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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-08-16
Los quieren muertos y, además, olvidados

Estamos en agosto, entre nosotros el mes vacacional por excelencia. Las empresas cierran o reducen drásticamente su actividad. Los trabajadores sueñan con unos días de descanso, para reponer unas fuerzas, más mentales que físicas, mermadas por las condiciones de trabajo.

Sin embargo, puede que su manera de realizar este tiempo de ocio no redunde en auténtico reposo humanizador sino en continuar con el mismo agobio que durante el resto del año. Veamos brevemente el por qué de esta afirmación. Voy a expresarme con generalizaciones, pero fácilmente cada uno podrá poner los nombres que le resulten más cercanos.

Los cambios en el mundo del trabajo se producen de manera vertiginosa, pero no en todos los aspectos ni en la misma dirección. Un indicador es el rendimiento por hora trabajada que, en los países industrializados, se ha triplicado casi en el último medio siglo.

Presionados por la competencia, a veces, los empleadores amenazan con la deslocalización, ejerciendo presión sobre los trabajadores, que buscan conservar su puesto de trabajo aunque sea en peores condiciones. La competencia salvaje, el deseo de conseguir un beneficio equiparable al obtenido en actividades de tipo especulativo, llevan a extender las jornadas laborales mucho más de lo establecido en los convenios.

Mucha gente se siente emocional, física y psicológicamente exhausta. Su dedicación laboral le roba toda la energía y el entu- siasmo. La satisfacción por el trabajo bien hecho o el mínimo reconocimiento son cada vez más difíciles de conseguir. La vinculación y el compromiso personal con la empresa se están desvaneciendo. No se sabe bien por qué, pero uno se levanta tan agotado como cuando se acostó; sin ganas de ir al trabajo; a veces, la sola idea de tener que acudir produce náuseas. Pero, como hay que ir, se intenta que absorba lo menos posible y se va desembocando en la ineficiencia, al no poner en práctica las propias habilidades. Se piensa que la vida comienza fuera del trabajo, y aumentan el pasotismo, el absentismo, el estrés, la fatiga crónica, la depresión... pudiendo llegar a la adicción a determinadas drogas.

Y se les culpabiliza de su situación o se las considera «perdedoras», por no ser lo suficientemente fuertes para saber dominarse y tener capacidad de imponerse a los demás. No se hace ninguna crítica a la organización económica y empresarial, que es la que real- mente está fallando, pues cuando a un trabajador se le obliga a renunciar a su lado más humano, su mente y cuerpo se rebelan.

Todos, en mayor o menor medida, desde los directivos hasta los trabajadores de menor cualificación, están pagando altamente las consecuencias de esta realidad. Se sienten «quemados» y buscan en el tiempo de ocio, siempre pero principalmente en las vacaciones estivales por ser de mayor duración, la liberación y «oxigenación».

Pero, ¿qué podemos hacer? Se nos invita a creer que las vacaciones son un tiempo para desconectar, no pensar, divertirse y gozar de lo que durante el tiempo de trabajo no se ha podido hacer. ¿Lo conseguimos? En bastantes ocasiones, no, pues nos cuesta salir de un dinamismo que aplicamos tanto al trabajo como a la diversión. Ya no se trata de disfrutar de un tiempo de esparcimiento gozoso, contemplación relajada y sedante, entretenimiento placentero, solo o con la familia o unos buenos amigos; sino que lo hemos convertido en agitado y febril. Hay que ir lo más lejos o a los lugares más exóticos posible. Tenemos prisa para todo, y se trata de no parar, de aturdirse para no tener que preguntarse por uno mismo. En definitiva, de vivir enajenadamente, tratando de llenar el hastío.

La monotonía del trabajo se trata de compensar con una diversión cambiante y, por ello, no hay casi tiempo ni lugar para el reposo, el contemplar largo rato un paisaje apacible o gozar en un ambiente más tranquilo. Todo ello será considerado «aburrido». Se deseará el «olvido» de la propia realidad, sobre todo en su parte más problemática, y la sumisión a la presión social de la «moda», creyendo que ahí se encuentra o se consigue la felicidad.

Pero este tipo de felicidad es ilusoria, alcanza unos pocos y breves momentos, pues está hecha de un consumo externo que no ayuda a ser más persona. Con lo que, al final, queda la apetencia imposible de seguir manteniendo esa dinámica. Aparecen la tristeza, frustración, añoranza... Quedamos peor que cuando salimos y ya se ha comenzado a hablar del «trauma postvacacional».

Cuando las cosas se presentan así, es fácil la tendencia a abandonar. Se aducen razones para resignarse y el deseo principal es no tener que sufrir demasiado. Quien mantiene esa actitud es porque, la mayoría de las ocasiones, no ha encontrado el sentido profundo del trabajo y se queda sólo en su visión más alienante o no ha descubierto el gozo de aportar las propias capacidades a una obra humanizadora común. Mucho tiene que ver una cultura egoísta e insolidaria, que no piensa en el trabajo como obra de desarrollo colectivo.

El trabajo surge por nuestra necesaria adaptación a la naturaleza, para conseguir ponerla al servicio de la libertad. No se nos ha dado la posibilidad de satisfacer inmediatamente todas nuestras necesidades, por eso debemos trabajar.

Pero, ¿cómo no intentar imaginar un modo de producción diferente, donde la libertad, lejos de afectar sólo al ocio, llegue al núcleo mismo del negocio, al trabajo mismo? Hay que tomarse muy en serio el valor y la dignidad del tra- bajo; por eso, no se debe aceptar socialmente la existencia de empleos cuyas condiciones laborales y salariales atenten la misma dignidad humana.

Gracias a los avances tecnológicos, el tiempo de trabajo se va reduciendo para la mayoría de las ocupaciones con el consiguiente aumento del tiempo de ocio, que no debe convertirse en un sometimiento a los intereses materiales de una ideología deshumanizadora.

La solución más humana será trabajar por devolver plena dignidad y sentido a la ocupación, de manera que pueda ponerse en ella todo el interés; y en dar también sentido humano perfeccionador al ocio y la distracción. -


 
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