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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-07-12
Rodolfo Cuesta - Donostiako Torturatuen Bilgunea
Todavía en lucha contra la tortura y por una solución digna

Estoy totalmente seguro de que más de uno habrá puesto cara de extrañeza al leer el encabezamiento de este escrito, de que se habrá hecho alguna reflexión del estilo de ¿...en estos momentos tan ilusionantes en los que vivimos cómo hablamos de tortura?, ¿La tortura no es ya algo del pasado?, etc, etc. Estos y otros pensamientos habrán aflorado en más de uno, pero ...¿qué es la tortura?

No debemos ignorar que la tortura es un arma de guerra que no se basa única y exclusivamente en su utilización, no aparece de forma esporádica y desaparece sin más, se basa también en la intimidación buscando la desmovilización y el absentismo creado por su miedo, y ese miedo persiste en gran parte de la sociedad, pero sobre todo persiste en muchos que aún hoy, después de años de haber pasado por sus manos, aún sabiendo que no hay motivo real para ser detenidos, todavía nos despertamos de madrugada, casualmente a la hora en la que fuimos detenidos la anterior vez, con sudores fríos y atentos para ver si lo que nos ha despertado es algún ruido en la puerta de casa, y no pensando en un robo precisamente.

Somos muchos los que tenemos ropa preparada al lado de la cama para, esta vez, ser sacados de nuestra casa, de nuestro entorno, de una forma «decente», personas que a día de hoy nos estremecemos al oír de «nuestra gente»: «parece ser que no les han torturado». ¿Cómo podemos llegar a, ni tan siquiera, pensar eso, y mucho menos decirlo? ¿No es tortura el que, de madrugada, unos «señores» encapuchados tengan la potestad de sacarte de tu casa sin saber por qué y a dónde te llevan? ¿No es tortura la incomunicación? ¿No es tortura el que te mantengan en sus sucias manos, en tétricos calabozos durante el tiempo que les dé la gana? ¿Somos tan morbosos que sólo pensamos en tortura cuando nos hablan del dolor físico que ella inflige? Por favor, no quiero creer que hayamos llegado a eso, no lo quiero creer.

Debemos tener una cosa bien clara, la tortura existe y existirá mientras sus pilares fundamentales no desaparezcan, me refiero a la Ley Antiterrorista y a la Audiencia Nacional. Gracias a ellas la tortura aún flota como espada de Damocles sobre todos nosotros, aún sigue activa, al acecho, y hasta que estos dos pilares desaparezcan no habremos dado un paso real hacia la erradicación de esta lacra, que a nadie le quepa la menor duda, aún hoy hay mucho trabajo que realizar.

Además, ¿qué es lo que sucede ahora? ¿De un día para otro nos olvidamos de la existencia de la tortura? ¿Pasamos página y nos olvidamos tanto y tanto sufrimiento? ¿Qué sucede con nosotros, los más de 7.000 torturados «censados»? Nosotros, por desgracia, nunca podremos olvidar tanto horror y sufrimiento. Nos lo incrustaron bajo la piel a base de dolor, y aunque nos resulte tanto o más doloroso el revivirlo ­algunos, a día de hoy, no son capaces de hacer mención de su vivencia­ debemos hoy más que nunca hacerlo, es una obligación que tenemos que asumir, por todos los que lo hemos pasado y para que nadie más lo pase.

No tenemos que consentir que se pase página sin conseguir, en primer lugar, que se reconozca que la tortura ha existido y no sólo en Madrid. Que aquellos que se rasgan las vestiduras y achacan en Madrid el que sólo se reconozcan las torturas en Cuba y Guantánamo (según las ideas políticas de cada uno), miren debajo de sus alfombras. ¿Eh, señores del PNV? Debemos conseguir, también, que a todos aquellos que en su día se les condenó por declaraciones basadas en torturas se les revisen sus casos; que todos aquellos casos que fueron archivados, los más, sean reabiertos e investigados de forma real; que se depuren responsabilidades de tanto indultado y tanto indultador; la no prescripción del delito de torturas, en fin, dejar de hablar y pasar a los hechos.

Por otro lado, aunque paralelamente, hoy que están tan de moda, que es tan usada la palabra víctimas y su figura, tenemos que dejar bien claro que nosotros no queremos ­y no porque no podamos equipararnos con esas personas­, nosotros no buscamos ni indemnizaciones ni prebendas

Sólo queremos, mejor dicho, ¡exigimos!, que todos aquellos que la han usado, todos aquellos que se han tapado los ojos y oídos rechazándonos para evitar que nuestras vivencias manchen sus señoriales poltronas, nos miren a los ojos y nos reconozcan, que pasemos de ser un ente innombrable a una figura real, ¡reconocimiento!

No buscamos placas en nuestro «honor», que no se preocupen por ello, sino algo tan sencillo como que, públicamente (estamos hartos de palabras bonitas en privado) digan «señores, la tortura ha existido, ustedes la han padecido». Nada más, pero nada menos.

Para terminar retomemos el comienzo, que nadie se escandalice por el contenido de este escrito, que todos aportemos algo para que, esta vez de verdad, esto llegue a ser algo que no se vuelva a repetir, que la tortura desaparezca de una vez por todas. -


 
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