Jorge RIECHMANN | Profesor de la Universidad de Barcelona y presidente del CIMA
«Un principio democrático básico es que los afectados puedan decidir»
Jorge Riechmann es investigador en el Instituto
Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud de CCOO y presidente de Científicos por el
Medio Ambiente acaba de participar en un seminario organizado por la UPV, en el
que habló de su libro “Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturaleza,
ecosocialismo y autocontención”, así como en las jornadas sobre democracia
parti- cipativa, organizadas por la iniciativa Parte Hartuz.
¿Qué transmite su libro?
Expongo ideas que intentan concretar y hacer más atractiva y accesible la idea de sostenibilidad, una noción relativamente formal en el sentido en que ecológicamente sostenible lo decimos de un sistema cuando éste puede terminar en el tiempo sin dañar sus propios fundamentos ecológicos. Para dar más contenido a esa noción, propongo una serie de principios que pretenden orientar una transformación social hacia la ecologización de nuestras sociedades, econo- mías... y uno de esos principios es el de la biomímesis.
¿A qué se refiere?
La idea es fijarse en algunos rasgos del funcionamiento de los ecosistemas, por ejemplo en cómo funcionan con ciclos cerrados de materiales y aprovechando la energía solar, para a partir de esa imitación de la vida conseguir sistemas humanos que encajen mejor dentro de la biosfera.
¿Qué otros principios propone camino a esa ecologización?
Además del de la biomímesis, propongo otros tres principios de sostenibilidad ecológica, como la autocontención, que formulo también como gestión generalizada de la demanda. La idea es no buscar siempre aumentar la oferta de recursos bienes, sino reconocer que hay límites que no debemos sobrepasar, porque tenemos problemas ecológicos y sociales graves, y en lugar de eso practicar políticas de gestión de la demanda, acomodándola a esos límites que no deben sobrepasarse. Es una idea de autolimitación, autocontención, que debe generalizarse a muchos más ámbitos.El tercero sería el principio de precaución.Hemos visto cómo en los últimos decenios se han puesto en marcha de forma imprudente despliegues tecnológicos que luego nos han creado muchos problemas. Ha sucedido con los plaguicidas, la energía nuclear o más recientemente con los transgénicos. El principio de precaución lo que dice es que antes de emprender el tipo de despliegues tecnológicos de gran escala, tenemos que estar seguros de que no van a crear problemas graves. Se recomienda más cautela, precaución y mucha más reflexión social antes de emprender este tipo de reordenaciones tecnológicas. El cuarto principio es el de coeficiencia. La idea es que estamos empleando mal, muy derrochadoramente, la energía y los materiales, que nos hace falta ser mucho más eficientes en el uso de los recursos naturales.
¿Empezamos a asumir de que a este ritmo no se puede seguir y que esto se acaba?
Es que es completamente imposible. Hasta los más ciegos deberían ver lo que se avecina. En 1972 la publicación del libro “Los límites del crecimiento” abrió un debate mundial y la idea es de sentido común: ninguna economía puede crecer indefinidamente dentro del planeta Tierra, que es finito.
¿Quizás hemos interiorizado la necesidad de medidas ya?
Lo que es terrible es que parezca algo nuevo, cuando son problemas que están perfectamente diagnosticados y que deberían haberse asumido hace varios decenios. Por em- plear una imagen que ha usado Mariano Marzo, experto en energía, tenemos el titanic de la globalización capitalista marchando a toda máquina hacia dos icebergs: calentamiento climático y agotamiento de los combustibles fósiles. Es terrible es que sólo cuando se agudizan los problemas, nos planteemos cambiar algo.
En ese panorama, ¿democracia y ecología deben ir unidas?
Ambos objetivos son deseables, pero no van necesariamente de la mano. Puede haber sociedades que sean eco- nómicamente sostenibles y no democráticas. Ahora bien, hay terrenos en los que hay interacción, si deseamos sociedades democráticas y sostenibles. Además deberíamos re flexionar sobre de qué manera incorporamos a mecanismos de toma de decisiones intereses hoy no representados y difícilmente representables. Los animales contemporáneos nuestros tienen intereses que no estamos tomando en cuenta y también las generaciones humanas futuras. Ante la toma de decisiones para la construcción de grandes infraestructuras o la planificación territorial, el principio democrático básico es que los afectados deben poder tomar parte en la adopción de esa decisión. Sin embargo, seguimos con una gestión del territorio descabellada, demencial y guiada por intereses particulares y no por intereses generales. -
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