Aporte uruguayoal estudio de nuestra historia
La carpa que acoge las presentaciones de las novedades editoriales en el Arenal recibió ayer la visita de un importante número de autores, entre ellos, Alberto Irigoyen, con motivo de la publicación de «El requeté que gritó Gora Euskadi». El autor uruguayo ha dedicado su obra a la figura de Ignacio Arguiñarena.
BILBO
Alberto Irigoyen (Montevideo, 1959) es un estudioso de la inmigración vasca en Uruguay, tema sobre el que ha escrito varios libros y numerosos artículos en diversas revistas. Ahora publica con la editorial Ttarttalo ‘‘El requeté que gritó Gora Euskadi’’, que lleva el sello de la colección Abra. La novela conduce al lector por la vida de Ignacio Arguiñarena, desde su niñez, en un caserío navarro, hasta sus últimos días, en la campiña uruguaya. Irigoyen conoció en persona a Arguiñarena ya instalado al otro lado del Atlántico. Nacido en Errazkin, el protagonista de la obra creció en un ambiente rural y de oficio fue constructor. Requeté del Tercio Lacar en la Guerra del 36, estuvo como listero en la Cantera Orobe en Altsasu, donde los prisioneros «rojos» fueron explotados hasta su último aliento. El escritor eligió la palabra «dignidad» para describir a Ignacio Arguiñarena Ochotoreña. «Fue un hombre consecuente con sus ideas. Sabía lo que era bueno y lo que era malo. Y así fue su vida, que lo llevó a pelear en una guerra que no quiso, que no buscó; la peleó sin estar convencido de que tenía razón y, al fin de la guerra, estaba convencido de que no tenía razón», expuso.
La idea de Euskal Herria «A sus 90 años me decía continuó que la imagen política de la España que había dejado, de la Navarra que había dejado se había convertido en una idea política de Euskal Herria.Tenía claro que había cambiado su manera de ver ese lugar».
En definitiva, precisó Alberto Irigoyen, «ésta es la historia de un hombre que triunfó en la guerra, perteneció al bando ganador, pero, sin embargo, el resultado no fue el que él esperaba o el que podría esperar un ganador». No pudo escapar del hambre y recurrió al extraperlo para poder alimentar a su familia. «Totalmente desilusionado con la política que se seguía en la década de los años 50, abandonó este lugar y se fue a Uruguay».El investigador de Montevideo relató que en América Ignacio Arguiñarena y los suyos vivieron también tiempos duros. Uno de sus hijos, militante del Movimiento Tupamaros, fue detenido, torturado, encarcelado y extraditado, después, al Estado español. Irigoyen cree que la vida de este navarro «merece ser contada» porque, como algún ponente dijo recientemente en un seminario en Montevideo, «no se puede conocer Euskal Herria si se conoce solo EuskalHerria, hay que conocer la realidad de América». «Este libro manifestó es un aporte a esa realidad que muchos de ustedes conocen».
Sorel: «El siglo XX ha sido la era que mas victimas ha causado»
BILBO Txalaparta ha ampliado su catálogo con ‘‘Siglo XX. Tiempo de canallas’’, de Andrés Sorel. Esta editorial ya ha publicado antes otros títulos del autor: “Yo, García Lorca’’, ‘‘Regreso a las armas’’ y ‘‘La guerrilla antifranquista’’. Andrés Sorel manifestó ayer que su objetivo ha sido ofrecer «una mirada apasionada y crítica sobre el siglo que acabamos de pasar para ver también la herencia que nos ha dejado». A juicio del escritor, el sigloXX ha sido «el siglo de las víctimas, de millones de seres humanos muertos en las dos grandes contiendas mundiales, de otros torturados, de otros internados en campos de concentración y de tantos silenciados, exiliados. La era del progreso, precisamente, ha sido la era de la devastación de las conciencias, la era que más víctimas ha causado, quizás, desde que el mundo es mundo», subrayó ayer en la presentación del libro ante el numeroso público congregado en la carpa de la Feria de Bilbo. ‘‘Siglo XX.Tiempo de canallas’’ reflexiona también sobre «la era de las desilusiones, la era en que la humanidad se acuesta en el siglo XIX, con las ideas utópicas de crear una sociedad nueva, una sociedad sin discriminaciones, una cultura más humana, la igual- dad entre todos, y amanece con la triste realidad del XX, que terminó, por lo menos para Europa, con la caída del muro de Berlín. Es la era en que aquello con lo que habían soñado los comunistas, los socialistas y los anarquistas se convirtió en un capitalismo de Estado». El autor es muy crítico con los medios de comunicación. «Se han instalado en el uso perverso de la mentira para provocar al vacío, impedir la crítica, extender la desolación cultural. Antesala de la absoluta impotencia del ciudadano domesticado», señala. Con todo, Sorel quiso lanzar un mensaje de ánimo e instó a «luchar por otro mundo posible. La utopía no puede ser derrotada». En esta línea, negó que sea «un catastrofista» sino «alguien que piensa de una manera alegre y utópica» porque piensa que vive «en un mundo que hay que transformar y le importa todo lo que le está ocurriendo».
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