Como ya hiciera nuestro querido poeta Blas de Otero,
Ezker Batua-Berdeak lleva años pidiendo para nuestro pueblo la paz y la palabra.
Los colectivos pacifistas se han manifestado reiteradamente por la paz y el
diálogo. La sociedad vasca ha dado muestras de perseverancia a favor del
diálogo. Ahora toca hacer lo propio con la mesa de diálogo político sin
exclusiones. Ya lo dijo Borges, la mejor cosa que registra la historia universal
es el descubrimiento del diálogo. Al fin y al cabo, sin personas conversadoras
la cultura y la política serían inconcebibles.
La violencia hacía difícil esta reivindicación del
diálogo de una manera plena, algo que la sociedad vasca siente como un derecho
humano, el diálogo, que se ha convertido en un clamor. Precisamente porque
sufríamos un diálogo de sordos y una crispación política en la que el diálogo de
verdad brillaba por su ausencia.
El diálogo en Euskadi llegó a ser una utopía. Una utopía
que necesitábamos para salvar la enorme sima que nos separaba y aún nos separa.
Tras ese horizonte caminamos, como nos aconseja Eduardo Galeano. Han sido muchos
los intentos bien intencionados. Lo fueron los encuentros bilaterales entre
partidos. Ajuria Enea también lo fue. Las grandes manifestaciones contra la
violencia y por la paz. Lo fue Lizarra. Lo es de una manera más sólida el actual
Gobierno Vasco apoyado en nacionalistas vascos y federalistas republicanos. Es
diálogo. Ha habido que intentarlo todo. Lo fue el paso que dio Batasuna en
Anoeta. Diálogo interior.
Cuando hace poco más de tres meses, en marzo, ETA
anunció su alto el fuego permanente, sentimos que nuestra lucha por la utopía
nos traía los frutos deseados. También es un fruto del diálogo el anuncio de
Zapatero para que su Gobier- no contacte ahora oficialmente con ETA.
Toda la sociedad vasca ha realizado sus aportaciones.
Los grupos sindicales, los grupos sociales, la cultura, la uni- versidad, las
comunidades cristianas, las voces de las mujeres para la paz, la ciudadanía en
general. Hemos llegado aquí paso a paso, de la mano de todos y todas. Ahora ha
llegado la hora de la paz y del diálogo abierto, un diálogo sin exclusiones.
Estamos empezando de nuevo, en una nueva era en la que el entendimiento y la
reconciliación substituyan las turbulencias de la historia de nuestro país. Esta
es la oportunidad que llevamos esperando toda una vida.
La mesa de diálogo, la mesa o el foro de partidos, se
debe iniciar sin más premura, ya, con la conciencia lúcida de que la verdad no
se posee, sino que se manifiesta cuando es fruto de un encuentro abierto.
Sabiendo que es mucho el trabajo que tenemos encima de esa mesa. Un trabajo
ímprobo: el qué y el cómo, la metodología, los acuerdos previos que afiancen las
patas sobre las que se asiente esa mesa.
Que nadie retrase más este tiempo en el que Euskadi
entera debe dialogar. Activemos cuanto antes un diálogo intenso y no excluyente
para que triunfen para siempre las vías políticas, dando protagonismo al
conjunto de la sociedad vasca. Pongamos sin más demora en marcha el abecé de la
pacificación: alto al fuego, diálogo sin condiciones ni exclusiones, mesa de
partidos que nos acerque a un gran acuerdo para que nuestro pueblo pueda ejercer
el derecho de decisión que le asiste, comprometiéndonos a ensanchar la
democracia sin miedos, manifestando nuestra gran sensibilidad con las víctimas y
un planteamiento abierto y generoso con los presos.
Por eso Ezker Batua-Berdeak alienta y defiende la
configuración inmediata de la mesa de partidos, porque es mucho lo que tenemos
que hablar y solucionar todos los responsables de los partidos políticos de
Euskadi. Es nuestro patrimonio, como hemos demostrado con la Ley del Suelo, la
txalupa de la que habla Atxaga, esa que une orillas distintas. Europa entera nos
está mirando. Por eso mismo, Ezker Batua se concentrará una vez al mes hasta que
la mesa para la normalización política y el diálogo se constituya. Que triunfe
el diálogo es pedagógicamente la mejor herencia que podemos dejar a nuestros
hijos y a las generaciones venideras. La democracia sólo puede salir
fortalecida.
El diálogo es un puente que necesitamos ampliar en toda
su extensión, un espacio contra los tabúes, los dogmas y las tiranías; una
argamasa para cimentar un futuro para la buena convivencia de Euskadi.
Necesitamos la paz palpitante y creadora, no el mundo en vilo; la paz en las
plazas, no un llanto sordo; la paz en las calles, no el miedo a soñar; la paz en
los portales, no la indiferencia o el rechazo; la paz en la cocina, en los
valles profundos y en los acantilados de Euskal Herria, no una furia sin
sentido; la paz y la libertad en nuestro ánimo y en nuestro corazón. Porque es
más necesario que nunca que todas las fuerzas políticas dialoguen sin
exclusiones.
Dice Noam Chomsky que a la gente de los países ricos se
le ha lavado el cerebro «para que piense que no tiene poder», pero que «las
libertades y los derechos no vienen dados». Todos los derechos los hemos ganado
con la movilización popular. Después de casi treinta años que recuperamos la
democracia para nuestro país, la conquista de la paz se va a convertir en la
gran inspiración de nuestra historia. Nadie debe retrasar ese tren. Por eso nos
movilizaremos por la mesa del diálogo. Para que los tiempos y los ritmos los
marque la sociedad vasca en su conjunto. Este es el proyecto colectivo de toda
nuestra sociedad.
Hoy la sociedad vasca vive esperanzada y confiada ante
la irreversibilidad de la violencia en nuestro país. Si bien no quiere que el
proceso se duerma y se utilice de manera partidista e interesada. La verdad es
que asistimos a la desaceleración de la puesta en marcha de la mesa de partidos.
Pareciera que el PSOE está más preocupado por neutralizar al PP que en avanzar
decididamente por la normalización y la convivencia de Euskadi. Me preocupa que
en su planeada hoja de ruta el presidente Zapatero sucumba a la tentación de
manejar los tiempos conforme a sus intereses electorales, que le haga situarse a
cada momento en la posición que mejor convenga a sus expectativas de voto.
Con las movilizaciones, Ezker Batua recoge el
planteamiento de esa ciudadanía que quiere ser agente activo y protagonista de
un acuerdo que afiance la paz y que genere auténtica confianza. Impulsar el
diálogo de la mesa de partidos no sólo fortalecerá la democracia, sino que
llevará a Euskadi a la consecución de bases democráticas más sólidas.
A nadie le parecerá mal la pluralidad de criterios y las
diferencias de opinión, la cuestión es cómo encauzamos y gestionamos esas
diferencias, y qué aprendemos de las mismas. La política en Euskadi requiere
diálogo y entendimiento entre diferentes, porque diferentes somos los que
vivimos aquí. Tenemos a la vista la posibilidad de un gran pacto, de un nuevo
acuerdo de progreso y prosperidad. Es mejor el diálogo que vivir eternamente
enfrentados. Como dijo Alain Touraine: «entre la violencia y el debate, me quedo
con el debate». En Euskadi nos quedamos con el diálogo. -