Dar el pésame a una viuda y dos huérfanas era uno de los tragos más amargos que Huesitos podía imaginar. En las ocasiones en que había atravesado un trance similar se había quedado prácticamente mudo. El, que siempre tenía una palabra en la recámara.

Frente a Lurdes, Luis Mari empalideció. Se conocían desde niños y, ante el ataúd de Miguel, no supo qué decir. Se abrazaron mientras el resto de los amigos saludaban a las hijas. En el abrazo estaba todo dicho.

La visita duró poco más de diez minutos. Otro vecinos de Uriondo llegaron y ocuparon su lugar en el velatorio. Al despedirse, Lurdes se dirigió a Huesitos:

­Cuando pase todo, ven al caserío. Tenemos que hablar.

El tono, un tanto misterioso, de la invitación intrigó a Luis Mari, pero no dijo nada. Respondió con un leve gesto y abandonó la habitación.

De regreso a Uriondo, Juanjosito, que compartía coche con Arantzazu y Huesitos, comentó los rumores que corrían por el pueblo:

­En el kiosco se oye de todo. Hay quienes creen que se trata de un ajuste de cuentas por drogas, quienes le relacionan con las mafias de inmigrantes y hasta quienes hablan de trata de blancas y pederastia. De todo se oye...

­Cada vez odio más a la gente. Si nadie tiene ni puta idea de nada, ¿para qué carajo tienen que ponerse a hablar del muerto? Y luego, además, irán al funeral para ‘rezar por el eterno descanso de su alma’. Lo que hay es mucho fariseo y mucho cotilla. Yo ya no pienso hablar sobre este asunto.

Arantzazu intervino para apoyar a Huesitos:

­Tienes razón. Bastante tragedia es lo que ha pasado como para empezar ahora a echarle más leña al fuego. Fíjate cómo estaba Lurdes...

­Pero no negaréis que es inevitable que la gente hable. Con cuatro muertos en el pueblo...

Los siete amigos volvieron a reunirse en el K.O. Huesitos, Gotzon, Juanjosito y Arantzazu organizaron la partida de mus mientras Mila se dirigía a casa. Tenía tareas pendientes.

Miren y Sergio tomaron un café con el resto de la cuadrilla antes de salir para hacer las compras y preparar la cena:

­Entonces, seremos diez para cenar, ¿verdad?

­A ver: los siete que estamos aquí, más Xuxú, Simón y los cuñados de Juanjosito. Eso es, diez.

­No sé si el tío Simón vendrá...

­Bueno, es igual. Nueve o diez, qué más da.

CENA EN LA SOCIEDAD

­No hay nadie. Tenemos toda la sociedad para nosotros solos.

Se refería a la cena, pero Sergio interpretó mal las palabras de Miren:

­Pero... aquí nos pueden sorprender.

­No me refería a eso, tonto. Pero ahora que lo dices... vamos a poner a refrescar la sidra en la bodega.

Miren tuvo algún problema con el cinturón de Sergio. El argentino no tuvo ninguna complicación con la falda de Miren.

A las siete menos cuarto, Huesitos dio por concluida la partida.

­Tenemos tiempo para jugar otra, rápida.

­Ni pensar. Luego Gotzon se cabrea porque reviento la partida a las siete en punto con un órdago. Mejor vamos hasta la sociedad para ver cómo va nuestra cena y volvemos para las siete.

Al entrar en Ur Gain un exquisito aroma a pollo en salsa los embriagó. Sergio y Miren estaban recogiendo todos los utensilios empleados en la cocina. Arantzazu no escatimó el elogio:

­¡Qué bien huele! Dan ganas de comerlo ahora mismo.

­Pues tendrás que esperar, preciosa. Ahora toca txikiteo. Además, Xuxú vendrá con sed de Bilbao.

­Sí, y además nosotros tenemos que ir a recoger a tu hermana y a Imanol. Por lo menos que suban las bolsas a casa...

­Ya las subirán a la noche. Ahora mejor tomamos unos potes. Ya llamarán cuando lleguen.

En el K.O. les esperaban Xuxú y Mila.

­Hoy es un día histórico ­apuntó Mila­ Huesitos se ha retrasado y le hemos tomado la delantera.

­Te equivocas, maja. Todavía falta medio minuto para las siete.

Xuxú preguntó por las novedades con relación a la muerte de Miguel:

­Pues novedades, pocas. Hemos estado en el caserío para dar el pésame a la mujer y las hijas. Te puedes imaginar cómo están. Además, así no tenemos que ir al funeral.

­Además, en la iglesia estarán todos los fariseos que están poniendo a parir a Arizabala. No soporto a esa gente.

­Bueno, Huesitos, eso no es nuevo. Cada vez soportas menos a todo bicho viviente.

La respuesta de Gotzon fue celebrada con una carcajada general. Huesitos insistió:

­Lo que tú digas, pero no me negarás que es de cínicos murmurar por ahí que si esto que si lo otro y luego presentarte en la iglesia con cara de comesantos.

­Pero si tú no le tenías ninguna simpatía a Miguel...

­Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. A mí no me parecía el santurrón que os parecía a los demás, pero de ahí a acusarle de trata de blancas y todo eso, hay mucha distancia.

Xuxú se mostró sorprendido:

­¿Trata de blancas? ¿Qué dices?

­Pues eso y muchas otras cosas se han oído. Habladurías de viejas.

Por cierto, habrá que organizar la excursión a Basalur.

­Lo hablamos luego, durante la cena.

En el camino hacia la sociedad, Huesitos hizo un aparte con Xuxú.

­Estoy mosqueado, Angel.

­¿Por qué? ¿Qué ha pasado ahora?

­No lo sé, pero antes, al salir de Landatxo, Lurdes me ha dicho que vaya a visitarle, que quiere hablar conmigo. Ya sabes que, aunque Miguel no me caía bien, siempre he tenido mucha amistad con Lurdes.

Xuxú recordó que, tal vez, la enemistad de Huesitos con Miguel tenía algo que ver, precisamente, con Lurdes.

­¿Algo relacionado con el asesinato?

­No sé, no me ha dicho nada más, pero me imagino que sí.

­Vete mañana mismo.

(CONTINUARA)