Era uno de los debates más esperados y la gran asistencia no hizo más que corroborarlo. En primer lugar, por el propio tema de la mesa redonda de ayer, ya que se trataba de debatir sobre el tipo de agricultura que la sociedad necesita.

Además, como preludio al debate los organizadores de Lurrama proyectaron la entrevista que hace un mes Mixel Berhokoirigoin realizó a Edgard Pisani. Aunque hubo algunos problemas técnicos, lo fundamental de los propósitos del antiguo ministro de Agricultura de De Gaulle fueron escuchados con mucha atención por el público presente. No en vano, Pisani está considerado como el padre de la modernización de la agricultura en el Estado francés. A sus 88 años, sigue aún muy activo, escribe mucho y participa en un foro sobre el futuro de la agricultura junto con organizaciones agrícolas, entre ellas, Vía Campesina.

Tras considerar que «de todas las regiones de Francia, es el en el País vasco donde ha encontrado el vínculo más estrecho entre el hombre y la naturaleza, entre el mundo rural y el urbano», Pisani se declaró «asombrado» por el arraigo de los agricultores vascos a la tierra y constató que es un país donde la diversidad de paisaje y de producción se mantiene, al tiempo que la calidad es uno de los objetivos más buscados:«Ustedes creen en lo que hacen y dicen. Muchas organizaciones que se ocupan de la agricultura se dedican a aparentar que hacen algo pero, en el fondo, no cambian nada. Ustedes hacen lo que dicen y dicen lo que creen».

El tono admirativo de sus palabras varió mucho cuando se refirió a la situación actual de la agricultura, no sólo en el Estado francés, sino globalmente en todo el planeta.

Se mostró muy crítico respecto a la política agraria que se aplica en el Estado y, en general, en la Unión Europea y en el mundo. Pisani considera que las primeras leyes de orientación de principios de los años 60 debieron modificarse a los diez años de su puesta en marcha. «Una política que ha tenido éxito ­dijo­ hay que cambiarla, precisamente porque si ha sido efectiva, la situación también habrá variado».

Aunque insistió en esa necesidad de cambio, deploró que no se le hubiera hecho caso:«Ahora padecemos las consecuencias y el marco de esa política absurda». Reprobó la concepción restrictiva de la Organización Mundial del Comercio (OMC) respecto a la agricultura, «ya que la considera como una actividad únicamente productiva», y enumeró un buen número de perspectivas que, en su opinión, deben ser abordadas, como la conservación del paisaje y la naturaleza, sin obviar el hecho de que el campo hace vivir la ciudad.

PESIMISMO

Pisani reconoció que no es optimista en cuanto al futuro de la agricultura, en particular, porque los sistemas productivistas utilizados en la actualidad hacen que el desequilibrio se acentúe y que los campesinos abandonen el campo para intentar encontrar trabajo en la ciudad. Para ilustrar la gravedad de la situación, el ex ministro mencionó la realidad de Asia y Africa donde los propios campesinos emigran a la ciudad para intentar no morir de hambre: «Hay que parar esto. Esa gente que tiene hambre ha aprendido la sumisión y la obediencia pero llegará un día en el que dirán ‘no es posible seguir así’».

Insistió en que si la evolución actual de la agricultura mundial continua, el mundo no podrá soportar los desequilibrios que genera:«El mundo necesita encontrar los medios para frenar el éxodo de los agricultores y hacer que sigan en sus tierras, para que ellos vivan satisfechos y hagan, a su vez, vivir al mundo.»

Las referencias al futuro de la agricultura de Edgard Pisani sirvieron para que Mixel Berhokoirigoin engarzara su intervención.

Desde el comienzo dejó claro el lema que le anima a la hora de abordar el tema de la agricultura ­actuar localmente para incidir en lo global­ y planteó los tres niveles de la sociedad que, a su parecer, están afectados.

El primero es el de los consumidores. Berhokoirigoin explicó que una vez resuelto «cuando menos aquí», el aspecto cuantitativo que es el primer objetivo de la agricultura y razón por la que se pusieron en marcha las PAC en su día, es decir, lograr que la producción fuera suficiente para subvenir a las necesidades alimentarias de la población, el de la calidad de los productos es uno de los problemas que más conciernen al consumidor, «que quiere saber de dónde vienen y cómo se producen».

DINERO PUBLICO

El segundo de los niveles planteados por el presidente de Euskal Herriko Laborantza es el de los ciudadanos. Berhokoirigoin citó el reto de generar empleo que también incumbe al sector agrícola y manifestó que aunque parezca contradictorio, hoy en día faltan agricultores «para poder hacer bien un trabajo multifuncional». Además de otros aspectos, como el del mantenimiento de la naturaleza, del paisaje, del territorio, remarcó uno en el que pocas veces se repara, como es el de las cuantiosas subvenciones públicas que el primer sector percibe:«Los ciudadanos tienen derecho a saber en qué y cómo se invierte su dinero».

Comentó que muchas veces el contribuyente paga por doble, ya que sus impuestos son utilizados para subvencionar unas formas de producción con las que puede no estar de acuerdo:«Luego, debe pagar otra vez para adquirir productos cultivados con sistemas más respetuosos con la naturaleza, pero que al no estar subvencionados como los del cultivo intensivo, son más caros a la hora de comprarlos aunque, en realidad, no lo sean, ya que el ciudadano costea indirectamente los productos provenientes de cultivos intensivos».

El último nivel afectado es, naturalmente, el de los propios agricultores porque la agricultura es su modus vivendi.

Para terminar su intervención, Berhokoirigoin subrayó que los tres niveles tienen mucho que ver y decir a la hora de optar por la política agraria que debiera aplicarse.

El debate posterior se centró bastante en el poder de los lobbys del sector agroalimentario, en la preeminencia de la OMC, cuyas directrices liberales están obligados a seguir tanto la UE como, a nivel más local, las cámaras agrarias y, por ende, las explotaciones agrícolas. Sin duda, el debate hubiera sido más intenso si el otro ponente invitado, Christophe Terrain, de la Asociación de Productores de Maíz y de la Unión de los Grandes Cultivadores que declinó a última hora la invitación de Lurrama, hubiera estado presente para ofrecer sus argumentos que, evidentemente, chocaban con los de Berhokoirigoin.

Sea como fuere, quedó claro que todos los aspectos, desde la calidad, el medio ambiente, el empleo, los precios y hasta la vida de un territorio, están estrechamente ligados a los sistemas de producción que utilice su sociedad. Cuando todos, agricultores, ciudadanos, consumidores y políticos sean conscientes de ello, quizá el panorama actual de la agricultura cambie radicalmente. -

BAIONA