Rápida, folclórica, muy bien estructurada, teatralmente solvente y televisivamente impecable. Así entiendo que fue la ceremonia inaugural del Mundial de Fútbol. Con los elementos adecuados, las iconografías y los simbolismos precisos. Hasta aquí la impresión objetiva de un producto televisivo pensado espacialmente para que tenga consecuencias en el lugar de los hechos y en los millones de aparatos convencionales, los planos y los de plasma distribuidos por el planeta.

Lo que siguió a la ceremonia inaugural tiene dos lecturas: lo que puede entenderse técnicamente como fútbol, con realizaciones muy técnicos, justas en sus repeticiones de los goles, muchos lo que es importante, con buena elección en sus imágenes generales y sus detalles, y una gran confusión en el audio. El problema de este Mundial va a ser el audio, porque el vídeo va bien, hasta por duplicado. Dos cadenas a la vez, para volvernos locos. Para que elijamos. Pero en el audio, tenemos desde la legión vasca de prejubilados, hasta Maradona, y es ahí donde encontramos opiniones absolutamente demenciales. Verborreas, gente habladora que parece cobrar por palabras, mal dichas, mal fundadas. Todo ello alrededor de una misión imposible: intentar demostrar que laselección de Aragonés ganará el Mundial sin jugarlo. Esto es lo que están intentando hacer las docenas de comentaristas que ocupan las dos cadenas duplicadas, pero con una locura absolutamente insufrible: La Sexta.

Esta cadena no es nada más que fútbol. Lo cual es una elección, pero a la vez un suicidio. El día 9 de julio se acaba este Mundial, y no parece que vayan a cerrar. No parece una cadena mundialista que después desaparece. Y su oferta básica no se conoce. No tiene cobertura, y su monocultivo actual es síntoma de un desastre posterior. Cuatro, sin ir más lejos, está con el Mundial, pero sigue alimentando su oferta básica, que tampoco es mucho, peor es algo. La Sexta, no tiene nada más. Y entre sus habladores encontramos al filósofo que le dio contenido a los desvaríos de Florentino Pérez. Valdano sigue teniendo la misma efigie, una especie de cara de palo, o de cemento, el mismo verbo prestado, la misma manera de no decir nada con muchos adjetivos. -