Francisco Larrauri - Psicólogo
Catalunya: no a la indignidad
Sin remontarse a la historia profunda, aunque se podría pues el Parlamento catalán es uno de los más antiguos de Europa, nos quedaremos en el último 30 de setiembre, cuando se aprobó por las fuerzas políticas catalanas que representaban el 90% del electorado (excepto el PP) el proyecto de Estatut que el Parlamento, en nombre de la ciudadanía, sometía a consideración de Madrid. El pueblo liso, llano y de a pie, bien sabía que el Estatut votado y aprobado en Catalunya, conocido ya como el Estatut soberanista del 30 de setiembre, tenía que pasar por el cepillo del Estado español, pero también es cierto que confiaba enormemente en un gran avance en materia de lengua, de identidad y de derechos nacionales. En primer lugar por la confianza lógica que ofrecía la unión nacional, es decir, lo que se había firmado conjuntamente en Barcelona era de suponer que se defendería con la misma unidad en Madrid; y segundo, pero menos, porque el candidato socialista Rodríguez Zapatero para ganar los votos de los catalanes antes de ser presidente español (quizás pensando que no lo sería) declaró ante miles de personas «aprobaré el Estatut que apruebe el Parlament de Catalunya».Hasta aquí la micro-historia que no podrá tergiversar ningún observador y que explotada con- venientemente por la derecha española obliga a Rodríguez Zapatero a buscar una alternativa para capear los ataques del nacionalismo español franquista y socialista que le está haciendo perder electorado por sus alianzas con ERC en el Gobierno español y por el asentamiento de un gobierno de izquierdas en Catalunya comandado por un «desobediente» socialista. El hambre y las ganas de comer se encuentran con una llamada del presidente Zapatero al teléfono privado del jefe de la oposición Artur Mas, para secretamente pactar de forma bilateral entre PSOE y Convergencia de Catalunya un nuevo Estatut reformado en un 65% de su articulado. El 21 de enero salta la foto del pacto que explica de forma brillante la historia de la indignidad de Artur Más y la lengua de serpiente de Rodríguez Zapatero y cuyo flash alucinó a Pasqual Maragall que como persona se las prometía felices otra legislatura, al tiempo que arrinconó un gobierno tripartito catalanista y de izquierdas. Con este pacto Mas ha soliviantado a muchos catalanes que han de votar el domingo 18-J un Estatut «cepillado y más limpio que una patena» y que esperaban como mínimo una leal, digna y esperanzadora defensa de la realidad catalana en Madrid. Además de rebajar al president de la Generalitat Pasqual Maragall, Más ha pulverizado al Gobierno tripartito catalanista que relegó a CiU a la oposición tras veintitrés años y siete meses de poder. ¿Que significa la soberanía del parlamento de una nación para Más y Zapatero? Y para el líder de CiU ¿qué es Catalunya? Esta política indigna que ha servido a la derecha nacionalista catalana para salvar al PSOE de las críticas franquistas del Ejército, de la banca y de la Iglesia y como premio se le mueve la silla al presidente de la Generalitat Pasqual Maragall, que dirige el primer gobierno de izquierdas en 65 años de la historia moderna catalana y que acabará convocando elecciones autonómicas para el próximo otoño. Si en las mejores condiciones lo más lejos que ha llegado el nacionalismo de derecha de CiU ha sido hasta el pacto Mas-Zapatero y el posible relevo de Maragall por imposición del PSOE, es de suponer que se prepara un futuro conservador con el nacionalismo. El 18-J se votará en Catalunya lo que muchos definen como una ley orgánica que depende de la Constitución española, pues por vía de ley orgánica se podían haber aprobado la mayoría de los artículos de este Estatut que es interesadamente comparado con el Estatuto del siglo pasado pero no con el que aprobó el Parlamento catalán el 30 de setiembre. Sin embargo, como el soberanismo catalán no se ha hipotecado y sí lo han hecho, aceptando este Estatuto, los partidos clásicos que no han podido manejar el soberanismo del 30 de septiembre, el retrato de Mas con Zapatero puede tener unas consecuencias en Catalunya similares a las de la foto de las Azores, cuando Aznar no tuvo en cuenta el grito de millones de personas que desde la calle se oponían a la guerra de Irak. Ante una juventud desacomplejada, la foto Mas-Zapatero pasará factura el próximo otoño sea cual sea el resultado del referéndum del 18-J. -
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