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Gara > Idatzia > Kultura 2006-06-29
Lecciones de un maestro Zen en la Ganbara
·El pintor Alfredo Bikondoa cuelga la obra de estos últimos cinco años en el desván del Koldo Mitxelena

Su discurso quizás no fue excesivamente articulado y claro, pero sirvió para expresar el testimonio de un pintor que a los 37 años tuvo la sensación de ser «un señor que hacía objetos», abandonó la pintura durante dos décadas para entregarse a unas prácticas de iniciación en la meditación Zen y regresar con una concepción de la pintura absolutamente cambiada. Alfredo Bikondoa expone en la Ganbara de Koldo Mitxelena obras de esta segunda etapa.

DONOSTIA

Alfredo Bikondoa es un pintor donostiarra que inició su trayectoria creativa en el contexto de las escuelas de vanguardia que surgieron a mediados de los sesenta en Euskal Herria, trabajó durante una década una pintura que indagaba en las representaciones oníricas y surrealistas, como medios de expresión de otras realidades más profundas, y esa voluntad de búsqueda de respuestas a las cuestiones esenciales le llevó finalmente a abandonar la pintura y adentrarse en las prácticas de iniciación que acompañaron su encuentro con el Zen y la meditación.

Después de una veintena de años dedicado a estas prácticas, Bikondoa decidió volver a la pintura, concibiendo esta expresión artística como un medio para tomar conciencia de la realidad última.

Juan Pablo Huércanos, subdirector del Museo de Oteiza en Altzuza, definió esta nueva etapa de Bikondoa como «una segunda madurez. Es a partir de 1998 cuando comienza esta segunda etapa con los objetivos y las herramientas mucho más definidas, y desde esa fecha hasta el pasado año Alfredo realiza más de 700 obras, lo que supone un volumen muy considerable, sobre todo teniendo en cuenta que muchas de sus piezas son de una factura lenta, necesitan tiempo y en muchas de ellas interviene el polvo de mármol que requiere un proceso ralentizado. En estas obras se observa una ambición muy profunda, porque el propio pintor considera que pinta para desarrollar la conciencia que ha de relacionarse con la realidad última. En una palabra, concibe la pintura como una herramienta de transformación de la persona». Huércanos añadió que en ese camino hay poco artificio. «Todos en el fondo anhelamos descubrir lo esencial de nuestras vidas, que en realidad consiste en descubrir nuestro lugar en el mundo», dijo.

También Frantxis Lopez Landatxe, director de Koldo Mitxelena, se refirió a este carácter instrumental de la pintura de Bikondoa. «Los nombres de sus cuadros se refieren muchas veces a la idea de pasaje, de paso, de puente, de puerta o ventana, como si los cuadros fueran algo accesorio y tan sólo fueran la entrada hacia algo que desconocemos. La idea de la trascendencia se nota en muchos de sus cuadros», dijo y remarcó también en la existencia de contrarios en su pintura. «La exposición quiere presentar juegos de contrarios. Juega con la abstracción y la figuración, con la materia fría y silenciosa como es el polvo de mármol y el color de la tierra», dijo el director de Koldo Mitxelena. Pero hasta las obras figurativas que aparecen en la exposición tienen en esta segunda etapa de Bikondoa un sentido espiritual, tal como expresó el artista ante la serie titulada “La mujer de la luna llena”.



«Soy un investigador de la realidad ultima»

DONOSTIA

«Yo dejé de pintar a los 37 años, porque tras una crisis personal muy fuerte me di cuenta de que la pintura no me resolvía el problema de la vida y la muerte. Tenía la impresión de ser un señor que hacía objetos. Es posible que los cuadros fueran buenos, pero eran objetos, que a mí no me servía para nada. Dejé de pintar y volví la mirada hacia dentro. Tuve la suerte de tropezar con un maestro Zen. En esta segunda etapa he logrado que no exista un fuera y un dentro. Mi manera de pintar es una forma de llevar la meditación al trabajo cotidiano. Pinto para, como ha dicho Juan Pablo, desarrollar la conciencia que se relaciona con la realidad última», dijo el pintor. ¿Pero cuál es la realidad última? En la respuesta estuvo más enbarullado Alfredo Bikondoa. Habló de la «impecabilidad en el momento presente», de «la presencia total en el aquí y el ahora» y de otros conceptos, para concluir que la pintura es la herramienta «que la naturaleza o Dios me han dado para enfrentarme al problema de la existencia, para cruzar este océano que media entre el mundo fenoménico y el mundo esencial, lo mismo que el kárate sirve al karateka o el arco al maestro de tiro. Por ello, me considero un pintor de la esencia. En realidad, no me considero pintor, sino un investigador de la realidad última. Los cuadros, por lo tanto no son nada, son simple resultado de ese trabajo, como decía Oteiza, para quien el arte era salvación o no era nada», dijo para señalar acto seguido que se considera un artista sin estilo, sin criterio. «No me interesa lo que hago. Sólo me interesa el núcleo, llegar al fondo. Sólo me interesa las raíces del árbol. Tan auténtico puede ser un trazo expresionista como una obra minimalista», prosiguió. Pero sus lecciones de budismo Zen no acabaron ahí y siguió explicándonos que desde el núcleo, «desde ese aislamiento podemos abrirnos al todo».


 
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