· SECCION OFICIAL: «El camino de San Diego», de Carlos Sorín
Dios existe, al menos en Argentina, donde se hace llamar Maradona
DONOSTIA
Dios existe, al menos, en Argentina, donde se hace llamar Diego Armando Maradona. Carlos Sorín lo sabe y ha abordado la cuestión de «las creencias populares» en “El camino de San Diego”, otra de sus emotivas «historias mínimas», también en este caso protagonizada por actores no profesionales que interpretan a una pléyade de personajes humildes, todos ellos buena gente.Si bien el escenario en el que se desenvuelve “El camino de San Diego” es la provincia norteña de Misiones, y no la Patagonia, como en “Historias mínimas” y “Bombón-El perro”, Sorín vuelve a utilizar como hilo conductor de su película un viaje, el viaje que realiza el jornalero en paro “Tati” Benítez, fanático de Maradona, cuando se entera de que «el pibe de oro» ha sido ingresado de gravedad en una clínica. Benítez, que ha tallado una escultura a partir de una raíz de árbol a la que encontró cierto parecido con su ídolo, se dirige a Buenos Aires, decidido a entregársela «personalmente» al futbolista. En la rueda de prensa que siguió ayer a la proyección de “El camino de San Diego”, el director argentino quiso dejar claro que, «a pesar de que eso pueda frustrar las expectativas de algunos espectadores, su nueva película no es sobre Maradona, sino sobre el fenómeno Maradona, que, obviamente, es un fenómeno extradeportivo. En realidad, es una película sobre las creencias de la gente». Según explicó, «en un país donde hemos perdido casi siempre, especialmente en las últimas décadas, Maradona triunfa de forma contundente, y muchos, especialmente de las clases más marginadas, de las que él mismo procede, interpretan que, de alguna manera, triunfa en nombre de todos». Es ese sentimiento el que interesa a Sorín, y no Maradona en sí, personaje que le produce «sensaciones contradictorias». Por un lado, no duda de que le separan de él «cosas fundamentales», pero, por otro, «respeta» el hecho de que, habiendo llegado a donde llegó, no fuera «seducido» por el poder. «Maradona es un tipo que puede decirle cualquier cosa a cualquiera, al Papa mismo, y eso tiene un valor», reconoció el director. En lo que a las creencias se refiere, uno de los fenómenos más interesantes que se han registrado en Argentina en los últimos años es, en opinión de Sorín, el del Gauchito Gil. «Era un fenómeno local de la provincia de Corrientes, pero, a partir de mediados de la década de los noventa, se extendió por todo el país, y hoy sus santuarios pueden encontrarse desde la Patagonia hasta el norte», explicó.
El caso del Gauchito Gil Sorín destacó que, tradicionalmente, al Gauchito Gil se le pedían cosas relacionadas con la salud o el amor. Sin embargo, a partir de 1995, en que las medidas económicas de corte neoliberal dejaron a buena parte de la población empobrecida, la mayoría de las peticiones están relacionadas con el trabajo. «Yo creo que fenómenos como el del Gauchito Gil que también aparece reflejado en la película o el de Maradona vienen a llenar el vacío que genera en la gente una sociedad que no da respuesta a sus necesidades. Si no hay respuestas racionales a esa necesidad, digamos, de esperanza, otros se encargan de darlas. Si no funciona la realidad, funciona la magia».
Al respecto, Sorín recordó que existe la iglesia maradoniana, pero, en general, en Argentina proliferan las iglesias de todo tipo. «Hay pueblos de no más de 150 habitantes en los que uno puede encontrarse con media docena de iglesias evangélicas», dijo.El director dijo sentir respeto por las creencias populares, algo que, sin duda, se refleja en la película, pero, al mismo tiempo, «no puedo evitar proyectar sobre ellas una mirada zumbona», confesó. En este sentido, no dudó en considerar “El camino de San Diego” como una comedia. «Hay gente que se emociona, y yo no puedo evitarlo, pero, en realidad, yo no busco esa emoción, sino una sonrisa», dijo. Una cuestión que llama poderosamente la atención en los filmes de Sorín es la bondad de los personajes. «No lo puedo evitar, me salen así; me da no sé qué hacer una maldad con ellos». Hizo notar que el «deterioro moral» de las clases marginadas del interior del país es menor que el de las urbana y que, en general, existe mayor solidaridad, pero reconoció también que, como consecuencia de determinadas influencias, él adolece de una idealización de las clases humildes. Los personajes tan buenos como humildes de Sorín están interpretados por actores no profesionales o, simplemente, por «no actores». En el caso de “El camino de San Diego”, el principal es Ignacio Benítez, para quien el mensaje de la película es que «merece la pena pelear para convertir los sueños en realidad». De hecho, él, protagonizando la película, lo ha conseguido.
Sorín, decidido a cambiar Con “El camino de San Diego”, Carlos Sorín da por concluida la trilogía que empezó con “Historias mínimas” y continuó con “Bombón-El perro”, filmes construidos según parámetros comunes que han obtenido gran éxito. Pero el director argentino confesó ayer que siente la necesidad de cambiar. «Me parece que esto se está acabando, porque, de seguir así, corro el riesgo de empezar a repetirme y creo que ha llegado el momento de iniciar un camino distinto», afirmó.
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