre la forma en la que, a la hora de escribir novela negra en euskara, le afectan dos temas: el idioma y la violencia política. «La realidad de aquí no la toco ni de refilón porque creo que ya es muy aburrida ­dijo el escritor basauritarra­. El idioma me determina en tanto que en boca de policías o de personajes marginales no es muy creíble que se hable en euskara. He intentando solventarlo alejándome del batua». También los escritores latinoamericanos tienen un problema con el idioma. «Tú al menos escribes en euskara y luego te traducen. Pero a los latinoamericanos no nos traducen y eso nos crea muchos problemas de cara al lector español», se quejó Argemí. Y como ejemplo contó que en Argentina currar no es trabajar, sino vivir sin trabajar. «Eso nos crea un gran bloqueo a la hora de escribir».

Otra cuestión es pegarse o no a la realidad del país. Taibo dijo que en México ­«una sociedad loca-loca en la que Kafka hubiera sido cronista de bautizos»­ los límites del absurdo son tan cercanos que hacer realismo «es un pecado». «Uno hace una literatura creíble, pero allá los índices de credibilidad son muy curiosos», afirmó. Lo mismo le pasa a Argemí. «En Latinoamérica no puedes creer en la policía, mucho menos en detectives privados. Tienes que buscar otras claves».

Y llegaron las preguntas. ¿Por dónde van a ir a los tiros de estos autores? Taibo anda buscando «un super-híbrido», que mezcle el folletín con la novela negra, histórica y política. «Voy a escribir una novela con Engels y Sandokan y me voy a cagar en el Imperio». Argemí tira «a la novela de acción, a la aventura, nada de intriga» y Arretxe intentará sorprender al lector aproximándose a la parodia, al absurdo y al cómic». -


 
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