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Gara > Idatzia > Mundua 2006-08-16
Timor Este: es s�lo el comienzo
El autor afirma que en la crisis en Timor este la injerencia de australia ya no deja lugar a dudas. asegura que esta �bien documentada� y que responde al papel que Camberra pretende jugar en la region. como trasfondo aparece el petroleo timorense. El texto ha sido traducido del portugues para �REBELION� por alex tarradellas.

La interferencia de Australia en la creaci�n de la crisis timorense es cada vez m�s clara: documentos de pol�tica estrat�gica australiana de 2002 revelan la importancia de Timor Este para la consolidaci�n de la posici�n regional australiana, tanto en el plano econ�mico como en el militar.

La crisis pol�tica en Timor, adem�s de haber sido recibida con sorpresa por la mayor parte de los observadores, provoca algunas perplejidades y, por eso, exige un an�lisis menos trivial de lo que aquella ha venido siendo difundida por la comunicaci�n social internacional. �C�mo es que un pa�s , que todav�a a finales del a�o pasado tuvo elecciones municipales, consideradas por todos los observadores internacionales como libres, pacifistas y justas, puede estar sumergida en una crisis de gobierno? �C�mo es que un pa�s, que hace tres meses fue objeto de un elogioso informe del Banco Mundial (BM), que consider� un �xito la pol�tica econ�mica del gobierno, puede ahora ser visto por algunos como un Estado fallido?

La medida que ahonda la crisis en Timor Este y los factores que la provocaron se van volviendo m�s evidentes. La interferencia de Australia en la creaci�n de la crisis est� ahora bien documentada y viene desde hace varios a�os. Documentos de pol�tica estrat�gica australiana de 2002 revelan la importancia de Timor Este para la consolidaci�n de la posici�n regional de Australia y la determinaci�n de este pa�s en salvaguardar a toda costa sus intereses. Los intereses son econ�micos (las reservas de petr�leo y gas natural est�n calculadas en treinta mil millones de d�lares) y geomilitares (controlar rutas mar�timas de aguas profundas y trabar la emergencia del rival regional: China).

Desde el inicio de su gobierno, el primer ministro timorense, Mari Alkatiri, un pol�tico l�cido, nacionalista pero no populista, centr� su pol�tica en la defensa de los intereses de Timor, asumiendo que ellos no coincid�an necesariamente con los de Australia. Eso qued� claro desde aquel momento en las negociaciones sobre el reparto de los recursos del petr�leo en que Alkatiri luch� por una mayor autonom�a de Timor y una distribuci�n m�s equitativa de los beneficios. El petr�leo y el gas natural han sido la desgracia de los pa�ses pobres (que lo digan Bolivia, Irak, Nigeria o Angola). Y el David timorense os� resistir al Goliat australiano, subiendo del 20% al 50% la parte que corresponder�a a Timor de los rendimientos de los recursos naturales existentes, buscando transformar y comercializar el gas natural a partir de Timor y no de Australia, concediendo derechos de explotaci�n a una empresa China en los campos de petr�leo en los campos de petr�leo y gas sobre el control de Dili.

Por otro lado, Alkatiri resisti� a las t�cticas intimidatorias y al unilateralismo que los australianos parecen haber aprendido en tiempos recientes de sus enemigos norte-americanos. El Pac�fico del Sur es hoy para Australia lo que Am�rica Latina ha sido para los Estados Unidos hace casi doscientos a�os. Os� diversificar sus relaciones internacionales, confiriendo un lugar especial a las relaciones con Portugal, lo que fue considerado un acto hostil por parte de Australia, e incluyendo en ellas a Brasil, Cuba, Malasia y China. Por todo esto, Alkatiri se volvi� un blanco a batir. El hecho de tratarse de un gobernante leg�timamente electo hizo que eso no fuese posible sin destruir la joven democracia timorense. Es eso lo que est� en curso.

Una interferencia extrema nunca tiene �xito sin aliados internos que ampl�en el descontentamiento y fomenten el desorden. Hay una peque�a elite descontenta, quiz�s resentida por no haberle sido dado el acceso a los fondos de petr�leo. Hay una Iglesia Cat�lica que, despu�s de haber tenido un papel meritorio en la lucha por la independencia, no vacil� en poner sus intereses encima de los intereses de la joven democracia timorense al provocar la desestabilizaci�n pol�tica con las vigilias de 2005 apenas porqu� el gobierno decidi� volver facultativo la ense�anza de la religi�n en los colegios. Toleran mal un primer ministro musulm�n, incluso laico y muy moderado, porque el ecumenismo es s�lo para celebrar en las enc�clicas.

Y est�, obviamente, Ramos Horta, Premio N�bel de la paz, un pol�tico de ambiciones desmedidas, totalmente alineado con Australia y EEUU y que, por esa raz�n, sabe no tener hoy el apoyo del resto de la regi�n para su candidatura a secretario general de Naciones Unidas. Fue �l el responsable por la pasividad ofensiva de la CPLP (Comunidad de Pa�ses de Lengua Oficial Portuguesa) en esta crisis. La tragedia de Ramos Horta es que nunca ser� un gobernador elegido por el pueblo, por lo menos mientras no aparte totalmente a Alkatiri. Por eso, es necesario transformar el conflicto pol�tico en un conflicto jur�dico, convirtiendo en eventuales los errores pol�ticos en cr�menes y contar con el celo de un procurador general para llevar a cabo la acusaci�n. De ah� que las organizaciones de derechos humanos, que tan alto subieron la voz en defensa de la democracia de Timor, tengan ahora una misi�n muy concreta a cumplir: conseguir buenos abogados para Mari Alkatiri y financiar los gastos con su defensa.

�Y qu� decir de Xanana Gusm�o? Fue un buen guerrillero y es un mal presidente. Cada siglo no produce m�s que un Nelson Mandela. Al amenazar renunciar, cre� un escenario de golpe de estado constitucional, un atentado directo a la democracia por la que tanto luch�. Un hombre enfermo y mal aconsejado, que ahora corre el riesgo de hipotecar el cr�dito que a�n tiene junto del pueblo para abrir camino a un proceso que acabar� por destruirlo.

Timor no es el Hait� de los australianos, pero, si lo viene a ser, la culpa no ser� de los timorenses. Una cosa parece cierta, Timor Este es la primera v�ctima de la nueva guerra fr�a, apenas emergente, entre EEUU y China. El sufrimiento va a continuar. -

(*) Boaventura de Sousa Santos es soci�logo y profesor catedr�tico de la Facultad de Econom�a de la Universidad de Coimbra (Portugal).


 
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