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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-07-15
Martin GARITANO
De merienda a Santa Ana
·LA VIDA SIGUE IGUAL (XXIII)

El resto de los amigos fueron incorporándose, de uno en uno, al grupo. De la manera que más irritaba a Huesitos, encargado de hacer frente a la primera ronda de potes.

­Es que sois la leche. Llegáis tarde y, además, de uno en uno. Hala, Eusebio, saca otro blanquito para Mila, que enseguida llegará su maridito y tendré que sacar la cartera otra vez.

­No, hoy Gotzon no puede venir. Ha ido a Burgos. Tenía que hacer una entrega urgente, así que no llegará hasta el atardecer.

­Bueno, pues si no es Rómulo, será Remo. Ahí viene el argentinito.

­En el pueblo ya le llaman ‘El Pibe’, como a Maradona.

Sergio saludó a todos estrechando la mano a los hombres y con dos castos besos a Miren y Mila.

­Mira que sois melosos los argentinos ­protestó Huesitos­ Entre el acento porteño, los tangos y las milongas y lo del sicoanálisis, os lleváis a todas a la cama...

Sergio sonrió y Mila no pudo evitar un cierto sonrojo que, si pasó desapercibido para todos, a ella le pareció escandaloso.

­No te pongás así, viejo. Que también a nosotros nos toca bailar con María Muñeca.

­¿Con quién?

El argentino hizo el inconfundible gesto de sacudir arriba y abajo la muñeca formando un círculo con el dedo pulgar y el índice.

­¡Ah! Le decís ‘María Muñeca’...

La carcajada fue general. Huesitos apuró el vaso y dio la señal preceptiva.

­Venga, que aquí van a pintar. Tuuuu tuuuu.

En el primer tramo del poteo matutino se les unió Simón. Venía con una especie de cartera en la mano.

­¿Qué? ¿Ahora andas con mariconera? Si ya no se llevan.

­No es lo que tú llamas ‘mariconera’ Nosotros le llamamos el ‘kit del cura’. Llevamos las cosas imprescindibles para ofrecer los sacramentos en caso de apuro. Ahora vengo de dar la extremaunción a María Josefa, la madre de Koldo, el panadero.

­Ya sabía que estaba enferma.

­Sí, muy enferma. No irá para largo.

­Bueno, aquella mujer tiene que tener más de noventa años...

­Pues sí, porque era mayor que mi madre y la ama se murió...

­Bueno Xuxú, déjalo ya. Estamos de poteo y no en la sección de necrológicas.

Las intervenciones de Huesitos, siempre ácidas, resultaron especialmente hirientes ese mediodía. El comentario de Xuxú sobre el tipo misterioso le había dejado preocupado y eso lo pagaron sus compañeros de ronda. El primero de todos, el cura.

­Pues si tenéis todo lo necesario para vuestro trabajo en una cartera así de pequeña, ¿para qué coño os habéis gastado tanto dinero en construir esas pedazo de iglesias y catedrales y...?

Simón sonrió con aire socarrón. Las pullas sobre la religión no le incomodaban. Incluso se permitía alguna humorada.

­Pues mira, ¿ya sabes lo que dijo un turista al obispo de Santiago cuando le estaba enseñando la catedral y todos los tesoros, los cálices de oro y todo eso...?

­Pues no. Tu dirás.

­Pues cuando el obispo le enseñó todas aquellas riquezas y le contó lo que había costado la construcción, el botafumeiro de plata... el otro le miró y le dijo: «Pues si han hecho esto con el voto de pobreza, ¡qué no habrán hecho con el de castidad!».

­Hay que admitir que, para ser cura, tienes bastante sentido del humor.

Al llegar al Gureak les esperaba Juanjosito. Desde la ventana les vió llegar y avisó al camareroŠ

­Venga Kokoloko, marchando seis blancos especiales y una ración de calamares.

Cuando la cuadrilla entró en el bar, los vinos estaban recién servidos, en copas que delataban el carácter especial del vino. Los calamares no tardaron en llegar.

­¿Y esto? ¿Vino especial? ¿Qué se celebra, pues?

Huesitos, como un defensa cabreado, dejó pasar el balón, pero no al futbolista. Levantó la copa y brindó.

­No sé por qué vamos a brindar, pero yo me soplo el vinito que paga Juanjosito y os recuerdo que está terminantemente prohibido hacer esto. Luego, en el siguiente tomamos otra vez del peleón y se hace una mezcla muy peligrosa en las tripas.

­Pues brindamos porque hoy es mi cumpleaños, coño, que sois más ariscos...

­¿Hoy, tu cumpleaños? Y, ¿cuántos han caído?

­Eso no importa. Lo que importa es todos los que aún me han de caer.

-Eso será si no te cae una teja en todo el coco durante el txikiteo.

­Pues ahora que lo dices, tienes razón. Los txikiteros somos los que más tiempo andamos bajo los aleros de los edificios. Corremos más peligro que los que van a hacer footing o a pasear por ahí...

Mila puso un poco de orden.

­Venga chicos, dejad de decir chorradas y vamos a cantarle a Juanjosito.

Empezó Xuxú y todos le siguieron a coro en el canto del obligado ‘Zorionak’ en versión de Kaxiano. Todos menos Huesitos, que se limitó a recitar la letra en voz baja.

­Canta tú también, Luis Mari. Que este no es el coro parroquial, hombre.

­Mira Simón. Yo no canto por respeto a la concurrencia. El tono más agudo que alcanzo es uno más bajo que el ronquido de un cerdo, así que no voy a estropear vuestras armonías. Además el que me prohibió cantar fue un cura, Don Eustaquio, cuando era chaval. Me dijo que mi misión en el coro sería llevar las carpetas con las partituras y recogerlas luego. No volví por allí.

Pasado ya el ecuador de la una en punto, Mila hizo una propuesta:

­Hace un tiempo espléndido, ¿qué os parece si a la tarde nos vamos de merendola a Santa Ana?

La idea fue aceptada por el grupo, con el consabido matiz de Huesitos:

­De acuerdo, pero nada de eternizarnos allí, ¿eh? Subimos, merendamos algo y para las siete regresamos. A ver si va a llegar el pobre Gotzon desde Burgos y no va a encontrar a nadie...

Mila y Miren se ofrecieron para preparar unas tortillas. También Sergio.

­Pues casi lo mejor va a ser que comamos los tres en la sociedad y hacemos allí mismo las tortillas. Compramos unos filetes y una lechuga y listo.

No había nadie en Ur Gain aquel mediodía. Sólo ellos tres. Sergio demostró ser un hábil mondador de patatas y un solícito camarero cuando se sentaron a comer. Miren salió a por pan y los amantes tuvieron tres o cuatro fugaces minutos de pasión en la bodega de la sociedad.

Al regresar Miren, no los vio:

­¿Dónde os habíais metido?

­En la bodega, poniendo la sidra a refrescar.

(CONTINUARA)


 
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