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Gara > Idatzia > Mundua 2006-10-07
V ANIVERSARIO DE LA AGRESION CONTRA AFGANISTAN
«Tragedia duradera» en Afganistán
EL 7 DE OCTUBRE DE 2001 COMENZO LA VENGANZA CONTRA AFGANISTAN POR LOS ATENTADOS DEL 11-S, bautizada por bush con el pomposo nombre de «libertad duradera». los bombardeos forzaron a los taliban a retirarse. UN LUSTRO DESPUES, la radiografia de la situacion del pais es demoledora. Y los taliban han vuelto. con la intencion de quedarse.

La suerte de los afganos estaba echada cuando el primer avión de pasajeros chocó contra la primera de las Torres Gemelas de Nueva York. Una vez que el presidente, George W. Bush, salió de la madriguera donde fue refugiado tras el mayor ataque sufrido por EEUU en su suelo, la Casa Blanca aceleró los preparativos para la agresión.

De nada sirvieron los intentos del Gobierno talibán ­un movimiento islamista rigorista que había conquistado Kabul en 1996­ de negociar una posible salida a la exigencia por parte de Washington de que le entregaran en bandeja al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden.

No había pasado un mes de los atentados del 11 de setiembre cuando el 7 de octubre, a las 17:00 horas, comenzaron los bombardeos sobre suelo afgano. Paralelamente, fuerzas especiales estadounidenses y británicas se infiltraron para movilizar a la oposición afgana.

La Alianza del Norte, coalición de señores de la guerra uzbekos y tayikos ­dos minorías en el crisol de etnias de Afganistán­, tenía su refugio en el valle de Panshir, en el norte. La «oportuna» muerte en atentado suicida de su líder, el comandante Massud, el 9 de setiembre, había descabezado su movimiento y condicionado el futuro de Afganistán. Lo primero quedó patente al evidenciarse la incapacidad de la Alianza para protagonizar la ofensiva terrestre.

Hubo, asimismo, un intento de las fuerzas especiales de EEUU en involucrar a líderes pastunes del sur en la ofensiva, intento que fue rápidamente abortado por los talibán.

El Ejército estadounidense optó entonces por intensificar su campaña de bombardeos. Sus anunciados ataques aéreos quirúrgicos contra presuntas bases aéreas y posiciones talibán quedaron desmentidos por las informaciones de la cadena árabe Al Jazeera sobre masacres de civiles en suelo afgano. La cadena pagó con sangre su cobertura informativa.

Cinco días tardó el Ejército más poderoso del mundo en destruir los sistemas de defensa antiaérea y las pistas de aterrizaje de una fuerza, la afgana, desangrada tras 15 años de guerra de independencia frente a la URSS y de posterior guerra civil entre los distintos «señores de la guerra».

Mayor era el temor de EEUU a que su Ejército fuera contraatacado con armamento made in USA: los misiles tierra-aire Stinger con que Washington suministró a su ahora enemiga, la red Al Qaeda, durante los ochenta.

Cobertura aerea total

Conscientes de su imposibilidad de ofrecer resistencia, los talibán abandonaron Kabul el 13 de noviembre. Las bombas habían abierto el pasillo hasta la capital a la Alianza del Norte, que se limitaba a sitiar los reductos talibán en espera de que los cazas hicieran su labor. Fue el caso de las batallas en torno a la ciudad de Mazar-y-Sharif, en la frontera con Uzbekistán, y de Kunduz, donde la propaganda del Pentágono situaba a cientos de irreductibles chechenos de los que nunca más se supo.

Pero la propaganda no evitó las consiguientes masacres protagonizadas por unos milicianos de la Alianza ávidos de venganza. Los grupos de voluntarios paquistaníes, con más voluntad que armas, fueron sus víctimas predilectas, como ocurrió en las inmediaciones de Kabul. La prisión-fortaleza de Mazar-y-Sharif fue también escenario de la muerte por asfixia de cientos de prisioneros talibán metidos en contenedores.

Los talibán habían regresado a su origen, al bastión de Kandahar, principal ciudad del sur de Afganistán. Con la oriental Jalalabad en manos de EEUU, los cazas repitieron la operación y castigaron con dureza a su población.

Era cuestión de tiempo y el poder talibán se desvaneció. El 20 de diciembre, EEUU anunció la «liberación» del feudo del mulah Omar y dio por aplastada a la milicia talibán.

Escasos aunque preclaros eran entonces los análisis que alertaban de que la de los talibán había sido una retirada. La euforia occidental olvidaba las recurrentes lecciones de la historia afgana. Cinco años después, ironías de la historia, el mismo suelo que asistió a una de las derrotas más ignominiosas del imperio británico ­a mediados del siglo XIX­ es escenario hoy de una contraofensiva guerrillera en todos los frentes y con un general británico al mando de las tropas ocupantes de la OTAN.

Radiografia actual

Cada vez son más los analistas que han despertado del sueño y se apuntan a la tesis de que Afganistán es la muestra del «fracaso de la guerra al terror» decretada por EEUU. Y es que resulta difícil no rendirse a la evidencia de que no hay un sólo dato que avale al presidente Buhs y a su manido discurso de que «la guerra abrió el camino a la paz y a la democracia en Afganistán.

w Karzai, el «alcalde de Kabul». Los cinco años de «transición» apadrinada por Occidente ­desde los Acuerdos de Bonn de diciembre de 2001 pasando por la Loya Jirga o Asamblea Afgana de junio de 2002, han derivado en un mapa político que consagra la división de Afganistán en una serie de reinos de Taifas. El régimen del «presidente» de Afganistán, Hamid Karzai, se ha visto obligado a comprar así las voluntades de los distintos «señores de la guerra» a cambio de respetar sus respectivos feudos.

Miembro de la mayoritaria etnia pastún ­a la que pertenecen también los talibán­, Karzai está comenzando a ser objeto de críticas por parte de los que le encumbraron. Hasta en Washington le conocen como «el alcalde de Kabul».

w Virtud y vicio. El Gobierno de Kabul ha anunciado esta semana la reinstauración del Ministerio para el Fomento de la Virtud y Prevención del Vicio, el mismo departamento represivo cuya existencia bajo el poder talibán tanto denunció Occidente cuando EEUU dio por acabada su «luna de miel», que la tuvo, con los talibán. Ya en los debates sobre la Sharia en torno a la Constitución, aprobada en enero de 2004, se quebró el falso espejo que Occidente levantó en torno a la realidad afgana. El tradicional burka, tan demonizado en su día, sigue cubriendo de pies a cabeza a las afganas.

Al hacer suyas las interpretaciones más rigoristas del islam, el débil régimen trata de apuntalar su posición. Es el eterno sino en las «transiciones» provocadas por potencias extranjeras ­algo similar está ocurriendo en Chechenia­-. Y es la prueba del nueve de la eficacia ­y falsedad­ del argumento imperial que asegura que «exporta libertad a bombazos».

w Opio. El cultivo de la adormidera, con el que los talibán consiguieron acabar prácticamente en su totalidad, ha crecido exponencialmente en los últimos años. La crítica situación que sufre el pueblo afgano ­derivada de la imposibilidad del régimen de imponer la ley y de la ausencia de las tan prometidas ayudas económicas occidentales­ tiene sin duda mucho que ver en esta explosión del opio. Afganistán produce un 90% del opio mundial, la base de la heroína.

w Seguridad. Es ya un secreto a voces que los talibán han vuelto y controlan en la práctica todo el sur del país. En su ofensiva, se están haciendo fuertes en la región oriental de Jalalabad.

Con un ejecutivo en la sombra, la ofensiva guerrillera se extiende por todo el país. No faltan ataques a las tropas españolas en el «pacificado» oeste de Afganistán.

Y, como colofón, Kabul vive estos días una campaña de atentados suicidas que recuerda a Irak. La ONU ha computado 91 atentados cometidos por kamikazes en lo que va de año, frente a los 21 en 2005 y los tan solo 10 desde la invasión hasta fin de 2004.

¿Rebelión pastún? Esta «iraquización» del conflicto ­los analistas se devanan los sesos sobre la presunta presencia de militantes extranjeros­ incluye la pujanza de la ofensiva guerrillera. En sus inicios, EEUU la identificó con «restos de Al Qaeda». Luego la personalizó en los talibán. Milton Bearden, responsable de la CIA en Peshawar (Pakistán) se pregunta en voz alta «si realmente se trata de un resurgir talibán o de un levantamiento pastún». Y es que recuerda que «es mucho más fácil hablar del retorno talibán que reonocer que el más importante grupo del país (más del 40% de la población) se ha rebelado».

Revuelta. Esta tesis viene avalada por la oposición a la ocupación extranjera de la mayor formación política del país, el Partido Islámico del señor de la guerra Gulbudin Hekmatyar, y por las esporádicas protestas callejeras registradas en los últimos años, la última con motivo de un atropellamiento mortal protagonizado por un convoy estadounidense en Kabul.

Exodo. Desde julio pasado, 90.000 personas han huido de los combates en las provincias sureñas de Kandahar, Uruzgán y Helmand. Este éxodo se suma a los 116.000 desplazados con anterioridad de esta región por la sequía y el conflicto. Afganistán vuelve a ser un país productor masivo de refugiados.

Amenazas a EEUU. Que la seguridad fuera de territorio estadounidense preocupa poco o nada a Bush es algo que el inquilino de la Casa Blanca ha evidenciado en su reciente ofensiva contra el informe oficial que constata que la invasión de Irak ha provocado un incremento de los atentados en el mundo y ha convertido al país árabe en un campo de entrenamiento del islamismo armado.

Ironía, los propios talibán amenazan ya con atacar en suelo estadounidense. Así lo ha hecho el mulah Afgani en una grabación sonora en la que sitúa el ataque en la conmemoración de la batalla de Badr ­primera gran victoria militar de los musulmanes­, que se celebra el 17º día del Ramadán (el próximo lunes).

Al margen de la autenticidad del mensaje, hay que conceder a Bush olfato premonitorio cuando decidió poner el adjetivo de «duradera» a la operación en Afganistán. A este paso, y con el permiso de la guerrilla, será eterna. Tan eterna como la «Justicia Infinita», título inicial de la operación que la Casa Blanca se vio forza a suprimir por sus reminiscencias bíblicas. -


 
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