Diversos representantes políticos saltaron ayer prestos a los medios de comunicación para mostrar su consternación ante lo que interpretan como una amenaza al logro del «final de la violencia». El motivo de la nube de polvo veraniega no fue otro que las apreciaciones del mahaikide Pernando Barrena en relación a la no irreversibilidad del proceso político que se abre paso en Euskal Herria.
Desde diversas instancias se trató de presentar sus manifestaciones como una amenaza, como la demostración fehaciente de la supuesta debilidad del compromiso de la izquierda abertzale con la búsqueda de una paz justa y duradera. Por descontado, esas reacciones exaltadas, que tratan de sembrar falsas dudas y alarma en la sociedad vasca, no se nutrieron de una sóla alusión a los múltiples episodios de amenaza al proceso protagonizados por los estados en los cerca de cinco meses transcurridos desde que se hiciera público el alto el fuego permanente por parte de ETA.
Si desgraciadamente algo se ha demostrado irreversible hasta la fecha es la voluntad de los estados de seguir empleando fórmulas de coacción con el ánimo de dificultar y de distorsionar las actuaciones que se llevan a cabo para la puesta en marcha de un diálogo inclusivo. No obstante, la realidad se muestra cruel con los repetidos intentos de envolver en nebulosas político-mediáticas lo que ante la sociedad vasca aparecen como pruebas clamorosas de lo que no se debe hacer si se busca una solución definitiva. Ayer mismo dos allegados del prisionero Imanol Miner, encarcelado a 900 kilómetros de su país, sufrieron un accidente de tráfico. La dispersión se mantiene, y los familiares salieron, un día más, a la calle, para reclamar los derechos de sus allegados y para denunciar en especial la arbitraria decisión de no excarcelar a presos que han cumplido la condena impuesta, como ha ocurrido con Aitor Lorente y David Pla. ¿No resulta preocupante que ésas y otras actuaciones violentas se hayan convertido en la foto-fija de este país en un momento de tanta relevancia? Ello, unido a la todavía hoy persistente situación de falta de respeto al ejercicio de la actividad política que se deriva de la Ley de Partidos o de los macrojuicios políticos, es el obstáculo más real y evidente que se vislumbra hoy por hoy cara a avanzar hacia un escenario de paz y democracia. Derribar esa amenaza es primordial. -