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Gara > Idatzia > Kultura 2006-06-11
Illunzar, en Nabarniz, alberga los restos de un campamento militar romano
En la cima del monte Illunzar, en Nabarniz, existe un yacimiento de época romana conocido al menos desde 1826. Sin embargo, no ha sido sino hace poco cuando los arqueólogos Antxoka Martínez Velasco y Rafael Bolado han iniciado un proyecto de investigación para determinar la naturaleza de ese yacimiento. Y la conclusión preliminar no puede ser más sugerente: se trata de un campamento levantado por una unidad romana en el transcurso de una campaña militar.

NABARNIZ

Antxoka Martínez Velasco y Rafael Bolado son miembros del Instituto de Estudios Prerromanos y de la Antigüedad, que se dedica a trabajar fundamentalmente todo lo relacionado con las Guerras Cántabras. En 2005 decidieron iniciar un proyecto de investigación para determinar la naturaleza del yacimiento de Illunzar, que, aunque uno de los más veteranos del catálogo vasco, hasta ahora apenas había sido objeto de atención por parte de los arqueólogos. Una serie de prospecciones está en la base de la primera conclusión de la investigación: Illunzar alberga los restos de un campamento romano de campaña o, tal y como Antxoka Martínez Velasco lo define en términos más técnicos, «un castra aestiva, concretamente un castra in monte, tipo 4 de los que describe Pseudo-Hyginio». Es decir, continúa el citado arqueólogo, «se trata de un campamento levantado por una unidad militar romana en el transcurso de una campaña de guerra».

En primera línea

Y eso se desprende de su tipología, «con las defensas ordenadas en forma de rectángulo, con las esquinas redondeadas, para adaptarse mejor al terreno y facilitar la protección», añade Rafael Bolado, quien estima que, por sus dimensiones, el campamento de Illunzar debió albergar dos cohortes, unos 960 legionarios.

Pero la tipología del recinto aporta aún más información. La doble línea de defensa que presenta al frente es típica de los campamentos levantados ante un enemigo próximo, es decir, no era un campamento de retaguardia, sino de primera línea.

«La sola presencia de este campamento nos habla de la existencia de una guerra de conquista que no recogen las fuentes escritas ­afirma Antxoka Martínez Velasco­, y lo que nos dice es que la población indígena no recibió con cánticos y flores a los legionarios romanos, sino que, muy al contrario, ofreció resistencia».

¿Cuál pudo ser el objetivo de este campamento? Martínez Velasco y Bolado se plantean «como hipótesis razonable» el asalto al castro de Marueleza o Arrola, que se encuentra justo enfrente. ¿Cuándo ocurrió esto? Aún no se sabe, pero quizá en algún momento entre el final de la Guerra Civil entre César y Pompeyo (año 46 a. C.) y el inicio de las Guerras Cántabras (año 29 a. C.).

«En última instancia ­prosigue Antxoka Martínez Velasco­, este campamento, junto al campo de batalla de Andagoste, en Kuartango, y al poblado asaltado por tropas romanas de Altikogaña, en Eraul, nos habla de un proceso de conquista militar del que hasta ahora no teníamos conocimiento».

Los arqueólogos creen que la excavación del yacimiento de Illunzar vendrá a confirmar las conclusiones a las que han llegado hasta ahora sólo a través de prospecciones, y ya han solicitado a la Diputación los preceptivos permisos para iniciar los sondeos. «¿Que qué tipo de materiales esperamos encontrar? Cosas tan simples y a la vez tan típicas como las tachuelas del calzado de los legionarios romanos», indica Bolado.



Ni Numancia ni «voluntaria entrega»
M.A.

NABARNIZ

Dos han sido, básicamente, las corrientes historiográficas dominantes en lo que a la romanización de Euskal Herria respecta. La más antigua ha tendido a identificar a los vascos ­por denominar de alguna manera al conjunto de pueblos que en la Edad del Hierro habitaban lo que hoy es Euskal Herria­ con los resistentes de las Guerras Cántabras. Y sostiene que éstos, los vascos, parapetados en la inexpugnabilidad de sus montañas, rechazaron al invasor romano. Leyendas como la de Lartaun y las batallas del Ernio serían fruto de esta corriente.

La segunda corriente históriográfica, mucho más moderna y que se ha impuesto en las últimas décadas, presenta la dominación romana prácticamente como fruto de la colaboración y el entendimiento con las poblaciones indígenas.

La hipótesis que barajan Antxoka Martínez Velasco y Rafael Bolado es que puede que los combates en el territorio de lo que hoy es Euskal Herria no llegasen a un grado de numantinis- mo legendario, pero aquello tampoco fue una «voluntaria entrega», por utilizar un concepto que, aunque muy posterior, puede ilustrar ­es verdad que quizá de forma algo caricaturesca­ cuál es la tesis historiográfica actualmente establecida.

«Nosotros pensamos ­explica al respecto Rafael Bolado­ que hay que ser cautos, porque un pueblo no se entrega así por así. Si los astures y los cántabros opusieron resistencia, no hay razones para pensar que los pueblos que habitaban lo que hoy es Euskal Herria, los vascones, por poner un ejemplo, no lo hiceran».

«Es verdad ­reconoce­ que las evidencias arqueológicas de resistencia son por ahora escasas, pero el hecho de que no se hayan encontrado no quiere decir que no existan, sino quizá, simplemente, que no se han buscado lo suficiente. Por eso hay que prospectar».


 
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