F.C. BARCELONA 3
OSASUNA 0

IRUÑEA

Una vez más, el experimento de colocar a Raúl García como media punta no dio resultado práctico en el marcador, tal y como ocurrió la pasada campaña cuando Aguirre eligió esta opción. Bien es verdad que el canterano fue de lo poco a destacar, pero esta distribución del equipo provoca el retraso excesivo de las líneas y grandes dificultades para generar ocasiones de gol.

Además, las intenciones de salir con el balón jugado desde atrás se transformaron en un auténtico suicidio frente a una escuadra como el Barcelona, cuya presión atosiga al contrario y fuerza la pérdida del esférico. Fueron un buen número las oportunidades que generaron los culés mediante esta fórmula. De hecho, el segundo gol azulgrana vino fruto de la presión de Eto´o, que se aprovechó de un fallo de Ricardo.

Adelantaba Ziganda el día previo al partido que sería bueno aguantar como el año pasado con la portería a cero durante la primera parte y aprovechar las contras. Ni lo uno ni lo otro. Apenas pasada la media hora el choque ya estaba sentenciado. A esas alturas, el equipo ya contaba con la pesada losa de haber encajado tres goles.

El mismo resultado que la temporada pasada, sólo que por aquel entonces a los culés les costó sangre y sudor perforar la meta rojilla y ayer dio la sensación de hacerlo con una facilidad pasmosa, más fruto de la endeblez en la parte de atrás de Osasuna que por la habilidad de los delanteros azulgranas.

Y es que lo realmente preocupante fue la forma en la que Osasuna encajó los tantos. Apenas un minuto le costó al Barcelona taladrar la portería rojilla con una jugada por la banda izquierda ­la pesadilla de la defensa navarra­, un gol muy tempranero que no parece de recibo que se pueda permitir, pese a la contrastada calidad del rival, por un conjunto como el rojillo, que se había venido caracterizando por su solidez y seriedad defensiva.

Pero la zaga rojilla no tenía precisamente su día y el goleador camerunés sondeaba como un martillo pilón esas carencias hasta sacar petróleo de ellas. Se adelantó a Josetxo para enchufar un pase de la muerte de Ronaldinho, estuvo muy atento a una peinada de Corrales al intentar despejar y demostró su viveza en el área cuando interceptó un balón a Ricardo, que se unió al desastroso balance defensivo de sus compañeros.

La escuadra navarra no había saltado al césped del Camp Nou con la suficiente tensión como para afrontar un envite de esas características y sólo dio la impresión de intentar recuperarse en el tramo posterior al 1-0. Durante escasamente diez minutos, los ayer anaranjados intentaron trenzar alguna ocasión buscando las bandas, pero ello sólo se tradujo en una media oportunidad en el minuto 11 en un pase de David López que no consiguió empalmar Muñoz, que había entrado muy bien buscando el segundo palo.

Más equilibrio

El rapapolvos de Ziganda en el descanso tuvo que ser de aúpa porque sus pupilos dieron una imagen más normalizada en la segunda parte, sin ocultar que el Barcelona también bajó su presión y Rijkaard dio descanso a sus estrellas apenas iniciada la reanudación.

Apenas alguna falta y saque de esquina, sumado a un empalme de Soldado que se fue muy alto, un remate desviado de David López y, sobre todo, un mano a mano de Valdo con Valdés, que el leonés mandó fuera. Los navarros todavía no han conseguido anotar y ayer el gol volvió a ser esquivo.

En cambio, un Barcelona a medio gas todavía tuvo la posibilidad de aumentar su cuenta goleadora, con un disparo al poste de Messi y otro balón que la defensa rojilla sacó bajo palos. La entrada de Nekounam ­el iraní dio muestras de que puede ser muy útil para el equipo­ supuso algo más de empaque para el once rojillo, que procuró no descuidarse en tareas defensivas, tal y como lo hizo en la primera parte.

Ziganda deberá recuperar a sus pupilos, por lo menos en el aspecto psicológico y táctico, para el choque frente al Trabzonspor, que esperemos pague los platos rotos del mal comienzo liguero. El equipo está necesitando retomar la senda de la victoria para demostrarse que esto es sólo una mala racha.