Después de comer, Gotzon, Huesitos, Mila y Sergio se apuntaron a una partida de mus. En la calle el calor era asfixiante y no animaba ni siquiera a acercarse a la playa. Xuxú y Miren marcharon a casa y Simón se despidió del grupo para acercarse al despacho parroquial.

­Bueno, luego nos vemos. Voy a hacer unas gestiones. A ver si puedo localizar al juez.

­A las siete en punto saldrá la procesión. Si el cura quiere ir delante, tendrá que ser puntual...

­Si no llego, ya ejercerás tú de párroco. No tengo duda.

La primera llamada fue al caserío Landatxo. Respondió una de las hijas de Miguel:

­No, el aita no ha vuelto y los ertzainas se acaban de marchar. Han dejado todo hecho un desastre y estamos poniendo un poco de orden aquí.

­Dile a la ama que se ponga, por favor.

­No ahora no. Estaba tan nerviosa que le hemos dado un tranquilizante y se ha ido a la cama.

­Bueno, más tarde me acercaré hasta ahí. Y si vuelve el aita, dile, por favor, que me llame con urgencia.

La segunda llamada fue al juzgado de Bergara. El juez Cañizo accedió a hablar con el párroco de Uriondo.

­Ya le dije que las diligencias son secretas y que no puedo facilitarle mucha información, pero le adelanto que además de la orden de registro del caserío Landatxo, he firmado una orden de detención contra Miguel Arizabala.

­¿Orden de detención? Pero... ¿qué ha hecho Miguel?

­Eso está por esclarecer, pero la Ertzaintza le acusa de, por lo menos, un asesinato y de tráfico de drogas.

Simón, en su silla del despacho parroquial, sintió que le fallaban las fuerzas. Empezó a balbucear:

­PeroŠ pero eso no es posible.

­No puedo decirle mucho más, padre, pero le recomiendo que si logra contactar con Miguel, le diga que se presente en una comisaría de la Ertzaintza. Le conviene aclarar algunas cosas.

­Así lo haré, pero, por el amor de Dios, dígame algo más. Tengo que hablar con su familia. Se puede imaginar cómo están...

­Me hago cargo, don Simón, pero entienda que no puedo hablar más. Intente localizar a Miguel.

­De acuerdo pero, por favor, si hay alguna novedad, llámeme.

MALAS NOTICIAS

Media hora más tarde, el parroco de Uriondo aparcaba el coche frente al caserío Landatxo. Salió a recibirle Agurtzane, la hija mayor de Miguel Arizabala.

­El aita no ha venido todavía y la ama está en la cama. ¿Hay alguna novedad?

­Pues sí. Hay novedades y te aseguro que no son buenas.

En la cocina del caserío, las dos hijas de Miguel y Lurdes atendieron las explicaciones de Miguel. Por la expresión de sus rostros, no daban crédito a lo que oían.

­¿El aita acusado de asesinato? ¿Qué barbaridad es ésa?

­A mí también me ha resultado sorprendente, pero eso es lo que ha dicho el juez. Y, luego, es tan raro que Miguel haya desaparecido...

­No ha desaparecido. Le han llamado para un encargo y se ha ido a hacerlo. Vendrá cuando termine.

­¿Sabéis a donde ha ido? ¿Con quién ha hablado?

­No, para esas cosas ya sabes que el aita es muy reservado. De vez en cuando le sale algún trabajo como jardinero en chalés y así...

La conversación no daba más de sí. Simón se despidió de las dos jóvenes con el compromiso de ponerles al corriente de las novedades que llegaran a su conocimiento.

Al llegar a Uriondo, el párroco aparcó el coche frente al K.O. Huesitos, Gotzon, Sergio y Mila seguían jugando a cartas. A las siete menos diez, Gotzon advirtió a Huesitos:

-Ya veo que te estás empezando a poner nervioso. Estáte tranquilo. Esta vez el órdago va a cuenta mía: tengo cartas.

Después de Gotzon, Sergio mostró las suyas.

­¡Joder con el argentino! Nos ha pelao esta tarde.

Mila sonrió con aire de complicidad y a Huesitos no le importó demasiado haber perdido. Lo importante era estar a las siete en punto en la parrilla de salida.

Al entrar Simón todas las miradas se dirigieron a él.

­¿Alguna novedad, Simón?

­Alguna hay, alguna hay. Ya os comentaré luego.

El sacerdote se encontraba aún demasiado confuso para dar explicaciones. Se dirigió a la barra y pidió una cerveza. Tenía la garganta seca.

A las siete en punto, Xuxú y Mila se incorporaron al grupo. Huesitos apuró el primer txikito y dio la señal:

­Tuuu tuuu.

En el corto trayecto hasta el Gureak, Simón dio cuenta de la conversación mantenida con el juez y con las hijas de Miguel.

­Pero, ¿qué dices? ¿Miguel Arizabala acusado de asesinato?

­Hombre ­terció Huesitos- alguien habrá tenido que ser, ¿no creéis? Tres tíos no se rebanan el garganchón así como así. Además, ese Miguel...

­Es la segunda vez que pones en duda a Miguel, Huesitos. Si sabes algo, dilo y, si no, a callar. Es un asunto demasiado delicado.

­Yo no digo nada, pero os adelanto que no es el santurrón que todo el mundo cree.

El cura quiso cambiar de conversación. Más tarde tendría ocasión de hablar con Huesitos a solas:

­Bueno, entonces, ¿cuándo vamos a Basalur? Yo quiero repetir esa paella...

­Pues podemos ir el sábado. Mañana yo voy a Bilbao para todo el día.

­Y el viernes yo tengo tres entregas, así que no volveré a Uriondo hasta el anochecer.

Pues si Xuxú no puede mañana y Gotzon no puede al siguiente, vamos el sábado y ya está.

La propuesta fue aceptada por unanimidad. Miren repitió, sin mirar a Sergio.

­Claro, Xuxú. Ya no me acordaba de que mañana estarás todo el día fuera...

­Sí. Ya te lo había dicho. Todo el puto día en Bilbao. -

CONTINUARA