Luis Bandres - Profesor de la UPV-EHU (*)
Jueces y espectáculo
Estamos asistiendo un día sí y otro también a declaraciones, comparecencias públicas, fotografías y demás zarandajas de profesionales de la judicatura interviniendo en temas que parecen ser más propios de otro campo de actividades que el de la justicia propiamente dicha. Algunos siempre hemos pensado que algo tan importante y de tanta responsabilidad como es el hecho de impartir o tratar de impartir justicia es algo demasiado serio para ser tratado como espectáculo en revistas del corazón o similares.
Ahora bien, los jueces son personas como los demás, condicionados, como todo ser humano, por toda una serie de factores que van desde su origen familiar y social hasta su propia personalidad, con sus filias y sus fobias, las cuales pesan a la hora de emitir sus veredictos y pueden condicionar los mismos, en todo o en parte. Por ello, las decisiones judiciales serán respetables siempre y cuando merezcan respeto y no lo serán, aunque nos veamos obligados a cumplirlas, cuando sean arbitrarias, disparatadas o esper- pénticas, motivadas , en mayor o menor grado, por esos factores a los que antes aludíamos.
Es de todos conocido que en democracia una de las bases fundamentales de la misma es la de la división de poderes, pero esta división entre el poder judicial y el poder ejecutivo que es necesaria para el correcto funcionamiento del sistema, debería extenderse también a otros ámbitos como es el de la independencia entre el poder judicial y los partidos políticos, estén o no en el poder, ya que algunas actuaciones judiciales más parecen obedecer o al menos seguir consignas de parte que ser fruto de una verdadera independencia profesional.
Preocupados por el daño que pueden sufrir personas que son detenidas y encarceladas, aunque sea por poco tiempo, no digamos nada si lo son por mucho, sin que exista sentencia condenatoria alguna y a veces por lo que parecen ser más motivos subjetivos de tal o cual juez que verdaderas razones o actuaciones delictivas, hemos accedido por Internet a una página titulada «Daño psíquico» y en la misma una cuestión reiterativa era la de si a la hora del nombramiento de jueces y fiscales se «realiza una selección a través de tests psicotécnicos y entrevistas u otros medios» que permitan acceder al perfil y personalidad del candidato, como se hace en otras profesiones sin que las mismas tengan influencia directa sobre las personas. La respuesta es que, aunque «en privado los jueces admiten la necesidad de esa selección que ellos llaman idoneidad» y de que «de hecho en la Escuela Judicial se la platearon durante el curso formativo», la cuestión es que el proyecto no ha prosperado. Y así, como se comenta en la mencionada página, «un juez es un estudiante de Derecho, relativamente empollón, que al terminar su carrera se empolla de nuevo una serie de temas que le da un preparador. Luego va un tribunal y lo suelta de carretilla y con el tiempo contado. Si aprueba hace la escuela de práctica jurídica y con sus poquitos años (el promedio de edad de los nuevos jueces es de veintiséis años) ya está disponible para juzgar vidas y haciendas». A lo que se podría añadir: y, en su caso, intervenir en ámbitos que merecerían un mayor respeto y delicadeza por las repercusiones que pueden tener.
Hablábamos un poco más arriba de la aparente afición de algunos de los jueces a aparecer en la prensa y en público y de la existencia de diversos factores que pueden moverles a ello. Intentando profundizar algo en este aspecto, nos hemos acercado a la psicología y accedido a las características correspondientes al «histrionismo», perfil existente entre los humanos y que está perfectamente definido, pudiendo constatar que este término, además de ser similar al de «histérico», se caracteriza por que las personas histriónicas tienen como rasgo fundamental la búsqueda de una atención exagerada hacia ellos, la demanda continua de apoyo del círculo en que se mueven, la necesidad insaciable de aprobación. Además, suelen tender a la teatralidad y no suelen tener un gran relieve en el terreno racional, aunque sí en el imaginativo. Tienen muy escasa tolerancia a las frustraciones y reaccionan ante ellas de una manera intensa y dramática; por otro lado, suelen valorar mucho la apariencia. Cada uno que mire a su alrededor y saque conclusiones.
No cabe la menor duda de que en el colectivo de jueces, como en cualquier otro colectivo, la existencia de personas con el perfil antedicho es una realidad. La diferencia estriba en que en el resto de colectivos, en general, los individuos histriónicos serán más o menos ridículos, pero sus decisiones no tienen influencia sobre terceras personas, no así en el colectivo aquí tratado, en el que esas decisiones pueden repercutir directamente sobre personas e incluso sobre procesos importantes, haciendo que lo que no tendría que pasar de ser algo exclusivamente personal tenga una influencia no deseable en posicionamientos que deberían caracterizarse por su objetividad y desapasionamiento. A la justicia se la suele representar como una mujer con los ojos vendados. Parece ser que actualmente en algunos casos habría que quitarle la venda para que contemple el espectáculo que ofrecen algunos de sus teóricos cuidadores, que al parecer, como Franco, sólo se sienten responsables ante Dios y ante la historia. -
(*) Junto con Luis Bandrés, firman este artículo los igualmente profesores de la UPV-EHU José Manuel Castells, Jon Gurutz Olascoaga y Baleren Bakaikoa
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