Ya en la calle, Don Simón se cruzó con otros dos habituales en la ronda de la tarde, Gotzon y Mila, una pareja que mediaba en la cuarentena y que resultaban especialmente simpáticos por su habilidad para reconducir las discusiones de pareja a duelos de chistes.

­Ahí tenéis a Huesitos y a Xuxú. Hoy Luis Mari está especialmente quisiquilloso, o sea que habrá ambiente. Yo volveré más tarde. Tengo que visitar a dos enfermos y...

­Nada, el currelo es el currelo y los curas cobráis el plus de libre disposición.

A Gotzon, descreido hasta el ateismo militante, le encantaba echarle pullas al cura y no dejaba pasar la ocasión si creía haberle sorprendido en una contradicción. Por nimia que pareciera.

En cuanto se hubo alejado, Mila le afeó el comentario:

­Desde luego, Gotzon, eres la leche. Deja en paz a Simón, que bastante tiene el hombre con su trabajo.

­A cualquier cosa le llamas tú trabajar. ¿Engatusar a la gente te parece a titrabajar?

­Oye, déjale. A ti no te obligan a ir a misa. Los que van es porque quieren.

­Porque les han metido el miedo en el cuerpo y se pasan el día acojonados con el más allá. Como Xuxú, que ahora cree en el esoterismo y esas paparruchas.

­Mira. Hablando del Rey de Roma...

Primera bronca

­Cada vez hay menos formalidad. ¿A qué hora empieza el txikiteo? Pues a las siete. Y a las siete, aquí, sólo estábamos este mangarrán y yo.

­Los que trabajamos estamos sometidos a contingencias horarias...

­Oye tú. Aquí no vale hacerse el listo diciendo palabras de cien pesetas. Incontinencias horarias... no te jode.

Luis Mari Huesitos mantenía la inveterada costumbre de equivocarse con las palabras menos habituales o un tanto altisonantes. Gotzon también aprovechaba eso para martirizarle.

­Contingencias, Huesitos, contingencias. Incontinencia es mearte en los calzoncillos.

­Lo que tú quieras, pero la puntualidad es la puntualidad. Hala, vamos.

En el breve trayecto desde el K.O hasta el Gureak la conversación discurrió sobre la marcha de Simón.

­Ha ido a visitar a la madre de Juanín y al suegro de Mairena, que deben estar enfermos. Ha dicho que aparecerá.

­Sí. Ya hemos hablado con él. No sería mala idea comprar algo en la carnicería para cenar luego en la sociedad. ¿No os parece?

Huesitos no dejó pasar la ocasión.

­Como decía Monzón: “gerokoak geroko utzi”. Ya veremos luego si hay ambiente para cenar.

­Eso decimos todos los días y, al final, terminamos cenando huevos con patatas porque nos han cerrado todas las tiendas ­matizó Mila­.

­Mila tiene razón. Mejor compramos algo de lomo y unos pimientos verdes y, si sobran, ya los comeremos mañana.

­¿Mañana? ¿Ya estás haciendo planes para mañana? Pero si todavía hemos tomado un puñetero pote...

­Contigo no hay quien pueda. Mira. Yo compro el lomo y, si no nos lo comemos o si sobra, me lo llevo yo a casa y me lo zampo con éste.

Gotzon asintió. En realidad, casi prefería cenar en casa y dormir las ocho horas de rigor para levantarse en perfectas condiciones para conducir el camión.

En el Gureak, Miguel, el camarero, discutía con un parroquiano.

­¡Cada vez cuentas más mentiras! ¿A quién vas a engañar tú con esa copla de que tienes novia en Bilbao? Será de pago porque tú no te comes una rosca ni...

­Oye, oye. Un poco de respeto. Que yo no me meto contigo. ¡Con razón te llaman Kokoloko!

Los emigrantes

­¿Habéis leído en el periódico? Pone que en quince o veinte años, casi la mitad de la población será inmigrante. O sea, que se nos va a llenar el pueblo de moros, rusos, rumanos y chinos.

­Normal. Aquí hay trabajo y cada vez menos población y en sus países cada vez hay más necesidad.

­Lo normal, además ­intervino Mila­ es escapar del hambre. Y contra eso no hay fuerza humana que consiga detenerlos. Además, qué carajo, ¿no nos hemos pasado media vida expoliando sus tierras y robándoles todas sus riquezas? Pues lo normal es que vengan ahora a cobrarse las deudas.

Huesitos no compartía puntos de vista tan progresistas.

­Una leche. Lo que yo veo es que cada vez hay más de ésos y en el periódico se leen más casos de robos, violaciones, crímenes... Donde mejor está cada uno es en su casa, ¿verdad? Pues eso. Los rumanos, a Rumanía; los moros, a Morolandia; y los chinos, a la China. Y todos tan contentos.

­¿Y quién va a cotizar para que la Seguridad Social te pague a ti la pensión? Si aquí cada vez hay menos gente para trabajar y sois cada vez más los jubiletas...

­A mí, plín. Que me paguen con lo que he cotizado yo durante cuarenta y tantos años. Lo demás son milongas pamperas.

La discusión no terminó ahí y siguió hasta que llegó Don Simón. Venía con rostro preocupado y un cierto desasosiego que no pudo disimular ni siquiera después del primer vino.

­Tienes cara de preocupado, Simón. ¿Pasa algo grave?

­Grave no. Natural como la vida misma. Juan Altuna, el suegro de Mairena, está en las últimas . No creo que pase de esta noche y le he dado la extrema unción, pero no sé si he sabido reconfortarle. Es tan difícil cuando hasta uno mismo duda...

­¿O sea que también tú tienes dudas?

­Todo el mundo las tiene, Gotzon. En un momento o en otro todos dudamos.

­Huesitos tomó la delantera...

­Todos menos el Papa. Ese sí que sabe que todo es mentira. Está escrito en los archivos secretos del Vaticano. Eso lo sabe bien Xuxú, que entiende de eso. -

(CONTINUARA)