Podríamos incluir a Kenny Barron, sin temor a equivocarnos, entre los mejores pianistas de jazz del momento, una selecta nómina de apenas media docena de nombres que se nutre, sobre todo, de ilustres veteranos, como es su caso.
Con más de 40 años en activo, en él se aprecia la influencia de los grandes del piano bop más la vena introspectiva y lírica de Bill Evans pasada por el tamiz de entertainers como Oscar Peterson y Erroll Garner. Con semejante cóctel de influencias, el resultado solo podía ser óptimo, y para apreciarlo basta con escuchar algunas de las versiones a piano solo de standards como las que ofreció en Mendizorrotza. Barron comenzó el concierto alternando clásicos y temas propios, con una impronta enérgica, vibrante, de refulgente dinamismo, dejando a las claras su filiación bop.
Luego, tras un meritorio solo del bajista japonés Kiyoshi Katagawa (todo un descubrimiento al que habremos de seguir con atención en adelante), se centró en dos standards: “Spring can really hang you up the most” y “I’m getting sentimental over you”, interpretados en solitario. Fueron para enmarcar en nuestra memoria: toda una lección de profundidad artística que horadó hasta lo más hondo nuestra encallecida sensibilidad permitiéndonos conectar con las fuentes primordiales de la belleza.
Poco después irrumpió en el escenario Sergio Mendes al frente de su noneto. Este pianista, arreglista y líder de banda, se ha caracterizado desde los inicios de su carrera, con el grupo Brasil 66, por saber aprovechar materiales ajenos para dotarles de un indudable atractivo comercial. De esa manera, convirtió la bossa nova y su naciente fusión con el jazz en un género híbrido, con orquestaciones más cercanas al pop y traducción al inglés.
Su éxito fue, por supuesto, fulminante, arrasador. El creador del bosa-pop volvía a un escenario peninsular después de algunos años sin recalar por estos lares para ofrecernos un concierto nutrido de versiones simplonas, edulcoradas, prescindibles, de clásicos de la bossanova más algún tema inevitable de Burt Bacharach o The Beatles.
Hacia la mitad de este festival de la banalidad, Mendes dio la oportunidad de lucirse a uno de sus percusionistas cariocas, uno de los escasos momentos en que el concierto levantó el vuelo adquiriendo cierto interés.
Por desgracia, fue breve. Desde entonces y hasta el final asistimos a la previsible y cansina sucesión de éxitos: “Mais que nada”, “País tropical”, etc, etc. ¿Necesito seguir?.... -
Javier ASPIAZU